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La ejecución, apaleamiento y quema del bandido Miel Otxin, momento cumbre de la celebración en Lanz

Dos tiros con pólvora pusieron anoche fin a la efímera existencia del mítico Miel Otxin, el personaje central del carnaval de Lanz (Navarra), sin duda uno de los más antiguos y tradicionales de cuantos se celebran actualmente en España. Este peculiar carnaval, que perduró durante y a pesar del régimen franquista, representa la condena y posterior ajusticiamiento popular de un famoso bandido: Miel Otxin. La mascarada concluyó con el apaleamiento del bandolero y la quema de sus restos, mientras los participantes en el festejo celebraban el acontecimiento bailando en corro alrededor de la fogata al son del txistu.

El carnaval del Lanz, pequeña población situada a unos 25 kilómetros de Pamplona representa, la condena y posterior ajusticiamiento popular de un famoso bandido, Miel Oixin, quien, según la leyenda, cometió toda clase de fechorías contra los habitantes de la zona. La muerte de Miel Otxin, un gigante de paja de más de tres metros de altura y Unos treinta kilos de peso, tuvo lugar, en esta ocasión, en presencia de menos público del que es habitual y con una temperaturá de algo más de 7 grados bajo cero.El bandolero, dueño y señor de Lanz durante estos dos últimos días, se paseó nueva e impunemente por las calles de la villa, entre los aullidos y lamentos de la comitiva carnavalesca. Ese era su pequeño consuelo antes de que dos tiros de escopéta de caza segasen anoche definitivamente su vida y pasara a ser pasto de las llamas, entre el regocijo del pueblo y la impasibilidad de los visitantes.

En este ancestral carnaval -que no es un mero espectáculo folklórico como pudiera creerse, sino la exteriorización de los sentimientos de rabia, venganza y odio, hacia un personaje, según algunos escritores- toman parte, además, del gigante Miel Otxin, para cuya elaboración se precisan muchas horas; el Ziripot, la figura grotesca de la fiesta, encarnada por un joven embutido en dos sacos atiborrados de heno y helechos secos que le impiden prácticamente andar y que apenas si le permiten mantenerse en pie; el Zaldiko (caballito) es un mozo disfrazado de caballo que corre, salta y provoca a empujones las repetidas caídas del pobre Ziripot; los txatxos (máscaras) son jóvenes del pueblo disfrazados de forma caótica y abigarrada, con las caras tapadas con telas de saco, cubiertos de pieles de vaca, carnero, oveja e incluso jabalí y armados de escobas, palos u horcas; y, por último, los arotzak (herreros), quienes, embozados en ásperas sábanas de arpillera y provistos de un caldero con fuego, martillos y tenazas, tratan de herrar al Zaldiko.

Precisamente, a hombros de uno de estos txatxos, el lunes al mediodía salió del desván de la posada-ayuntamiento del pueblo, a las concurridas calles, el mítico gigante Miel Otxin. En su salida fue acompañado por el resto de la mascarada, que le siguió profiriendo furiosos aullidos y potentes irrintzis (gritos). El bandolero -ataviado con una camisa chillona, una enorme fa a roja, pantalones azules, polainas y capirote- permanecía, no obstante, indiferente.

Entre las máscaras o txatxos apareció tambaleante el ziripot, la montaña de carne, con su ridícula cabecita. Los txatxos. protegían al ziripot de las furiosas y rápidas enbestidas del zalbiko. Pero esta protección a lo largo del recorrido no era suficiente ya que el caballito en cuanto tenía la menor oportunidad asestaba un golpe con la parte delantera de su aparejó o le propinaba una coz, derribándolo en me dio de la nieve que cubría la calles.

Juicio en la plaza

Las Continuas caídas del ziripot que éste exageraba lanzando ridículos gemidos y moviendo al aire sus gruesas piernas, provocaron las chanzas y burlas de los espectadores. Cayó numerosas veces a lo largo del breve recorrido, ante la atenta -y curiosa- mirada de los niños y espectadores y, en otras tantas ocasiones, fue ayudado a levantarse por las máscaras, quienes, posteriormente, perseguían al zaldiko entre el hielo y la nieve. Por fin, los txatxos y los arolzak, cuando la mascarada llegó a la que se denomina. casa arotzanea (o casa del herrero, aunque en Lanz, nunca existió una fragua), cogieron al zaldiko fingiendo herrarlo, a lo que éste se opuso profiriendo fuertes gritos.La comitiva recorrió el lunes de esta singular guisa todas las calles del pueblo seguida de cerca por los espectadores. Los txatxos iban y venían a lo largo del camino, ululando, contorsionándose e intimidando con su aspecto siniestro a los pequeños, a quienes también perseguían. En ocasiones el presunto escobazo no llegaba y se convertía en una batalla de bolazos de nieve. Miel Otxin, mientras tanto, permanecía indiferente a lo que sucedía a su alrededor.Ayer, martes, se repitió de nuevo el tradicional paseo de la comitiva al mediodía por las Calles de la Villa. navarra. El recorrido de Miel Otxin por Lanz se reanudó posteriormente por la noche, aunque; en esta ocasión, bajo la atenta mirada de varios cientos de personas que acudieron a presenciar el acto final del carnaval: el juicio de Miel Otxin y su quema. El final de este paseo tendrá lugar en la plaza del pueblo. Allí será apaleado y juzgado.

Miel Otxin es siempre culpable y como tal recibe los ataques de los txatxos, uno de los cuales le dispara dos tiros Con pólvora. El gigante cae muerto en tierra, momento en el que las máscaras se abalanzan sobre él rasgándole las, vestiduras y descuartizándolo. La hierba que lleva en sus entrañas se hace. un montón y todos los txatxos, a los que se unen los hombres del pueblo, bailan un zortziko en torno al. gigante caído, a la vez que lanzan desgarrados irrintzis. Cuando se consume la pira y después de que las cenizas del mítico bandido son aventadas en espera de su próxima resurrección, el carnaval ha finalizado.

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