La Cataluña real
Una vez dejadas atrás las elecciones, la superposición e interrelación de distintos estratos sociales conforman una Cataluña real y no la Cataluña ideal que algunos quisieran ver. El exclusivismo, sea del signo que sea, adolece de un mal imperdonable: el alejamiento de la realidad, alejamiento que puede tener cabida -si se me permiteen las bohemias tertulias nocturnas, pero no en las acciones políticas, sea cual sea el nivel al que éstas se realicen.La visceralidad en este campo, como posiblemente en cualquier otro, no nos puede llevar más que al sectarismo, irreconciliable enemigo de la concordia y el diálogo, que no son excluyentes con las legítimas reivindicaciones y que deben ser los pilares sustentadores de la nueva estructura autonómica.
Posiblemente este diáfano planteamiento sea difícil de asimilar por ciertos sectores anquilosados en concepciones políticas, que, como mínimo en su desarrollo práctico, no dan respuesta a la realidad social./
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