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Los ayuntamientos de Navarra, bajo el paternalismo de la Diputación Foral

La actitud excesivamente paternalista de la Diputación Foral de Navarra hacia los 264 ayuntamientos de esta comunidad foral ha limitado sustancialmente en los últimos cuatro años la capacidad de gestión de estos municipios, por lo que las corporaciones surgidas de las elecciones de 1979 únicamente han podido realizar una política de remiendos. A este hecho se une en el caso de Pamplona el no reconocimiento económico por parte de la Diputación de los servicios que la ciudad presta como capital de Navarra.

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La tutela de la Diputación Foral de Navarra hacia los 264 ayuntamientos de esta comunidad foral ha limitado, en opinión de numerosos representantes de estos municipios, la capacidad de gestión de las corporaciones surgidas tras las elecciones de abril de 1979, por lo que únicamente éstas han podido realizar en todo este tiempo una política de remiendos. El excesivo paternalismo de la Diputación navarra -Gobierno de esta comunidad foral- ha impedido, a juicio de estos representantes, desarrollar en algunos casos una auténtica política municipal. No es, pues, de extrañar que algunos partidos políticos, en su programas electorales, presenten propuestas tendentes a evitar este excesivo proteccionismo de la Diputación y a que este organismo se limite exclusivamente a controlar la legalidad de los acuerdos adoptados por las corporaciones.Según se establece en el régimen foral navarro, la Diputación tiene potestad para ratificar o no acuerdos de los ayuntamientos, hasta el punto de que es imposible para un municipio el realizar inversiones, nuevas obras o simplemente aumentar la plantilla sin consentimiento de la Corporación foral. Esta situación ha provocado en determinados casos una cierta tardanza a la hora de llevar a la práctica los acuerdos adoptados. Este es el caso del Plan de Acción Municipal de Pamplona, que la institución foral ha tardado -incomprensiblemente- más de tres años en autorizar, reduciendo además sus inversiones justamente a la mitad de lo previsto inicialmente por la Corporación pamplonesa.

La postura de la Diputación en este caso concreto de especial importancia para Pamplona se debe a la duda de si el Ayuntamiento tiene o no capacidad de endeudamiento. Pero la interpretación que hicieron de este hecho algunos grupos municipales fue diferente refiriéndose a una clara intencionalidad política.

Sanear la hacienda

Y éste es solo, aunque sigaficativo, un ejemplo. Otro podría ser la no aprobación de un arbitrio con fin no fiscal sobre viviendas desocupadas en Pamplona, solicitado por el Ayuntamiento.

La Diputación contestó, sin embargo, que había que introducir en el acuerdo importantes modificaciones que desvirtuaban totalmente su concepción original.

Una de las más importantes preocupaciones de las corporaciones surgidas en abril de 1979 en Navarra fue, al igual que en otras regiones, la de sanear las haciendas locales, extremo que se ha conseguido en la mayor parte de los casos. Haciendas que se nutren, según la norma de reforma de las haciendas municipales, del fondo de participación de los ayuntamientos en los impuestos de Navarra, y que está constituido por el 10% de los ingresos por impuestos indirectos y el 4% de los directos. De este fondo (que en 1982 superó los 5.000 millones de pesetas), el 70% se reparte en los ayuntamientos de acuerdo con un baremo, y el 30% restante se destina a financiar hasta en un 65% obras y servicios previstos por los ayuntamientos.

A nivel impositivo, y poniendo el caso de Pamplona, el ciudadano, de cada 100 pesetas del presupuesto, aporta 48,80 pesetas; la Diputación, 41,77, y el Estado, 4,28. Las otras 5, 15 pesetas proceden de varios conceptos. En el capítulo de los gastos del Ayuntamiento, de cada 100 pesetas, 53,38 son para persong- 17,10, para la adquisición de bienes corrientes; 4,71, a subvenciones; 6,55 se destinan a inversiones reales, y el resto, 18,26, para deuda.

Montaña y riberaLa izquierda, representada por el PSOE, ha sido, por otra parte, mayoritaria en estos cuatro años en una buena parte de las poblaciones de la ribera navarra, lo contrario de lo que ha sucedido en el norte de la provincia, donde es significativamente importante la presencia nacionalista de PNV, EE y HB. Las dos zonas han tenido, sin embargo, en este tiempo algo en común: el paro creciente, que, sobre todo en la montaña, es combatido con una fuerte emigración.

En el caso concreto de la ribera, cuya economía se basa fundamentalmente en la agricultura, las corporaciones no han resuelto la carencia de servicios y dotaciones asistenciales. únicamente el Ayuntamiento de Tudela, con alcalde socialista, ha conseguido dar un paso adelante en este sentido,

Los ayuntamientos de Navarra, bajo el paternalismo de la Diputación foral

al lograr de la Diputación la construcción de un moderno hospital comarcal, que ha descentralizado de Pamplona toda la asistencia médica proveniente de esta amplia zona.La participación ciudadana, pese a organizarse la forma en que ésta podía llevarse a cabo, no ha funcionado en la zona de la montaña de Navarra, al igual que en la ribera. Lo que sí se ha solucionado en el norte de la provincia ha sido la situación de auténtica ruina económica que existía en la mayoría de los municipios. Asimismo, se ha planificado el territorio comunal -que en el valle del Baztán, el mayor municipio por extensión geográfica de Navarra, supone el 84% de su superficie-, para destinarlo a un correcto ordenamiento de repoblaciones forestales y creación de nuevas zonas de pastos. La depuración integral del Bidasoa es un ambicioso proyecto puesto en marcha recientemente.

Una de las tareas emprendidas por los ayuntamientos ribereños ha sido, por otra parte, la creación de una serie de polígonos industriales que acerquen a la ribera parte del sector que actualmente se concentra en las inmediaciones de Pamplona, así como la puesta en marcha de una política de comercialización de los productos agrícolas.

Pamplona: difícil gestión

El PSOE, con el apoyo de HB y PNV, consiguió, por otra parte, el 19 de abril de 1979, la alcaldía de Pamplona, si bien la posterior retirada del respaldo de estos partidos -a raíz de la decisión de quitar la ikurriña del balcón municipal- colocaron a Julián Balduz en una dificil situación.

Balduz, al que su partido presenta a la reelección, ha realizado un considerable esfuerzo -sin contar, incluso, con las formaciones que le auparon hasta la alcadía- para realizar una gestión que cabe considerar, en términos generales, como positiva. Dentro de esta positiva labor destacan la creación de una mancomunidad para el tratamiento integral del agua de la comarca de Pamplona, y la aprobación (a la tercera, y tras sucesivas deserciones en UCD) del Plan General de Ordenación Urbana, que dota a Pamplona de una calidad de vida y una serie de servicios equilibrados.

Pero otros temas, como solucionar el problema del vertido de las basuras, la ampliación de las ordenanzas relativas a industrias molestas e insalubres o el dotar a lo, barrios de una serie de servicios y prestaciones que los desvinculen de algún modo del centro urbano han sido resueltos, pese a estar inicialmente prevista su solución en algunos de los programas de lo! partidos que accedieron al Ayuntamiento. Quizá ha faltado en último término la imaginación par: encontrar una respuesta adecuada los mismos.

Donde, sin duda, ha estado e talón de Aquiles de la gestión d Pamplona ha sido en la participación ciudadana, donde se intentó, crear unos concejos de barrios que ni siquiera llegaron a funcionar. Y esta es una de las críticas más duras que se le hacen a Balduz, quien, no obstante, se le debe reconocer el hecho de que ha recuperado el Ayuntamiento para la ciudad. No obstante, no se h cumplido del todo el lema que ha a la entrada de la casa consistorial: Las puertas de esta casa permanecen abiertas para todos, pero más el corazón. Las puertas di Ayuntamiento, en ocasiones, ha estado cerradas.

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