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Se endurece el conflicto de los estudiantes de medicina y médicos de hospitales en Francia

Desde hace dos meses, las facultades de Medicina francesas están desiertas, como consecuencia de la huelga de sus 35.000 estudiantes. Y desde hace dos semanas, los 8.000 médicos de los establecimientos públicos denominados en Francia centros hospitalarios universitarios (CHU) sólo atienden a los enfermos graves, debido igualmente a la huelga. Los primeros reclaman la anulación de una ley que pretende reformar los estudios de Medicina. Los segundos quieren garantizar su futuro y, en definitiva, el de la profesión médica, que es el trasfondo de estos movimientos reivindicativos.El turista un poco despistado, si ha viajado estos días por Francia, pudiera creer, en algunos momentos y en ciertos lugares, que en su honor se están reestrenando los históricos acontecimientos de mayo de 1968, cuando los estudiantes, con sus barricadas, incendiaron el poder gaullista. Cada día, en París, o se levantan adoquines en las calles, o se bloquea el periférico de la capital, o se corta la circulación en los puntos estratégicos, o se desfila por las calles, o se ocupa el Ministerio de la Salud.

Y, como en la capital, en toda Francia, los estudiantes de medicina y los médicos de los hospitales públicos ofrecen el mismo espectáculo. La huelga de los unos no tiene que ver con la de los otros, pero ambas se complementan.

¿Qué quieren los 35.000 estudiantes que, en bata blanca, en las calles, ya están a punto de perder el año escolar? La anulación de una ley aprobada por el Parlamento a finales del año pasado. Esta normativa instaura un examen de fin de carrera, para clasificar a los estudiantes y condicionar así su futuro, que ellos se dicen dispuestos a combatir a costa de la huelga indefinida que iniciaron hace ocho semanas. La ley en cuestión reforma los estudios de medicina en el mismo sentido que ya lo fueron en tiempos del giscardismo (sólo el examen precitado no figuraba en el texto antiguo). Los objetivos globales de la reforma son los siguientes: Frenar la plétora de médicos mediante la selección, organizar la mejora de la formación de los generalistas y repartir de manera equitativa estos últimos y los especialistas.

Hospitales públicos

El contencioso entre los médicos de los hospitales públicos y el Gobierno es otro. Se trata de los médicos internos y los jefes de clínica de dichos establecimientos, a pesar de que también reivindican la subida de salarios, quieren, sobre todo, asegurar su futuro. Estas dos categorías de médicos trabajan de manera específica en los CHU. Cuando han concluido su carrera ingresan en los hospitales como internos durante cuatro años y, después, son promocionados a jefes de clínica. Los primeros ganan entre 100.000 y 160.000 pesetas mensuales. Los segundos, 200.000 (poder adquisitivo aproximado respecto a España: 120.000 pesetas). Cuando, después de cuatro años como internos, ascienden a jefes de clínica, pueden ejercer durante otros cuatro años y, después, se encuentran en la calle o, al menos, desheredados de su estatuto público. El Gobierno está elaborando una reforma general hospitalaria y lo que piden los médicos es que se les garantice una seguridad a partir del momento en que su empleo caduca en un CHU.Nada hace pensar, de momento, que los estudiantes cedan, a pesar de que las autoridades responsables los han recibido varias veces con el fin de encontrar una solución pacífica del conflicto. Ayer, los médicos, por su lado, se entrevistaron con el ministro de la Salud y, hoy, deben votar por la continuación de la huelga o por una tregua.

En un primer tiempo, el poder quiso creer que la huelga era política. El cuerpo médico de este país se considera conservador y, al inicio del conflicto, el ministro de la Salud era el comunista Jack Ratite. Ahora ha cambiado el titular de la cartera y, si el matiz política cuenta, no se considera decisorio. De hecho, el malestar de la profesión viene de lejos y, directa o indirectamente, está ligado a problemas de un cuerpo social al que las evoluciones de los últimos lustros han colocado en una situación precaria: la demografía de los médicos se ha acentuado de manera acelerada; las remuneraciones, por el contrario, han decrecido. La protección social merma igualmente, la práctica liberal también; todo ello, en Francia, inquieta a los profesionales de la medicina.

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