Un Primero de Mayo dividido
POR PRIMERA vez desde la instauración del régimen democrático, los dos sindicatos mayoritarios celebrarán por separado el Primero de Mayo en la mayoría de las poblaciones españolas. La invitación cursada en su día por Marcelino Camacho, secretario general de Comisiones Obreras, a su homólogo de la Unión General de Trabajadores, Nicolás Redondo, para realizar actos conjuntos en toda España fue rechazada por la central socialista. Los argumentos de UGT aluden a las profundas discrepancias existentes entre las dos organizaciones, exacerbadas a raíz de las elecciones sindicales en las que UGT, que resultó vencedora en las urnas, fue acusada una y otra vez de fraude por los principales dirigentes de CC OO, que perdían por primera vez la hegemonía sindical. Nicolás Redondo opina que, con estas acusaciones, insultos y tensiones, una celebración conjunta del Primero de Mayo hubiera podido agravar las diferencias que separan a ambos sindicatos.Pese al hecho cierto de esos enfrentamientos entre ambas centrales, no deja de ser paradójico que, precisamente con un partido de izquierdas en el poder, los trabajadores en general -la mayoría de ellos sin afiliación sindical- no tengan la oportunidad de celebrar pacíficamente en la calle, como venía siendo costumbre desde el restablecimiento de la democracia, una fecha tan significativa como el Primero de Mayo. La cancelación de la convocatoria unitaria resultará todavía mas difícil de entender para quienes opinen que la crisis económica debería forzar a las dos centrales a subrayar los puntos que las unen frente a las discrepancias que las separan. Divergencias tanto o más graves que las que ahora se registran -por ejemplo, el rechazo por CCOO del Estatuto de los Trabajadores y del primer acuerdo de UGT con la CEOE - enfrentaron anteriormente a las dos organizaciones sindicales, sin que por ello renunciasen a la celebración conjunta del día de los trabajadores. Por el contrario, la firma del reciente Acuerdo Interconfederal y los resultados de las elecciones sindicales, que han ampliado el espacio representativo ocupado conjuntamente por las dos centrales de clase, deberían haber favorecido, al menos en teoría, su entendimiento. La unidad de acción de UGT y CCOO en los conflictos de la banca privada, la siderurgia integral, la Administración pública o los seguros muestra que, por encima de las lógicas divergencias entre ambas opciones, existe una coincidencia en la estrategia sindical de las dos centrales. Así lo han entendido en medio centenar de localidades españolas los dirigentes de UGT y CCOO que han convocado actos unitarios. para el día de hoy.
La coincidencia horaria de buena par te de los actos que han convocado por separado CC OO y UGT convertirá inevitablemente la jornada en un pulso para determinar la fuerza de movilización con la que cuentan ambas organizaciones. En Madrid, la presencia del presidente del Gobierno, en calidad de secretario general del PSOE, en el acto patrocinado por la central socialista significará, quiérase o no, un respaldo institucional del Ejecutivo a esa convocatoria. En cualquier caso, esa multiplicación de convocatorias hará imposible que el Primero de Mayo de 1983 se convierta en una fiesta popular al margen de los carnés de partido o de sindicato. De esta forma, se inicia el regreso hacia una concepción patrimonial y estrechamente partidista de una celebración que, con el curso del tiempo, había ampliado espectacularmente su capacidad de convocatoria para convertirse en una manifestación abierta a los trabajadores sin partido y a los ciudadanos que, con independencia de su situación laboral y sus niveles de ingresos, comparten con el movimiento obrero tradicional valores tan importantes como el respaldo de las instituciones democráticas, la lucha por la paz y la defensa de las libertades. El desacuerdo entre UGT y CCOO ha logrado, así, que los trabajadores -industriales, agrícolas o de servicios- sin filiación sindical, los funcionarios públicos, los desempleados obligados a permanecer al margen de esas organizaciones, los estudiantes, los profesionales y los ciudadanos de cualquier condición que se manifestaban en los violentos Primeros de Mayo del régimen anterior para reivindicar la democracia tendrán que quedarse en sus casas, en la mayoría de nuestras ciudades y pueblos, o que participar subordinadamente en la fiesta a costa de aceptar su patrimonialización por un sindicato o por un partido.
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