Carmen
Que ahora dicen que vuelve. O sea que no sé. Por los mentideros mayormente. Ella es muy capaz, claro. Muy capaz de volver y muy capaz, así, sin más. Carmen Díez de Rivera, me refiero.Un día me pidió, amistosa, que no la sacase más en esta columna. Por razones casi históricas, imagino. Las mujeres siempre tienen razones históricas, o casi históricas, o al menos lo dicen, o a ellas se lo parece (aunque Carmen es muy lúcida, demasiado lúcida, la mujer más lúcida que yo he conocido en mi vida). Uno, como caballero de provincias que es -en Madrid, con tanta loapilla, ya no quedan caballeros-, cumplió lo pedido, lo prometido. En Carmen, siendo. tan bella, de lo que más se enamora uno es de la inteligencia. Me parece a mí. Carmen, luego, se fue como retirando, dejó de llamar, volvió a las clausuras interiores y laicas a las que siempre vuelve. Es una mística que pasa de Dios. Es una diosa que pasa de misticísmos. Carmen. Si ahora vuelve a la vida política (si ahora vuelve a la vida, simplemente), me parece a mí que será, a lo mejor, por hacer-, le campaña a Tierno Galván o sea, para las municipales, que la otra vez hasta anduvo pegando carteles de madrugada, y los gamberros a contra corriente le daban patadas en el culo. En todo caso, no sé la he visto en algunas fotos que me parecen recientes, y está dulcemente trágica de cara, bella de figura. Alí de sus pantalones vaqueros. Carmen. El otro día he escrito en esta columna que el romance romanceado que se ha sacado el pueblo, entre la esbeltez y el número, le viene muy bien al Gobierno, porque la austeridad, la ética y los cien años de honradez son asuntos muy hermosos, pero.un poco aburridos. Es mejor cuando pasa algo. No digo que.Carmen vaya a ser la estrella invitada del psocialismo, porque ella es un político de cuerpo entero, que vive dentro de su débil cuerpo de mujer rubia. Digo que, a más del sentido práctico y "rnacho" (con perdón) que tiene de la realidad política, Carmen hizo siempre la cosa pública con ese su touch de sensibilité que a mí me llevaba a regalarle líbros como Opio, de Cocteau, por putrefaccionarla un poco, y donde el arcangélico Jean dice que "de lo que hay que curarse no es del opio, sino de la inteligencia". Mejor que de otros males más femeninos, Carmen ha estado enferma de inteligencia, de lucidez. "Prefiero embriagarme de mi propia lucidez", decía André Gide al piano, otro que tal. Embriagada de lucidez, ha sido siempre muy dificil embriagarle a Carmen de otras cosas, y no como esas tontas que se las embriaga con un chanel número impar, hecho en Tarrasa. Lo malo es que en las cenas me preguntaban por ella: Qué es de Carmen, que no la vemos
Y uno lloraba hacia adentro, sobre la vichissoise, por no decir, o para decir que uno tampoco- la ve ni la veía. Carmen, Carmen. España te necesita, y perdona lo retórico del grito. Se nos perdió entre el sol ya árabe de Almería (Carboneras), y la sombra elegante/ susurrante de El Viso, aquí en Madrid. Ahora parece que vuelve, o eso quiero creer, por la Prensa del corazón político. Tenemos o hemos tenido o vamos a tener comida con el cura Llanos, santo en ambos martirologios: el cristiano y el marxista, lo cual que tiene la gloria eterna asegurada. No sé si en el ágape vallecano, que convoca Jiménez de Parga, veré a Carmen. Ella, que me ha explicado mejor que nadie el tedio blanco de Moscú y la marcha de Leningrado, no estaba anoche con Dubinin homenajeando al gran Rafael Alberti. ¿Vuelve o no vuelve Carmen? De mi corazón político no se ha ido nunca. (Quizá, tampoco del otro.) Pero, siguiendo con mi modesta teoría de Los novios, creo que Carmen Díez de Rivera debe de volver, no tipo folklore/psoe, claro, sino porque es uno de nuestros primeros políticos de izquierdas, Y tan rubia.
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