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Reportaje:Felipe González, un socialista en la corte alaui / 1

El prestigio del rey Hassan II,muy superior al peso específico de Rabat en la escena mundial

El Marruecos que visitará el presidente del Gobierno español, Felipe González, los días 28 y 29, lunes y martes próximos, se encuentra en uno de los momentos más delicados, pero al mismo tiempo más importante, de su andadura desde la independencia de 1956.

La dinastía alauí, instalada en el poder sin ninguna base étnica desde mediados del siglo XVII, pagó esa carencia con una constante rebelión de las tribus, a las que tuvo que combatir duramente antes de unificar este país de dos componentes tan diferentes como la de los bereberes originarios y los árabes llegados con la expansión del Islam.El rey Hassan II, decimoquinto representante de la dinastía si se exceptúan algunos interregnos que no cuentan los historiadores oficiales, es, después del tercer sultán de la dinastía, Mulay Ismail, el que más poder concentra en sus manos y el que lo ejerce de manera más absoluta.

En el plano internacional, Hassan II ha adquirido un prestigio como ningún otro representante de la dinastía y una influencia probablemente muy por encima del peso específico concreto de Marruecos en los problemas internacionales. Es presidente del Comité al Qods (Jerusalén) de los Árabes y portavoz del Comité de los Siete, creado por la cumbre árabe de Fez para explicar a Occidente el plan de paz árabe para Oriente Medio.

En lo regional y africano, el monarca logró restablecer la deteriorada posición de Marruecos al aceptar en la cumbre de la OUA de Nairobi de 1981 la celebración de un referéndum de autodeterminación para los saharauis. El encuentro con el presidente argelino, Chadli Benyedid, en Akid Lotfi, el pasado 26 de febrero, que puede considerarse en gran medida como el reconocimiento del tesón del soberano, permite, a la vez, la normalización de las relaciones entre los países del Magreb.

Pero este Marruecos de prestigio internacional tiene su punto débil en su situación interior, económica y política. Ello es lo que ha permitido a la oposición preguntarse si es que "acaso Marruecos es una potencia diplomática minada por la crisis económica y social".

Apertura en entredicho

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La apertura democrática marroquí, iniciada tras la entrega por España del Sahara occidental en 1975 y, sobre todo, con las elecciones generales de 1977 -denunciadas, no obstante, como fraudulentas por los partidos de la oposición y el Istiqlal-, se encuentra en la actualidad en entredicho.

La oposición socialista tiene aún a sus principales dirigentes sindicales en la cárcel, sin haber sido siquiera juzgados desde la huelga general de junio de 1981, lanzada por ellos. Ayer mismo el diario comunista Al Bayane, el único de la oposición aún autorizado, denunciaba las condiciones lamentables de detención de cinco dirigentes socialistas detenidos en la cárcel de Marraquech y que han debido ser hospitalizados.

Los órganos de expresión del partido socialista (USFP), Al Moharrer, Liberation y Democratic 0uvriere, siguen clausurados por la policía, en virtud de una decisión administrativa de 1981.

Las elecciones municipales y generales que debían permitir la reanudación de la mencionada apertura democrática -aun con todas sus imperfecciones- han sido ya pospuestas dos veces. Nadie sabe aún a ciencia cierta cuándo tendrán lugar. El plazo constitucional para su celebración, después de las dos prórrogas aludidas, expira el próximo mes de octubre. Los signos de reconciliación que la oposición espera de parte del poder no llegan, sin embargo.

Virtual suspensión de pagos

La economía se encuentra en un período de crisis profunda. La reciente disposición de someter todas las importaciones de Marruecos a la necesidad de obtener una licencia de importación ha sido interpretada por la oposición como un intento de ocultar la virtual suspensión de pagos al extranjero en que se encuentra el país.

El paro alcanza ya al 70% de la fuerza de trabajo. La creación de empleo no alcanza ni para hacer frente a la cuarta parte de los 200.000 marroquíes que todos los años llegan al mercado de trabajo. Los trabajadores emigrados son la principal exportación marroquí y la más importante fuente de ingresos en divisas, superior incluso a la exportación de fosfatos, principal renglón de las exportaciones marroquíes.

Los salarios, calificados ya de hambre en 1981, y que dieron lugar a la huelga de junio de 1981, sangrientamente reprimida, se han deteriorado mucho más desde entonces, debido a la constante inflación, que ha sido calculada entre el 20%. y el 25% anual. Ello hizo que Marruecos fuese considerado largos años como el paraíso de los empresarios, pero esa situación paradisiaca la devalúan ahora las pesadísimas cargas fiscales que pesan sobre las empresas privadas y la corrupción o ineficacia atribuida a la Administración.

Los conflictos sociales sólo los evita el extensivo control policial del país y la indefensión del trabajador, que le impide cualquier propuesta por el doble miedo a la represión y a la pérdida de empleo.

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