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Animales

Un baño cuidadoso para un animal pulcro

Bañar con frecuencia a los gatos con jalbón es perjudicial. Hay que tomar precauciones

Muchas veces se nos ha dicho que el gato es un animal capaz de lamer su pelo durante horas para presentar un aspecto aseado, y esa es sólo una verdad a medias. Después de muchos años de estudios se ha probado que el pelo de los gatos, expuestos a la luz, transforma la previtamina D en vitamina D, como consecuencia de la acción de los rayos ultravioleta que proporcionan el sol y la luna. Bastaría con bañar al gato dos veces al día con un jabón detergente durante menos de un mes para matarle. Tal vez esa sea la consecuencia de la creencia, tan extendida, de que a los gatos no se les debe bañar. Es ya tiempo de que aclare que sí se puede, y hasta se debe, en situaciones adecuadas.Los gatos se bañan, y únicamente hay que tener en cuenta un par de precauciones sencillas: que ha de tener más de tres meses de edad y que debe ser perfectamente secado tras el remojón.

Algunos gatos tienen reacciones agresivas cuando son obligados a aceptar el baño, naturalmente. Pero otros muchos necesitan muy pocas experiencias en tal sentido para encontrarse estupendamente relajados después de la limpieza.

Hay que utilizar un jabón de los deliminados neutros y preparar el agua a una temperatura que no exceda los 24º, más o menos. No conviene que el recipiente en donde se va a proceder al lavado contenga más agua de la necesaria, y esto puede considerarse así cuando, puesto en pie el animal, la superficie líquida le llega unos centímetros por debajo de la línea del vientre. No use de la violencia; mejor de la persuasión; y vaya usted aprendiendo las reacciones que el agua causa en el animal. Mojarles la cara, por ejemplo, suele enfadarles y, sabiendo esto, será preferible evitarlo. No debe caer líquido ni en los ojos ni en las orejas, y sí debe prestar atención preferente a aquellos lugares a los que él, por sí mismo, no puede llegar.

Absolutamente imprescindible es, acabado el baño, secar el gato perfectamente usando varias toallas y, si el animal lo permite, con un secador de mano. Luego, un cepillado o un peine terminarán el aseo.

Para limpiar las orejas no hay que introducir en ellas nada que pueda dañar el oído medio. Limpie el pabellón con un poco de vaselina esterilizada y basta. Los ojos quedan perfectamente con un algodón empapado en agua de rosas. Con él se le quitan las legañas, si la hubiere.

Habrán observado que todas las operaciones descritas son de muy sencilla realización. Pero, si por cualquier motivo, el animal se muestra francamente en contra del lavado, déjele para otro día. Sea cortés con el animal y no olvida que ser condescendiente tiene muchas ventajas cuando hay que tratar con seres de imprevisibles reacciones.

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