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Rumasa

Rosa Montero

Hace cinco años entrevisté a Ruiz Mateos. Me recibió en el corazón de su colmena, en las olímpicas alturas de su torre, toda forrada en moquetas claras, caras, toda impregnada de¡ laborioso bisbiseo de cien máquinas de escribir sin duda eléctricas. Almorzarnos en un comedor con vocación de despacho y, al filo de un frugal plato de pescado, que no probé, saqué el tema que ya entonces flotaba en el ambiente. Dicen que cualquier día esto puede reventar, como Matesa, sugerí.. Ruiz Mateos enseñó los dientes, más reidor que amenazante, césar indiferente y comprensivo: "Eso es un puro disparate; Rumasa está integrada por más de trescientas empresas, tiene fuertes activos, reconocidos, tangibles: inmuebles, bancos, hoteles, fincas, bodegas... Rumasa es una sociedad sólida, potente y bien conducida, que no tiene nada que temer". Bajo nuestros pies se extendía el imperio, un edificio de recias paredes de cemento, una colosal pirámide de empresas, en cuyo vértice se sentaba Ruiz Mateos con divino aplomo faraónico. Entonces, hace cinco años, era un hombre acostumbrado a contemplar la eternidad, aunque el gran crucifijo que presidía su mesa ya pareciese amenazar con desplomarse de un momento a otro.A Ruiz Mateos se le ha pulverizado el trono en una noche; ahora, desde el refugio de su casa, desgrana blandas quejas con olor a sacristía. El siempre dijo que su objetivo era crear 100.000 puestos de trabajo: su conquista en los negocios terrenales parecía ser tan sólo un modo de conquistar el paraíso. En cualquier caso, su labor se ha detenido en los 60.000 empleos: no sé si esto le bastará para alcanzar el cielo o si se quedará rozando el purgatorio. Dice él ahora que no comprende nada, y yo tampoco entiendo que, ante la expropiación de dieciocho bancos, sea precisamente el de la banca el sector que parece estar más satisfecho. Hace cinco años Ruiz Mateos, que entonces era uno de esos hombres que creen poseer la totalidad de las respuestas, me recomendó que me casara y que sentase la cabeza. Yo, que no poseo ningún Camino que explicarle, ni siquiera una trocha o vericueto, no sé qué aconsejarle ahora. Tampoco sé si él es el único malvado, ni quién es el verdadero vencedor de la caída de este imperio.

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