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Fernández Krohn: "Ya no me siento español"

Juan Fernández Krohn no está loco. Siete meses después de que un tribunal portugués dictaminara su examen psiquiátrico, los médicos lo han declarado mentalmente sano. Hoy, el sacerdote integrista español comparece de nuevo ante los jueces de Vilanova de Ourem, en el centro de Portugal, acusado de haber intentado dar muerte al Papa con una bayoneta, en el santuario de Fátima, el 13 de mayo de 1982. Fernández Krohn, sacerdote, abogado y economista madrileño de 33 años, arriesga una condena de hasta 20 años de cárcel, pero muy pocos creen, en este Portugal preelectoral, que la pena vaya a ser tan dura.

Medios bien informados creen que va a resultar imposible demostrar que lo acaecido en Fátima fue un intento de asesinato en regla. Hasta ahora, persona alguna vio al sacerdote español blandir el arma, pese a que Fernández Krohn insistió en su primer juicio en que su propósito era el de "atravesar el corazón de Juan Pablo II".Hoy, su planteamiento parece haber cambiado, como su aspecto. Lleva una rosa amarilla que atraviesa los ojales de dos rebecas negras que se ha puesto encima de su sotana verde para defenderse del frío de la prisión. Su rostro cetrino ha perdido la crispación que mostró durante el juicio del pasado mes de octubre. Parece relajado.

El tono de su voz es afable y sólo se afecta cuando habla de temas doctrinales. Sonríe con mucha frecuencia y conserva los reflejos y la viveza que le atribuyen los que le conocen.

Pregunta: Más que intentar asesinar al Papa, da la impresión de que lo que usted perseguía era dejarse matar a los pies del Papa, una suerte de autoinmolación. ¿No es así?

Respuesta: Sí. Eso es bastante cierto.

P. Y entonces, ¿por qué no lo dice ante el tribunal?

R. Porque va a dar igual.

P. ¿Cómo que va a dar lo mismo? No es igual ir a matar a alguien que ir a que le maten a uno junto a alguien. ¿Por qué se culpa usted?

R. Tenía que dar testimonio.

P. Testimonio. ¿De qué?

R. De mis convicciones interiores, del tipo de espiritualidad en el que creo... Me siento muy cansado. Me he quedado solo. Mis amigos me han abandonado. Yo nunca traicioné a uno solo de ellos.

P. ¿No cree que ello puede obedecer a que usted. se equivocó entonces y a que no admite su error?

R. ¡Pues claro que yerro y que me equivoco! Siempre he cometido errores, como todos. Soy humano. ¿Me cree inhumano?

P. Me refiero a lo que usted dice que sucedió en Fátima. Por cierto, usted ha escrito un libro en el que relata todo aquello. ¿Qué es lo que mantiene en el libro?

R. La primera parte es una autoconfesión de mí mismo. Me desnudo ante el lector y abro de par en par mi interioridad. La segunda parte del libro es doctrinal y refuto la línea seguida por el Vaticano. Critiqué duramente a Tomás de Aquino, lo cual me ha acarreado la condena de los franceses.

P. ¿Y los españoles?.

R. Yo ya no me siento español. Estoy resentido contra España. Las personas que, al menos en teoría, deberían haberme apoyado o siquiera haber sintonizado conmigo y con mi actitud me han dejado solo, en la estacada. Prefiero ser otra cosa.

P. ¿Cree que su libro se publicará en España?

R. En España es impublicable. Me meto con el Rey, con Felipe González... No hay nadie allí con valor para editarlo.

P. Los psiquiatras dicen que usted está sano. ¿Cómo se encuentra usted a sí mismo?

R. Aunque en la prisión he recibido un trato aceptable, sufro mucho.

P. ¿Por qué?

R. Por esta soledad, que hace que cada minuto transcurra con la lentitud de un siglo.

P. ¿Cómo combate la soledad?

R. Ahora estoy leyendo algo de Herculano y de Ega de Queiroz.

P. ¿Han cambiado mucho su convicciones desde el juicio anterior?

R. Libro mi batalla en tres frentes: en el del combate espiritual, en el de la soledad y en el del ambiente interior de la cárcel.

P. Sin embargo, usted ha tenido un buen comportamiento en prisión.

R. Sí. Siempre he aceptado la autoridad, disciplinadamente. Me adapto a ella y a la ley moral, que nunca, nunca, transgredí. Pero la degradación moral en las prisiones es insufrible, casi tanto como lo es esta soledad sin alma. A los políticos les recomendaría que pasaran una temporada corta en la cárcel.

P. Los políticos de izquierda, en España, pasaron años...

Juan Fernández Krohn no desea polemizar. Quiere saber qué suerte han corrido sus amigos y sus amigas, si se casaron, si tienen hijos y si la fortuna les sonrió. Desea averiguar si a él le recuerdan. Con una simpatía desprovista de recelos y con un gesto amistoso dice suavemente: "Publique todo cuanto no me haga daño". Con paso de atleta, con su flor amarilla, su sotana verde manzana y sus sandalias marrones, se aleja sonriente por el interior de la prisión. Un tribunal le aguarda.

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