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Incidentes y desproporcionada reacción policial en el barrio de Malasaña, de Madrid

José María Sanz, un joven de diecinueve años, resultó herido de bala en la pierna en el transcurso de los enfrentamientos entre grupos de jóvenes que celebraban el carnaval y fuerzas de la Policía Nacional, en la plaza del Dos de Mayo, en el barrio de Malasaña, de Madrid, durante la madrugada del domingo. Cinco policías sufrieron lesiones leves. Diecinueve personas fueron conducidas a dependencias policiales, aunque varias decenas más fueron detenidas y puestas en libertad poco después, por su presunta participación en los disturbios.Los propietarios de establecimientos de la zona acordaron en la tarde de ayer efectuar un cierre de los locales entre las diez y media y las once de la noche, y convocar una concentración inmediatamente después para protestar por la actuación policial. Los diecinueve detenidos se encontraban ayer en la Dirección de la Seguridad del Estado, en la Puerta del Sol.

En la noche de ayer, sin duda para evitar nuevos incidentes, no se detectaba vigilancia policial en absoluto. El concejal de la junta municipal del distrito Centro, Francisco Herrera, aseguró públicamente que el Ayuntamiento repudiaba la actitud provocadora de las fuerzas de orden público de la madrugada anterior. Previamente se había dado lectura a un comunicado firmado por la asociación de vecinos y otras entidades en el que se pedía al ministro del Interior una investigación sobre los hechos y la adopción de sanciones contra los responsables.

La plaza del Dos de Mayo, una de las zonas de diversión más populares entre la juventud madrileña, se encontraba en la noche del sábado y la madrugada del domingo abarrotada por miles de jóvenes que, después de participar en los carnavales, se distribuyeron por los numerosos pubs y bares de la plaza y calles colindantes.

Los disturbios comenzaron poco después de las dos de la madrugada, en uno de los bares de la plaza, llamado La Oriental.

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Un herido de bala, cinco policías lesionados y 19 detenidos durante la celebración del Carnaval en Malasaña

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Uno de los camareros del bar, situado en la esquina de la plaza y la calle de San Andrés, tuvo que dar aviso a la policía para que atajara los actos violentos protagonizados en el local por un grupo de jóvenes, afectados por el alcohol, que se dedicaron a aporrear las máquinas tragaperras. Los policías detuvieron al autor de los destrozos en una máquina, del que no se ha facilitado el nombre, y en el momento en que habían subido en el coche oficial, se vieron rodeados por un grupo numeroso de jóvenes, que exigieron la libertad del detenido, insultaron a los agentes y llegaron a zarandear el vehículo.

A partir del momento citado, las versiones sobre el desarrollo de los hechos difieren. La información policial asegura que los componentes del primer coche zeta se vieron obligados a pedir refuerzos. Acudieron tres vehículos más, que fueron también rodeados por un grupo de unas quinientas personas. Los alborotadores se negaron a disolverse a pesar de las órdenes en ese sentido y de algunos disparos al aire de carácter intimidatorio. Los policías llamaron a nuevos contingentes de refuerzos que emplearon bombas lacrimógenas y botes de humo.

Los grupos fueron retrocediendo y dispersándose, no sin provocar serios destrozos en su huída en varios automóviles aparcados. Algunos de los vehículos fueron utilizados como barricadas, a la altura del número 94 de la calle de Fuencarral y en la de Divino Pastor. Las carreras, cargas y conatos de nuevos choques se prolongaron por espacio de una hora. No se sabe en qué momento resultó herido José María Sanz, quien, por otra parte, fue ingresado en el Hospital Provincial y se recuperaba ayer sin problemas de su herida.

Versiones contradictorias

Sin embargo, según testigos presenciales de los hechos, que no participaron en los disturbios, la actuación de la policía fue extraordinariamente dura, no guardó proporción con los primeros incidentes y sólo consiguió provocar a los miles de jóvenes que se encontraban en la plaza. Los policías del primer vehículo, al verse insultados y amenazados de palabra, salieron del coche disparando al aire y cargando indiscriminadamente. Los enfrentamientos se sucedieron después sin interrupción. El bar Sol de Mayo, donde se habían refugiado muchos espectadores, fue violentamente desalojado a golpes y la policía destrozó los cristales de un portal para perseguir en su interior a otro grupo. Algunas parejas fueron aporreadas sin que hubieran participado en las protestas iniciales. Un hombre con un chaquetón rojo y sin identificación alguna dirigió, pistola en mano, algunos de los movimientos policiales.

Grupos de manifestantes recorrieron las calles del barrio hasta bien entrada la madrugada, para protestar por la actuación de las fuerzas del orden.

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