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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Los arístocratas de la fe pública

De entrada, conviene recordar los singulares caracteres que concurren en la función notarial, que abarca una doble e inescindible función: la de asesor jurídico de las partes y la de encargado de una función pública. El notario es en primer lugar un asesor de las partes que acuden a él. Esta labor, de la que deriva el prestigio social que el notario suele tener, ha adquirido hoy una importancia esencial, pues la difusión de la propiedad ha puesto en contacto con los notaríos a un sector de la población, escaso en conocimientos jurídicos y medios económicos, que recibe como previa o posterior a la autorización de la escritura la ayuda y consejo de aquél. Uno de los fenómenos más importantes de estos últimos tiempos, como es el acceso a la propiedad privada de las masas más humildes de la población, ha sido posible gracias a la callada y eficaz actuación notarial. Si se cercenara ese aspecto asesor del notario, se produciría un vacío difícil de llenar y cuyas con secuencias y perjuicios recaerían sobre los menos favorecidos.Un segundo punto a destacar es la atención que los notarios prestan a su trabajo. Como es lógico, y salvo excepciones, siempre posibles en cualquier profesión, puede afirmarse que el notario atiende personalmente su despacho, aunque tenga el apoyo y ayuda de sus empleados, que, justo es decirlo, también, salvo algunas excepciones, forman un colectivo eficaz y competente. Tenemos la seguridad de que ciertas afirmaciones puestas en boca de "empleados de notarías" no son compartidas por la mayoría de éstos y es injusto atribuir a los empleados de notarías en general la opinión de uno o varios no siempre representativos.

Un tema difícil de determinar es cuál es el número ideal de documentos que puede autorizar un notario. Depende mucho, como es lógico, de la edad y capacidad personal del notario y de los emplea dos y medios mecánicos con que cuenten. ¿Mil contratos es un tope? En nuestra opinión, depende de la naturaleza y complejidad de éstos. Lo que sí es falso es que en Madrid sólo un par de notarios hicieran menos de mil contratos en 1980 y muchos superaran los 10.000. En ese año, sólo 33 de los 150 notarios de Madrid superaron los citados mil, y, por supuesto, ninguno pasó de los 4.000. El dato proporcionado en el artículo de EL PAÍS es erróneo y procede de confundir contrato con todo tipo de documentos. Lo cierto y real es que hay la impresión de que el trabajo ha descendido en los últimos años, y de forma especial, los años 1981 y 1982, lo que es fácil de compren der si se tiene en cuenta que la base del trabajo notarial. reside en la venta de pisos y que la construcción atraviesa hoy una fuerte crisis.

Los ingresos de los notarios

El punto más espectacular en torno a la función notarial es el relativo a los desorbitados ingresos de los notarios. Aquí, la fantasía se desborda y es fácil añadir ceros y multiplicar ingresos. Para colmo, se utilizan algunas declaraciones fiscales sin tener en cuenta a veces que hay que detraer de esas cifras los gastos o que en ellas, junto a los ingresos notariales, se unen, sin distinguir, los ingresos por otros conceptos, y en especial, los frutos de un patrimonio personal, en algunas ocasiones cuantioso.

Los notarios son 1.700 y, entre ellos, dado el régimen de libertad de elección -en el que reside la eficacia y prestigio de la profesión- los hay que ganan poco -algunos muy poco- otros que ganan bastante y algunos casos aislados probablemente mucho. Que sepamos no hay un estudio serio hecho sobre este punto, por lo que todas las afirmaciones y datos que se utilizan son fruto de la imaginación o malicia del informante. Sí estamos en condiciones de decir que, si bien el nivel medio de ingresos de los notarios es posiblemente superior al de otros colectivos, corno médicos, arquitectos o abogados, en cambio las que podemos considerar primeras figuras de estas profesiones tienen unos ingresos que duplican o triplican los de los notarios más destacados.

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En cuanto al arancel es cierto que sigue intocado desde 1971 y su carácter fuertemente regresivo no le permite compensar la subida de los costes de la vida con el aumento de valor de los documentos de cuantía. Lo que decretó la dirección general, a propuesta pero sin traspasar ningún poder de decisión a los colegios notariales, es permitir la repercusión parcial de los gastos que produce la preparación de los documentos en una proporción que no llega a la subida que el coste de la vida ha tenido en este plazo. Sobre los notarios, como puede fácilmente comprenderse, grava hoy de forma especial el enorme aumento de los costes, sobre todo cuando tienen, como ocurre en estos despachos, como principal partida el de un personal competente y por regla general bien retribuido.

Otra afirmación sutilmente falaz que suele hacerse al hablar del notariado es la identificación del mismo con la política, y en concreto, con determinado sector de ella. Es raro en estos tiempos, al hablar del notariado, no referirse a Blas Piñar, Arias Navarro, Félix Pastor o José Luis Alvarez, todos dignísimos compañeros que han sabido perfectamente separar su dedicaci6n política de su quehacer profesional. Pero los que quieren, aireando estos hombres, crear una cierta imagen del notariado, olvidan algunas cosas.

Primero, que el notariado se ha mantenido en toda su trayectoria al margen de la política. Son muchos los líderes obreros -por poner sólo un ejemplo- que deben recordar el amparo que encontraron en la imparcialidad de los protocolos notariales en, su época de lucha por la fibertad. Olvidan también que Joaquín Costa fue notario, así como Blas Infante, el hoy proclamado padre del andalucismo y que fue ejecutado después de la guerra civil. Y que hoy, junto a los nombres que citan, deben poner los de los también notarios Antonio Ojeda, presidente del Parlamento andaluz; Xavier Rocha, diputado, en la anterior legislatura, o Carlos Bru, incluido en la lista del PSOE en las recientes elecciones, por citar sólo algunos de los más destacados. En general, sin embargo, los notarios, pese a la imagen que se ha querido dar, suelen sentirse poco atraídos por la política y puede afirmarse que de los 1.700 no hay arriba de veinte que militen activamente en ella.

La demarcación

Por último, ignoramos qué base tiene la grave afirmación de que "los notarios" -o sea, parece que todos o una gran mayoría- se oponen a los proyectos del Gobierno de "controlar su actividad". Desconocíamos y nos sorprende la noticia de que el Gobierno pretende "controlar más nuestra actividad". El Gobierno, a través de la dirección general, tiene atribuidas unas funciones inspectoras que creemos son suficientes, que ignoramos se pretendan incrementar, pero que, por supuesto, no pueden molestar a los notarios, que son los primeros interesados en que se preste la profesión en los mejores términos posibles.

Que tengamos noticia, sólo dos proyectos de¡ Gobierno han sido ,anunciados. Uno es la rebaja de la edad de jubilación. No se oponen en general los notarios a esta medida. Pero hay que reconocer que tal decisión plantea un problema no desdeñable. Los notarios jubilados cobran una pensión con cargo a una mutualidad, mantenida exclusivamente por los notarios, con un esfuerzo económico que alcanza hoy cifras de muy difícil aumento. Parece lógico que si, por razones de interés general, se rebaja la edad de jubilación, lo que alcanza a la muy numerosa promoción de después de la guerra, se solicite de los poderes públicos un estudio de las posibilidades que hay para evitar que cargue el peso económico de esta medida sobre una mutualidad que probablemente no podría soportarla.

La otra medida anunciada es la reforma de la demarcación notarial. Tampoco en este punto hay una oposición notarial a que se realice, aunque sí hay el deseo de que se mantenga en su preparación una intervención, en general consultiva, de los órganos profesionales, lo cual no sólo es lógico, sino que viene amparado en el artículo 105 a de la Constitución, que dice:"La ley regulará la audiencia de los'ciudadanos, directamente o a través de las organizaciones reconocidas por la ley, en el procedimiento de elaboración de las disposiciones administrativas que les afecten". Creemos que no es mucho pedir.

Parece que la profesión notarial ha comenzado a merecer la atención de la Prensa. ¿Qué pediríamos a ésta? Que rehuya informantes anónimos que proporcionan noticias no contrastadas, con frecuencias falsas y siempre interesadas, y que penetre en las propias notarías, calibre el trabajo y servicio que en ellas se presta y coopere a que éste, cada vez, sea más eficaz y a depurar, con sus críticas, los vicios o abusos que puedan producirse.

Antonio Rodríguez Adrados y José María de Prada González son notarios.

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