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Reportaje:La 'nueva' Guatemala del general Ríos Montt / 1

El régimen militar tiene en las sectas protestantes fundamentalistas, su aliado espiritual

El 23 de marzo de 1982, un golpe militar llevó al poder en Guatemala al general Efraín Ríos Montt, que pretende edificar un nuevo país en el que todo está envuelto en un halo de misticismo y moralismo. El aliado espiritual del régimen son una serie de sectas protestantes fundamentalistas, a una de las cuales pertenece Ríos Montt, que han proliferado en los últimos años, con una oscura financiación, y que pretenden sustituir a la Iglesia católica, a la que consideran peligrosa por su contestación al régimen. Las sectas fundamentalistas hablan de pobreza y de miseria, pero no denuncian las injusticias estructurales. Nuestro corresponsal en México ha visitado recientemente Guatemala.

JESÚS CEBERIO "No mentir, no robar, no abusar" son los tres mandamientos básicos del régimen que hace un año se instaló en Guatemala, tras el golpe militar de los jóvenes oficiales. Como si se tratase de un rito iniciático, en todas las dependencias oficiales han tenido lugar ceremonias en las que 120.000 funcionarios, de ministros a conserjes, se han comprometido a cumplir con las nuevas tablas de la ley.

Desde la propaganda oficial a los discursos del presidente de Guatemala, general Efraín Ríos Montt, todo aparece envuelto en un halo místico-moralista. Aun, cuando el presidente reconoce sus culpas ante el país, no dice que ha violado la ley, sino que ha pecado contra el pueblo. Tal vez, con el convencimiento que le da su religión de que basta con reconocer el mal para ser perdonado.

Como sustentación teológica del nuevo régimen ha nacido una secta original que se hace llamar Milagro en marcha, dirigida por John Carrette. Su catecismo traza un paralelo entre el nombramiento de Nehemías como gobernante del pueblo judío para reconstruir el muro de Jerusalén y el golpe de Estado que dio el Ejército el 23 de marzo de 1982: "El pueblo cristiano clamó al Señor para frenar la mano de Satanás, que estaba robando, matando y destruyendo a Guatemala. Dios oyó y contestó con el principio de un milagro de reconstrucción nacional".

Resonancias bíblicas

La nueva Guatemala que Ríos Montt quiere edificar adquiere así resonancias bíblicas y cuenta con el apoyo directo de la divinidad. Gin de Boyler, que sin haber cumplido los cincuenta años es el anciano gobernante (dirigente máximo) de la Iglesia Cristiana Verbo a la que pertenece el presidente, insiste en que ellos no se meten en política.

Esto no le impide manifestar que cuando Ríos Montt llegó al poder, "éste era un pueblo regido por la ley de Jesse James, y eso ha cambiado. No decimos que todo esté perfecto: se encontró con un Ejército y una policía violentos pero el respeto de los derechos humanos ha mejorado. Yo sé que ha hecho milagros viendo cómo estaban las cosas antes".

Aliados espirituales

De Boyler critica indirectamente a la Iglesia católica cuando dice "Nuestra perspectiva, es muy similar a la de los católicos en la ayuda a los pobres. Pero nosotros no hacemos oposición a los Gobiernos, lo mismo aquí que en Nicaragua. No somos dados a la protesta. Si hay un mal, tratamos de corregirlo".

Frente a una Iglesia católica fuertemente comprometida en la denuncia de la injusticia y la violación de los derechos humanos, las nuevas confesiones protestantes (hay ya más de 160, la mayoría procedentes de California) ofrecen una doctrina fundamentalista, de relación directa con Dios, de quien dimana toda autoridad y quien ha establecido un plan de salvación para cada hombre. La resignación es un componente importante de su mensaje religioso.

Estas iglesias, que a veces adquieren nombres pintorescos, se han convertido de hecho en el aliado espiritual de un proyecto político. Se registra así la paradoja de que un Estado laico, por efecto de la revolución liberal de hace un siglo, ha adquirido ahora fuertes connotaciones religiosas, de una religión por lo demás minoritaria en el país, ya que, pese a su crecimiento acelerado, las distintas iglesias protestantes no agrupan a más del 20% de la población.

Un sacerdote católico moderado, que pide silenciar su nombre, asegura que el Gobierno es consciente de la profunda religiosidad del pueblo guatemalteco. "Considera a la Iglesia como su principal enemigo por su mensaje de liberación y trata de frenarla favoreciendo a estas sectas fundamentalistas que predican la resignación".

A su juicio hay dos tipos de sectas: "Unas actúan como cuñas, tratando de sembrar la división en zonas. indígenas de mayoría católica; otras llegan como los zopilotes, cuando el Ejército ha barrido a sacerdotes y catequistas. Aprovechan así el ansia natural de trascendencia que tiene un pueblo humillado durante siglos".

El anciano gobernante del Verbo admite que algunas confesiones protestantes presentan a la Iglesia católica como "la gran ramera de Babilonia", para añadir que se trata de un planteamiento "que nosotros no compartimos".

El sacerdote asegura que la penetración de estas confesiones, sobre todo de las más agresivas en su proselitismo anticatólico, se apoya en programas sociales a veces enormemente costosos, cuya financiación tiene orígenes misteriosos. "No sabemos cómo sectas que tienen sólo unos miles de seguidores pueden montar escuelas, hospitales y templos".

La Iglesia del Verbo

Admite, sin embargo, que también los predicadores católicos emplearon estas fórmulas durante la colonización. "A los pueblos indígenas se les ha obligado a ser serviles, por eso se van con aquel que les ofrece maíz o ropa. Esto es lo que hacen aún hoy muchas sectas. Por medio de regalos van introduciendo su mensaje".

Gin de Boyler, que trajo a Guatemala la Iglesia del Verbo (entonces se llamaba Godspell Outreach y reunía apenas a unos cientos de personas en Eureka, California), después del terremoto de 1976, por medio de un programa de construcción de casas, dice que, a la larga, este tipo de proselitismo no funciona.

"En el pasado, los proyectos de socorro tenían el efecto de comprar almas. La gente iba a la Iglesia porque el misionero les daba arroz o maíz. Los misioneros pretendían levantar su iglesia a base de víveres, pero al acabarse éstos se acababa también la fe de los creyentes".

Con sólo 1.200 seguidores reconocidos en todo el país y un único templo en la capital (una inmensa carpa circense, de llamativas rayas verdes y amarillas, instalada en una zona residencia), la Iglesia del Verbo es ahora objeto de atención pública porque en ella reza cada domingo el presidente Ríos Montt, que antes de ser llamado para presidir el nuevo régimen estaba apartado del Ejército, en situación de disponible, dirigiendo la escuela de su iglesia.

Desde el 23 de marzo del pasado año, la asistencia a los oficios religiosos del Verbo ha aumentado, tal vez porque algunos de los nuevos asistentes tienen la secreta esperanza de poder hablar con el presidente y obtener alguna prebenda por el solo hecho de compartir el mismo culto.

Sin ser el Verbo una de las sectas más agresivas y pese a que maneja en su doctrina algunos vagos contenidos sociales, siempre muy matizados, algo de su filosofía del éxito personal se revela cuando uno de sus ancianos, James Jankowiak, dice: "Decidimos abrir nuestro templo en el centro de la capital, porque los propios guatemaltecos nos convencieron de que es muy fácil que los pobres vayan a donde los ricos, pero muy difícil que los ricos vayan a donde los pobres".

Caridad de rancio estilo

A lo largo de hora y media de conversación con los dos principales dirigentes del Verbo, surgen frecuentes referencias a los Pobres, pero ninguna a las injusticias estructurales. Su acción tiene que ver con la caridad, entendida al más rancio estilo.

Mucho de éste se traduce en el discurso de Ríos Montt, que reconoce en el hambre y la miseria las dos principales fuentes nutricias de la guerrilla. Asume ante los maestros de Jutiapa que la violencia se alimenta de que tres millones de guatemaltecos (la población total es de siete millones) tengan que vivir con medio quetzal al día (65 pesetas) y que otros dos millones y medio no lleguen a 1,20 quetzales (156 pesetas).

Pero esta confesión, de hecho imposible bajo los Gobiernos anteriores, no le llevan necesariamente a plantear un profundo cambio de estructuras que equilibre el reparto de la riqueza. Las anunciadas reformas económicas se han limitado hasta ahora a una tarea moralizadora de los funcionarios, para frenar una corrupción que, en algunas dependencias del Estado, llegaba a desviar el 75% de los recursos.

Algo se ha avanzado en este sentido, pero las reformas de su Gobierno se han limitado hasta ahora al programa "fusiles y frijoles", qué, en su apartado de frijoles, significa repartir entre la población indígena alimentos canalizados a través de organismos benéficos internacionales. Y aun eso ha llegado sólo a 114.000 indígenas, según cifras oficiales, cuando la población aborigen es de 4,2 millones.

Gonzalo Asturias, director de Relaciones Públicas de la presidencia, afirma que, en la situación en que se encuentra la economía del país, no se puede pensar en repartirse las tierras más ricas de Occidente, aglutinadas en grandes latifundios. "Si se intentase esto acabaríamos con la única producción agrícola que exportamos".

Las reformas de Ríos Montt se reducen por ahora a ofrecer a los indígenas tierras sin roturar en los confines del enorme y deshabitado departamento de Petén. Se culminaría así el proceso secular de desplazamiento de estos pueblos, que a cada signo de fertilidad de la tierra han sido desposeídos de ella, siempre bajo la promesa de suelos disponibles más al norte.

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