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Infalible

Rosa Montero

Ni siquiera oveja, sino cabra, cabra descarriada es lo que soy, y, en mi extravío entre las jaras terrenales, hay un enigma de fe que, últimamente, me tiene preocupada hasta la médula: el Papa, dice el dogma, es infalible. Una curiosidad sin duda atea me llena la cabeza de preguntas: ¿cuánto abarca esta infalibilidad papal, esta precisión hija de la ciencia angélica? ¿Es infalible el Sumo Pontífice desde que se levanta hasta el momento de dormirse o, por el contrario, se trata de un fenómeno con alzas y con bajas, un don que viene y que se va, al pálpito secreto de la fe? ¿Es infalible el Papa en todos los juicios que formula, desde un banal pronóstico de lluvias, por ejemplo, hasta un delicado y finísimo anatema? La pura lógica (que es por otra parte fuente de fatales errores, como bien nos explica la Santa Madre Iglesia) me hace pensar que no, que la infalibilidad no es un continuo, que se aplica sólo en cuestiones doctrinales. Ahora bien, en este caso, ¿quién decide dónde empieza y dónde acaba la doctrina? Algunos temas están claros, como, es un decir, la Trinidad. Discutir si hay tres divinidades o una es sin duda el campo idóneo para la aplicación de lo infalible, aunque haya sido éste, el trinitario, un problema que le ha costado muchos cismas y muchos años de debate a la Iglesia (o sea, que tampoco lo tenían claro). Pero cuando el Papa aborda un tema de política terrenal perecedera ¿está divinamente protegido del error? Cuando dice que la guerrilla salvadoreña provocó la muerte del arzobispo Oscar Romero, ¿quién se confundió, el Pontífice o el traductor de su discurso? Doscientos intelectuales cristianos italianos criticaron la actitud del Papa en Nicaragua. ¿Pudo equivocarse Juan Pablo II en el enjuiciamiento que ha hecho, con sus gestos, con sus actitudes, de la situación política concreta, o la infalibilidad se manifiesta siempre que el Pontífice lo quiere y necesita, sea o no un tema doctrinario? ¿Es infalible la infalibilidad? Fue en el Concilio Vaticano I, en 1870, cuando se estableció el dogma de la infalibilidad. Los papas anteriores, ¿se equivocaban, eran un poco más humanos? Pregunto y pregunto y seguramente abundo en el error y en el pecado: es natural, yo no dispongo de un dogma que me ampare.

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