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El Defensor del Pueblo y las quejas

El defensor del pueblo, Joaquín Ruiz-Giménez, compareció ante la Comisión del Senado y del Congreso para explicar este primer tramo de su gestión. Dejando a un lado la entidad de la institución y su importancia constitucional, conviene referirse a lo que su funcionamiento tiene de relación humana y, por ello, de oportunidad de conocimiento veraz de nuestra sociedad. ¿De qué se quejan los españoles?, ¿por qué se quejan? Señalaba el señor Ruiz-Giménez que de las 3.000 peticiones estudiadas, de entre las 10.000 hasta ahora recibidas, casi la mayoría son individuales. Este primer dato, indica, al parecer, que el Defensor del Pueblo no va a ser un nexo entre la Administración e instituciones de derecho público, sino del Estado con los individuos. Es una dimensión importante, sin duda; es tratar de rellenar ese hueco de la queja privada, personalizada, que existe en todas las colectividades.La institución del Defensor del Pueblo, decía Margarita Retuerto, recién elegida adjunta del Defensor, va a permitir localizar y corregir esos puntos negros que en toda comunidad se producen. Efectivamente, la sociedad desea ser escuchada, tener alguien a quien dirigirse como tales personas, en función del ejercicio de un derecho y no como solicitud de una gracia. ¡Qué caudal de experiencia humana, insustituible, de primera mano, pueda acumularse desde ese observatorio! Y también, ¡qué cantidad de puntos negros reales, lacerantes a veces, humanos siempre, pueden corregirse y evitarse! Decía Alvaro Gil Robles, el otro adjunto al Defensor, que lo importante es la relación personalizada, el contacto directo entre el pueblo y su defensor. Y que ese contacto ha demostrado que se establece, que funciona, pese a las actuales limitaciones de medios de que todavia dispone la institución.

Que exista una institución que enmiende laínjusticia y repare el error, que el pueblo se sienta defendido y efectivamente sea defendido, es una condición de la democracia y una exigencia de la libertad. Pero no puede ser el lujo ornamental de un sistema. Por eso, hay que dotar al Defensor del Pueblo, cuanto antes, de la necesaria instrumentación de medios, actualmente escasa a todas luces. Esas 10.000 peticiones en poco más de 100 días imponen un ritmo de dedicación y de trabajo que es preciso poder cubrir. El hueco de la queja no es el margen de la sociedad, sino una de sus profundidades. Atenderla adecuadamente es una obligación del Gobierno hacia toda la sociedad. Lo contrario sería tanto como alimentar una decepción.

, 22 de abril

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