Karl Bohm
El emperador de 'Sissi' abandona el cine para ayudar a los hambrientos de Etiopía
El 6 de mayo de 1982 el actor alemán Karl Bohm, que había alcanzado enorme popularidad al encarnar al emperador Francisco José en la serie Sissi (1954), que igualmente lanzó a la fama a la joven actriz Romy Schneider, apareció en la televisión alemana apostando con los telespectadores austriacos, suizos y alemanes que contemplaban la emisión. Karl Bohm les aseguró que si cada uno de ellos enviaba un marco al presidente de su Gobierno, entre los tres países se podía reunir una cantidad suficiente para paliar parte del hambre que hay en el mundo.
A poco menos de noventa y cinco millones de pesetas ascendió la entusiasta recaudación, y el actor, no menos entusiasmado con su proyecto, vive ahora a 400 kilómetro de Addis Abeba, en Etiopía, ayudando a un millar de nómadas que habitan en aquel lugar, donde se soporta desde hace ocho años un terrible sequía. Karl Bohm ha con vencido a los nómadas a quemar sus viejas chozas y construir casas más soportables, ha acercado agua al seco lugar, ha proporcionado la base de amplios rebaños, de utilizar tractores, de conocer electricidad, de acudir por vez primera a la escuela, de conocer las leyes de la agricultura... En compañía de otros amigos altruistas Karl Bohm ha levantado una nueva ciudad.Tiene ahora el actor cincuenta y cinco años, y asegura que mientras dure el dinero recaudado no piensa regresar al cine ni al teatro, aunque excepcionalmente deba participar en una obra teatral que será estrenada en Viena. Interrumpe así una carrera que estuvo a punto de quedar encasillada en aquellas blandas peripecias de la emperatriz Sissi, pero que él supo orientar de nuevo cuando la serie del chantilly pasó de moda. No alcanzó la misma popularidad de Romy Schneider, pero le fue a la zaga en su búsqueda de nuevas vertientes Contratado por Hollywood, intervino en algunos de sus grandes espectáculos (Los cuatro jinetes del Apocalipsis, El maravilloso mundo de los hermanos Grimm), pero se marginó también de ellos para volver a trabajar en películas de interés distinto. Fue sorprendente, po ejemplo, verle interpretar a aquel cineasta asesino que filmaba la muerte de sus víctimas; tardó mucho en estrenarse en España Pepping Tom (1960), y cuando lo hizo no se vio alterada sólo en el título (aquí se llamó El fotógrafo del pánico), sino que sufrió distintas recreaciones de la censura.
Difícil es saber si a su entusiasmo por un cine más inteligente acompañaba condiciones de buen actor. Karl Bohm, con su eterna cara de niño y su expresión pelargonada de buena familia (es hijo del director de orquesta del mismo nombre), se vio sujeto a personajes que correspondieran a tan poco original fisonomía. Si en Pepping Tom supo romper la norma y crear un personaje perverso precisamente desde su cara feliz, la mayor parte de sus películas proyectadas en España han mantenido la herencia de aquel emperador que acompañaba a Sissi en sus amores y conflictos. Generalmente, los actores y actrices son víctimas de su cuerpo, tanto para limitarlos como para proporcionarles su único talento.
Hombres para hombres es el nombre con que Bohm ha bautizado la fundación en que ahora trabaja en Etiopía. Asegura que no serán los partidos políticos los que solucionen el conflicto del hambre en el mundo. Sólo, dice, quienes realicen trabajos similares al suyo.
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