González Acilu, una personalidad diferenciada
El programa dirigido a la Sinfónica de Radio Televisión Española por Enrique García Asensio no contenía más obra de repertorio que la Obertura Académica, de Brahms, expuesta con gran espíritu. El resto eran novedades: Concierto para piano y orquesta, de González Acilu, y Sinfonía Victoria, de Villa-Lobos, en la que colaboró excelentemente un grupo de la Unión Musical de Liria. Quiere decirse que, por esta vez, el concierto era verdaderamente propio de una orquesta de radio, cuyo alto coste debe justificarse con un porcentaje significativo de nuevas producciones.El Concierto de Agustín González Acilu (Alsasua, 1929), responde a un encargo de la Institución Príncipe de Viana, hecho con ocasión del centenario de Eslava. Dentro del amplio marco de la vanguardia de los años cincuenta, el músico navarro presenta siempre connotaciones personales. En este caso, dos principales: el concepto de la música instrumental. como lenguaje sometido a análisis y la consciente o espontánea identidad vasconavarra, que acusan unos pentagramas no relacionados con lo popular.
Obras de Brahms, Villa-Lobos y G
Acilu.Orquesta Sinfónica de Radiotelevisión Española. Director: E. García Asensio. Solista: Pedro Espinosa. Teatro Real. 5 y 6 de febrero.
Sobre tales rasgos ha de anotarse la seguridad de escritura -está claro que Acilu dice con precisión aquello que quiere-, la cohesión de todo el concierto, concebido como un gran fresco sonoro, y la brillantísima dialéctica piano-orquesta. Pensada para Pedro Espinosa, quien la estrenó en Navarra y, ahora, en Madrid, el pianista canario mostró su capacidad de asimilación y su riqueza de imaginación. Espinosa es un intérprete creador, condición que músicas como Concierto de Acilu reclaman imperiosamente. Dominador de todos los recursos, fascinante expositor de enteras secuencias en cluster, Pedro Espinosa, y la Orquesta, claramente llevada por García Asensio, lograron un estreno vivo, impetuoso, pleno de color y bien explicado. Hubo muchos aplausos y el compositor salió a saludar con sus intérpretes por dos veces.
De la extensísima producción de Heitor Villa-Lobos, sin duda una de las más grandes figuras de la música iberoamericana, se conoce poco entre nosotros y, menos aún, del género sinfónico. Por lo mismo, tenía interés escuchar la Cuarta sinfonía, como lo tiene la audición del primer concierto pianístico que, el próximo viernes, tocará Luis Galve con la Nacional.
La sinfonía Victoria, segunda de un tríptico descrito bajo la impresión de la primera guerra mundial, basado en textos argumentales de Escragnole Doria, responde a ciertas constantes del pensamiento de Villa-Lobos, -humanismo, espectacularidad, grandeza de formas, suntuosidad sonora, densidad de orquestación, sentido poemático-, pero no se inscribe dentro del amplio cuadro de inspiración tradicional brasileira en el que el músico nos dio lo más atractivo de su obra. Más interesante, por cuanto de ninguna manera se ciñó a un nacionalismo estrecho, sino de alto vuelo universalista. Un tan ferviente admirador de Villa-Lobos como Vasco Mariz, sitúa el tríptico de la guerra (1919-1920) en un segundo plano dentro de la obra sinfónica de su tantas veces estudiado y biografiado compositor.
Enrique García Asensio planificó y realizó una excelente versión, que le valió largas ovaciones.
El violinista Quintanilla
En nuestro comentario al último concierto de la Orquesta Nacional señalábamos la belleza con que se produjo, en el concierto de Brahins, el primer violoncelista. Pero citábamos a Rafael Ramos, cuando, en esta ocasión, correspondió el soberbio solo del Andante profesor Alvaro Quintanilla Kyburz. Uno y otro instrumentista prestigian, junto a sus compañeros, a la ONE. Mas es justo que cada cual reciba el justo elogio que merece y el de ahora iba dirigido a Quintanilla.
Babelia
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