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Pepe Luis Vargas consiguió el triunfo

En el mejor toro del encierro, que fue el quinto, para dar la razón al topicazo de que no hay quinto malo, se alzó con el triunfo Pepe Luis Vargas. Con grandes deseos, desde que salió con el capote a recibirlo hasta que lo tumbó de un estoconazo sin puntilla, el pequeño ecijano se metió al público en el bolsillo con mucho valor en todo momento, algunas rachas de buen toreo con la mano derecha y ciertos instantes de torpeza y falta de mando. Pero ahí tiene ya el precio de esa oreja, conquistada en Madrid y antes de su salida a la Maestranza, el próximo lunes.Antes, en los. cuatro toros anteriores, nos habíamos mojado mansamente y nos habíamos aburrido con taurina resignación. Los tres primeros animales fueron escasos de trapío. Se desplomaban a la salida de los puyazos y presentaban dificultades en la muleta, pues s u falta de fuerza les hacía pararse en la mitad del pase y buscar al torero. Así iba transcurriendo la tarde, con bostezos de los sensatos, palmas de tanto y gritos de los severos, y somnolienta indiferencia de los impávidos orientales. Hasta que el chiquitín de Écija sacó a todos de sus laberintos incómodos con su valor ante un toro que había tomado tres varas con signos de bravura y que, pese a estar muy castigado, quedó con suficiente embestida para la muleta.

Plaza de Las Ventas

17 de abril.Toros de Carmen Ordóñez, de presencia desigual, muy flojos, de comportamiento variado. Juan José. Silencio. Un aviso y silencio. Pepe Luis Vargas. Silencio. Oreja. Mario Triana. Silencio. Silencio. Llovió durante los cuatro primeros toros.

En el segundo de la corrida sólo pudimos verle algunas alegrías con el capote y un trasteo con mucho aguante, pero falto de mando y de temple. Por añadidura, mató a pellizcos.

Juan José es un torero que posee ténica y oficio. Los sacó a la luz gris de la tarde en sus dos enemigos, pero la frialdad de sus maneras se contagia al tendido. A su primero, que se quedaba corto y embestía al trote, lo toreó con la derecha, de modo mecánico y sin muchas ganas, con evidente uso del pico de la muleta. En el cuarto fue empitonando sin consecuencias. El toro embestía con la cabeza muy alta y se frenaba en todos los muletazos. En uno de ellos levantó la cabeza y aupó al torero prendido por el muslo. Luego, mató muy mal, porque el toro no le dejaba pasar.

El primer toro de Mario Triana fue muy flojo de patas. El sevillano estuvo jugando al unipase con él, esparciendo tedio y sosería a diestro y siniestro, como suele decirse. El sexto fue un manso entablerado, al que el picador había perseguido sañudamente, con la colaboración de El Pimpi, en el tercio de varas. Mario lo citó en tablas con machaconería y lo mató sin convicción.

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