París, una aglomeración que se rehace desde que en 1977 volvió a tener alcalde
París, cuarta aglomeración del mundo, tras Nueva York, Tokio y Londres, es más vivible desde que volvió a tener, en 1977, un alcalde de derecho común, después de un siglo con un prefecto del Gobierno. Sus dos grandes males, la circulación y la despoblación, han conocido una mejora palpable. Su historia, sus monumentos, su río (el Sena), su leyenda, su urbanización, conservados y hasta mimados, hacen que los casi tres millones de habitantes (11 millones en la periferia) que ocupan sus 105 kilómetros cuadrados de superficie se digan parisienses con una punta de orgullo.
Hace más de medio siglo que Hemingway escribió que "París es una fiesta". Y razón debía tener, puesto que nadie lo ha desmentido seriamente. El autor de El viejo y el mar, en todo caso, dejó huellas de sus jaranas, que hoy son fotos amarillentas colgadas como reliquias en las paredes de los bares que frecuentaba. Allá por el comienzo de la década de los años sesenta, otro premio Nobel de Literatura, el irlandés Samuel Becket, a un periodista español que acababa de llegar a París y que le soltó un presumido e ingenuo discurso sobre "la decadencia de esta ciudad", le respondió con filosofía y humildad aparentes: "Yo hace 20 años que vivo aquí. Y no conozco París". La semana pasada, por fin, una española veinteañera, madrileña, Paola Dominguín, tan alta como su padre, el torero número uno, novicia voraz de esta capital, decía: "París es como un teatro".París, en 1983, aún debe ser todo eso: fiesta, enigma, teatro. París, hoy, antes que nada, es su leyenda histórica, monumental, cultural, arquitectónica, geográfica. París es un pueblo rico que dispone este año de 13.000 millones de francos de presupuesto. Cuenta con 82 museos, 84 bibliotecas donde se pueden alquilar libros y discos, 61 teatros, 92 cafés-teatro, 95 cabarés, 22 music-halls, 48 salas de conciertos, 15 de conciertos de jazz y 159 discotecas. El Museo del Louvre recibe a cerca de cuatro millones de visitantes al año y cobija 300.000 obras de arte.
La tercera parte de los universitarios del país (250.000) residen en París. Aquí, hoy, se casan 14.000 parejas al año, se divorcian cerca de 6.000 matrimonios, nacen 42.000 personas y mueren 23.000, que disponen de 20 cementerios, de los que el llamado Pére Lachaise es el más holgado (43 hectáreas) y el más célebre y literario, inspirador de libros que cuentan y no acaban las mil alucinantes historias donde se mezclan nombres célebres, cimas del arte, la necrofilia, los sentimientos y los cientos de miles de sujetadores y bragas abandonados, a merced de los barrenderos del lugar.
Los parisienses beben cerca de dos millones de hectolitros de vino al año y 94.000 hectolitros de alcoholes puros y de licores, engulle 1,5 millones de toneladas de frutas y legumbres, 110. 185 toneladas de pescados y 500.000 toneladas de carnes. Cada día, un parisiense produce 1,2 kilos de basura, lo que representa una evacuación de 3.000 toneladas diarias y un millón anuales.
Un siglo sin alcalde
Durante un siglo, la capital fue privada de alcalde. Un prefecto, nombrado por el Gobierno, la administraba en función de intereses ajenos al vecindario. Luego, la leyenda, la historia, el París eterno, se convirtieron en un cuerpo moribundo tras la segunda guerra mundial. En 1959, de 1.200.000 pisos sólo 270.000 tenían agua corriente. Más de 70.000 carecían de electricidad, 95.000 de ducha y de bañera, 650.000 de retrete, 880.000 de calefacción central y un millón no tenían teléfono. El metro lo era de intramuros y el actual Rer (metro regional) no pasaba de utopía. 20 años después, París casi vuelve a ser una fiesta y, sin dejar de ser un enigma, seguro que es un teatro, y desde que en 1977 ha vuelto a tener alcalde, la ciudad se remoza sin cesar, acaricia su patrimonio, se moderniza y contiene como puede los estragos del crecimiento industrial: la despoblación, ya frenada, y la circulación.
El vicio del automóvil particular, sin haber desaparecido, es atajado lentamente por los transportes en común. Cerca de cinco millones de parisienses viajan en metro, limpio y moderno, diariamente. Más de 50 líneas de autobuses cubren una red de 507 kilómetros. Y el metro regional (Rer) une los centros neurálgicos de París con los poblados más distantes de toda la periferia, en tiempos que raramente rebasan los 20 minutos.
La política del actual alcalde, Jacques Chirac, desde que en 1977 París recobró el estatuto de derecho común, ha consistido en acercar a los ciudadanos a la Administración". El urbanismo, la arquitectura, la conservación del patrimonio, la vida cultural, los deportes, la asistencia pública, la solidaridad, el entorno (espacios verdes, 11 kilómetros de calles peatonales), los servicios industriales y comerciales, etcétera, han salido del enjambre anónimo que era la Administración central. Los socialistas, desde los últimos comicios municipales, del pasado mes de marzo, han modificado el estatuto de París, convirtiendo a sus 20 distritos en otras tantas alcaldías, con poderes limitados, pero que descentralizan las atribuciones de Chirac y le fuerzan a una práctica más rigurosa y transparente de la Administración local.
En París, a la postre, aún se puede vivir, sobre todo con medios económicos elevados. En cualquier caso, París es una ciudad que funciona. Baudelaire decía que "es un don del Sena", lo que es cierto. Pero también es cierto, como sentencia otro panegirista de la capital, que "a París sólo se le puede querer si se es un verdadero peatón, solitario y organizado". Y esto aún no es imposible. Como último recurso basta con pasear por la noche (la noche de este pueblo "es una fiesta interior, la liberación de una angustia", según los poetas): 29.000 funcionarios de la policía y 36.000 empleados del Ayuntamiento se ocupan del paseante y de su seguridad.
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