Los conflictos políticos sacudieron la corporación madrileña, pero no llegaron a alterar su funcionanuento
Alonso José Puerta Gutiérrez, asturiano, 38 años, activó la bomba de relojería el 21 de septiembre de 1981 a las 9 de la mañana. Apenas comenzada la reunión del equipo de gobierno del Ayuntamiento, como cada lunes, el entonces segundo teniente de alcalde se adelantó al orden del día y, sin rodeos, solicitó el cese fulminante de los delegados de Hacienda y Sanea miento, ambos socialistas, bajo la acusación de cohecho en la concesión de las contratas de limpieza en tres distritos de Madrid.El efecto debió de ser tan demoledor entre las siete personas presentes, que, según la posterior indiscreción de una de ellas, el alcalde salió repentinamente del estado de cortés distanciamiento intelectual con que habitualmente asistía a las discusiones técnicas, y reconvino con energía al interviniente: "Sosiéguese, Puerta, y recapacite sobre lo que dice. Se diría que ha desayunado usted tigre". El abogado que nunca había llegado a ejercer que era entonces Alonso Puerta remató su intervención dirigiéndose a don Enrique, como llaman al alcalde los allegados: "O cesa usted con carácter de urgencia a Aymerich y a Espelosín o yo presento la dimisión".La acusación, que nunca llegó a ser probada por Alonso Puerta hasta que hace una semanas el juez ordenó archivar el caso (ni si quiera en reuniones especiales del grupo de concejales y de los comités de PSOE), consistía en que dos de la empresas licitantes ofrecieron una comisión a la Federación Socialista Madrileña a cambio de la concesión de las contratas de las limpiezas. Además, Pedro Galindo, antiguo militante de la federación del distrito de Tetuán, ingeniero de una de las empresas implicadas, había entregado un do nativo de 500.000 pesetas para engordar las arcas del partido. Galindo falleció de una afección cardíaca hace unos meses, con lo que, según Puerta, se pierde el nudo del 90% de las actuaciones.
La cuestión se zanjó en pocas semanas, aunque el Ayuntamiento de Madrid estuvo en carne viva circunstancia que no pesó demasiado en el ánimo de Tierno. El alcalde emprendió esos días un viaje a América, conmemorativo del Descubrimiento. Puerta fue expulsado del partido y por tanto del ayuntamiento. Consiguió únicamente la solidaridad de tres de los 25 concejales socialistas, ninguno de ellos del equipo de gobierno; planteó una querella que no prospera; no consiguió hacer declarar ante el juez al alcalde como habías pretendido; quiso instrumentar los medios de comunicación como caja de resonancias para mover el escándalo parejamente con la actuación judicial y el caso, en fin hubiera muerto por consunción de no ser por el veto que se impuso a su personas hace unos meses para participar en un debate del programa de televisión La clave, en una de las torpezas más sonadas de José Luis Balbín.
Hubo numerosas interpretaciones de por qué Alonso Puerta, un político con fama de hábil, de conspirador, de estimable orador y de ambicioso, acusó tan gravemente a dos compañeros de gobierno sin poseer las pruebas (al menos hasta ahora no se ha demostrado culpa). Con el paso del tiempo, la mayoría de los obervadores cualificados coinciden en dos tesis: o bien Puerta obró de buena fe, circunstancia de la que no hay por qué dudar, y pudo haber sido víctima de la misma operación que salió del grupo de concejales de UCD y que luego apadrinó el expulsado, como está sobradamente demostrado, o bien el ex-teniente de alcalde pretendió dar una sonora bofetada a Joaquín Leguina en la cara de Baltasar Aymerich, segundo de aquel en el Ayuntamiento y hombre de su extrema confianza, y en la de Jesús Espelosín. Aymerich ocupa hoy un alto puesto en el Gobierno de la nación y Espelosín será nuevo concejal socialista a partir del 8 de mayo.
Puerta contra Legina
La brillante carrera de Alonso Puerta había comenzado a declinar cuando el PSOE y el Partido Socialista Popular se fusionaron, y en la negociación Tierno se alzó con el puesto de alcaldable de Madrid, Aquel quedó relegado al lugar segundo, aunque pudo confeccionar la listas. Leguina, que para entonces tenía una cierta influencia y una estimable amistad con Felipe González, de quien había sido asesor en la firma de los pactos de la Moncloa, ocupó el sexto lugar. Meses después Puerta perdía la secretaría de la Federación Socialista Madrileña ante Leguina (el candidato preferido del actual presidente del Gobierno) después de que el congreso rechazase mayoritariamente la gestión del primero.
Para entonces Puerta había cometido entre otros errores el de inventar la famosa 'tercera via en el histórico congreso en el que dimitió Felipe González y el de arrebatarle, por 38 votos contra seis, la cabeza de la delegación madrileña a ese congreso. Hay cosas que no se perdonan en política. Entre los seis que votaron a González estaban Leguina, Joaquín Almunia y Javier Solana, tres irresistibles carreras en el partido, aunque el primero se mantuvo fuera del Gobierno.
Largas consideraciones las anteriores que pretenden explicar cómo todo el peso del partido cayó de plano sobre él ex-teniente de alcalde, cómo para expulsarle se aceleró extraordinariamente la habitualmente lenta burocracia de los partidos, y del PSOE en concreto, y probablemente sin todas las garantías de autodefensa. Puerta se pudo equivocar, pero no era un santo de la devoción del partido. Felipe González estuvo a punto de saltar al ruedo con una declaración exculpatoria para la honorabilidad del partido, que llegó a escribir. No hizo falta. Casi dos años después, el costo político de la crisis parece reducido a cero. La expectativa de voto de los socialistas es superior a la de 1979.
Sentado ya Tierno en el sillón de la plaza de la Villa, con sus votos y los del PCE, el extinto partido de UCD, que había sido el más votado pero que había perdido la alcaldía en virtud del pacto de izquierdas, le echó un pulso- al equipo de Gobierno municipal. José Luis Álvarez, el último alcalde digital y primero de la lista ucedista, un hombre que se ha distinguido generalmente por llevar la crispación a la vida política, encadenó el voto favorable de su grupo a los presupuestos extraordinarios de la corporación (por el mecanismo de los dos tercios necesarios para la aprobación) a la exigencia de que se hiciese un reparto proporcional del poder municipal al número de votos obtenidos.
La falta de rodaje de Álvarez y los suyos en la política de pactos postelectorales y su obstinación (a -pesar de las directrices de su partido y los buenos oficios de gente como Juan José Rosón, entonces gobernador civil de Madrid, que medió en el conflicto) mantuvo semiparalizado el ayuntamiento durante varias semanas. UCD no consiguió nada con su prueba de fuerza y Álvarez aprovechó la primera crisis gubernamental (aún con Adolfo Suárez) para alzarse con el Ministerio de Transportes y dar la espalda a sus electores madrileños.
Las dos crisis del PCE
Fue el principio de la desbandada de concejales centristas, porque el grupo, plagado de buenos gestores y de hombres capaces, comenzando por Álvarez, sirvió de cantera política de los gobiernos sucesivos. Luis María Enríquez, Javier Soto, Cortezo, Cortés y otros devolvieron sus actas de concejales, sin contar con varios directores generales que compatibilizaron los dos cargos, como Javier Tusell, Florentíno Pérez, Antonio Vázquez o Juan Torres. Miguel Herrero, tercero en la lista, dejó el ayuntamiento cuando se integró en el Partido Demócrata Popular, donde terminaría Álvarez. Hoy los dos son diputados en el Congreso. La labor de oposición, pertinaz y de cuerpo a cuerpo, a veces chirriante, corrió a cargo de un hombre con experiencia en los municipios y que con el paso del tiempo demostró su profesionalidad, José María Álvarez del Manzano, hoy segundo de la coalición que encabeza Jorge Verstringe.
El Partido Comunista de España ostenta el poco distinguido record de haber cambiado a ocho de sus nueve concejales. El único que permanece, Juan Francisco Pla, responsable estatal de Política Municipal, no se presenta a la reelección. Con un poder muy superior al que le hubiese correspondido por el número de sus concejales (nueve, contra 25 de UCD y, 25 del PSOE) las sucesivas crisis, dimisiones provocaron verdaderos problemas en la gestión municipal.
Comenzó con la salida de Fidel Alonso, secretario general (de Comisiones Obreras de Madrid, número dos de la candidatura. Tamames había confeccionado una lista no tanto en función de la experiencia de sus componentes como, de su capacidad de arrastrar votos en dististos sectores sociales. Así, Alonso, que llegó a ser presidente de la junta de distrito de Moratalaz, volvió a dedicarse a la cuestión sindical, cumplido su objetivo de arrancar sufragios especialmente en el sector del metal. Cristina Almeida, Eduardo Mangada o José Luis Martín Palacín, nombres muy conocidos en el movimiento vecinal, integraban la lista.
La sorpresa se consumó en mayo de 1981. Tamames dejaría el PCE y con ello su condición de primer teniente de alcalde. Esta primera crisis provocó la primera división seria en el grupo de concejales ya que a partir de entonces -Ramón Tamames era lider indiscutido- pasé a tener dos cabezas: Eduardo Mangada, responsable del urbanismo y sustituto del dimitido, y Juan Francisco Pla, hombre próximo a la línea (de Carrillo y que habría de tener tina influencia decisiva en la expulsión del partido de cinco de sus compañeros. La guinda la puso en esta ocasión Mangada, que calificó a Tamames como "irresponsable" por abandonar el partido y el ayuntamiento. La marcha de Tamames influyó notablemente en la posterior dimisión del concejal comunista de Educación, Alfredo Tejero. Y habría de pasar escasamente ese verano para que cuatro de los veteranos (los citados Mangada, Almeida y Martín Palacín, y Luis Larro que) y la sustituta de aquél- Í Isabel Vilallonga, fuesen fulminados por la dirección, como seis miembros del comité central, entre ellos Carlos Alonso Zaldívar y Pilar Brabo. Fue la sonada crisis lertxundista, desencadenada por la convocatoria en Madrid de un acto por el secretario general de los comunistas vascos, Roberto Lertxundi, después de que Carrillo_ hubiese desmantelado el ejecutivo de su partido en Euskadi por ser favorable a la fusión con Euskadiko Ezkerra, convocatoria que firmaron, y apoyaron los expulsados. Otros dos concejales del PCE dejaron sus puestos en solidaridad con aquellos. El recurso de amparo planteado ante el Tribunal Constitucional repuso en sus puestos hace unas semanas a los cinco expulsados del PCE y a Alonso Puerta, aunque ninguno de ellos pretendió ocupar los cargos que habían ostentado, y al ex militante del PSOE se le prohibió la entrada en el último pleno por no haber tenido constancia el Alcalde de la resolución del tribunal.
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