La mitología y el marxismo
No puedo más que sorprenderme ante el tono y los argumentos empleados por Julio Rodríguez Puértolas en su descarga eléctrica (carta a EL PAÍS del 30 de abril de 1983) contra la forma y el contenido de mi reseña publicada en este periódico el 24 de abril de 1983.Me pregunto contra qué arremete realmente dicho caballero. Si es contra las hordas antimarxistas que invaden poco a poco la patria española (como deduzco, es una de sus obsesiones puntales), siento decirle -en realidad, me alegro de hacerlo- que se ha estrellado totalmente a la hora de elegir como chivos expiatorios para realizar su particular cruzada tanto a mi reseña como al libro comentado.
Pese a ello le agradezco enormemente la perfecta coartada que me brinda para protestar contra el arbitrario recorte, realizado sin previa consulta, de casi una tercera parte del texto original de la reseña (que no sobrepasaba los lírnites de extensión exigidos a este tipo de publicaciones), lo que, evidentemente, empobrece y desvirtúa cualquier comentario sobre un libro.
Sin embargo, mucho me temo que aunque la reseña hubiese sido publicada íntegramente y no se hubiese escatimado al lector, entre otras cosas, el marco teórico (antropología social) en que se inserta la obra, ello no justificaría ese antimarxismo que usted imputa a mi comentario. Sólo unos anteojos dogmáticos en la lectura del mismo han podido hacerle pasar por alto la referencia a la indiscutible aportación de la teoría marxista para la comprensión sociológica del movimiento campesino chicano. Reconocer asimismo la importancia de la dimensión mítico-simbólica de los fenómenos sociales supone, muy señor mío, enriquecer al marxismo, no negarlo.
Me parece muy bien que no le guste la expresión herencia cultural (a mí, sí), el uso de un determinado anglicismo o la frase que usted entresaca del texto haciendo gala de los trucos más bajos en su particular cruzada. Pero que usted pretenda asociar demagógicamente antimarxismo con ignorancia e incultura apoyándose en un error en la forma personal de un verbo (hubieron en vez de hubo), que, por cierto, lamento que no se percataran del mismo quienes tan minuciosamente mutilaron mi reseña, me parece demasié (ya ve, don Julio, otro barbarismo). Con respecto a la definición de chicano, le remito al alutor del libro (que, por cierto, le recomiendo, es excelente), quien gustosamente le corroborará mis afirmaciones. /
Profesoría-colaboradora del departamento de Psicología Social de la facultad de Ciencias Políticas y Sociología.
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