_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Castilla-León , por fin

Cuando en el mes de junio de 1978 un decreto-ley iniciaba la preautonomía en la región castellano-leonesa, se podía sospechar lo que un año más tarde era un pronóstico sin riesgos: el proceso autonómico podía ser el más largo y difícil de todos los previstos en España. Y el más silencioso.En seguida, Cantabria y la Rioja optaban por su propia identificación, que peculiaridades propias no les faltan. Castilla-León quedaba así con nueve provincias, 92.000 kilómetros cuadrados, 2.400 municipios. La más extensa de España y poco densa en población, que no llega a los tres millones de habitantes. Pronto surgen problemas con la provincia de León, que no encuentra razones ni sinrazones.

La buena voluntad de unos y otros supera el problema, se cumplen los requisitos constitucionales y León es una provincia incorporada, como las demás, pero la más poblada de todas.

Ahora pretenden los conservadores reabrir el problema. ¿Por qué? La campaña electoral que proyectan, me temo, no tiene como destinatarios a los ciudadanos de la región, sino a los localistas. Puede así elegirse el camino facilón sin importar el quebranto de la idea regional y del regionalismo que inspira la Constitución.

Cuando se solucionó en 1980 el problema de León, saltó la chispa en Segovia. Los españoles no se lo quieren creer, pero hay quien defiende a Segovia como comunidad uniprovincial para que no sea avasallada por Valladolid. La bola ha rodado demasiado, se hizo grande. Los vaivenes autonómicos y la debilidad del partido que estuvo en el poder no permitían la solución. Incluso se dijo la pasada primavera que si se apretaba en lo de Segovia podía caer el Gobierno, que cayó en agosto por muchas razones. Y Segovia se incorporará de pleno derecho tras ser aprobada la ley orgánica presentada en las Cortes.

El silencio en lo demás ha sido la constante durante los años pasados. Un Consejo General en manos del partido débil presumía de apatía, y cuando empezaron a llegar las transferencias, poquitas y facilitas, mostró su incapacidad. Por cierto, esta es la última comunidad que recibe la primera transferencia de la Administración central.

Silencio en la elaboración del Estatuto. La Asamblea de Parlamentarios y Diputaciones elaboró un texto que los socialistas nos esforzamos en que fuera digno, pero que resultó ser el más débil de todos los tramitados en España. Menos mal que las Cortes se disolvieron, lo que ha permitido que pueda salir un Estatuto para Castilla-León que esté a la altura de los demás y dé a esta región la consideración de comunidad autónoma, sin privilegios respecto de las otras, pero sin la humillación de ser la hermana pobre de todas, como los conservadores han facilitado durante siglos.

El proyecto de Estatuto, en ese afán mezquino de los que mandaban, quería igualar (?) a las provincias en el número de representantes en el Parlamento regional. No pretendía la solución de problemas, sobre todo de los más necesitados o de los sectores más marginados. Sólo buscaba que todas las provincias tuvieran casi los mismos representantes, lo cual no favorece a las pequeñas, sino que las discrimina y las ofende, ya que ofrece un fácil engaño, puesto que no les explica que luego en las Cortes regionales se sentarán los procuradores por grupos políticos y no por provincias. Esto es una democracia, que tiene su base en los partidos. Lo justo es acercarse a ese concepto general del hombre y el voto, aunque se garantice dignamente que todas las provincias, que es la circunscripción electoral, tendrán escaños. Un abanico de nueve provincias puede dar un buen Pleno de las Cortes con ochenta y tantos miembros.

La capitalidad, un tema menor

Me gustaría que se pudiera evitar, pero no sé si va a ser posible convencer de que la ubicación de la sede de las instituciones regionales es un tema menor en el conjunto de la autonomía. No sé si puede evitarse el debate, creo que podrá al menos lograrse un tono de diálogo y de racionalidad. Otras comunidades también han sufrido lo de la capitalidad, y ahora toca el turno a Castilla-León. Lo lamento. Cuando se anunció Tordesillas no gustó a muchos, e incluso sorprendió a españoles de otras regiones. Era una solución, no ideal, pero oportuna. Por historia y por ilusión, los tordesillanos se lo merecían. Además se asomaba. a Villalar de los Comuneros, el signo más fuerte de la región. En Villalar gritábamos, cuando aún no había democracia, por la libertad y la autonomía, y en el último Villalar se abría la ilusión de felicidad para Castilla-León.

Pero lo de la capitalidad está en el alero. Quiero creer que prevalecerán criterios de racionalidad y generosidad, sin incorporar elementos extraños al debate. Acusaciones de centralismos confieso que pueden ser atractivas electoralmente, pero simples y perjudiciales para la idea regional. Sobre todo si no se explica, y casi nunca se explica, lo que es centralismo. Que en un sitio o en otro radiquen unas oficinas no implica centralismo, que centralismo es el abandono de núcleos de población o la marginación de realidades que deben atenderse. Es centralismo si donde no se necesitan, ni es útil, ni adecuado, se instalan servicios públicos concretos que para poco sirven, olvidando a quienes pueden ser en cada caso los auténticos destinatarios. Es centralismo si se facilita la injusticia para que un sector disfrute a costa de otro que se deteriora. Al final, la racionalidad y la comprensión darán la solución definitiva.

Lo que importa es el contenido de la autonomía y el servicio que tiene que prestar a los ciudadanos. Castilla-León ha sufrido demasiado la humillación del elogio de grandeza, junto a la probreza y la emigración.

Si el Estatuto produce los efectos contrarios, menos grandeza en las palabras y más justicia en el reparto, se habrá logrado justamentelo que se necesita. Por eso se va a procurar dar a las instituciones regionales las competencias que hagan posible su futuro y el de sus gentes, el de la gente de Castilla León.

Conciencia de región

Dar conciencia de región, que va a ser sencillamente la manifestación exterior de lo que está en el ánimo de los ciudadanos castellano-leoneses. Lo que pasa es que hasta ahora se ha procurado, sin mala fe, pero por desidia y torpeza, ahogar un sentimiento que aflora en cuanto se ofrece esperanza regional. Precisamente en Castilla-León, que puede ser la comunidad equilibradora en el Estado de las autonomías de la Constitución española de 1978

La falta de seguridad está a punto de desvanecerse. El Estatuto de Autonomía empezará a regir dentro de poco y será recibido con serenidad, pero con satisfacción. Que hay muchos problemas que atender donde el índice de paro ha aumentado en los últimos años más que en otras regiones españolas, donde la agricultura obliga a especialidades, donde la industria se afianza a cachos, donde la emigración fue el paro de los años sesenta y dejó muchos pueblos sin vecinos.

Es la hora de Castilla-León, que empuja con silencio, pero con ahínco. Con su seriedad y fortaleza condicionó, en gran medida, el cambio político del 28 de octubre, que: aquí también ganó el PSOE.

Juan Antonio Arévalo es senador del PSOE por Valladolid.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_