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Frustración en Washington por la actitud de Tel Aviv sobre Líbano

Las declaraciones de altos miembros de la Administración Reagan, en relación con la situación política en Oriente Próximo, reflejan un sentimiento de frustración ante el fracaso de las negociaciones en Beirut para una retirada de todas las tropas extranjeras del territorio libanés, salida que se considera como un elemento fundamental para el avance de las negociaciones de paz propuestas en el plan Reagan en septiembre de 1982.Para discutir del tema hoy llega a Washington el presidente de Egipto, Hosni Mubarak, mientras continúa pendiente una próxima visita del primer ministro de Israel, Menájem Beguin. "No sabemos el tiempo que las tropas norteamericanas permanecerán en Líbano", comentan en el Departamento de Estado. Reflejan la inquietud del presidente Ronald Reagan por el peligro de enfrentamientos entre los marines y tropas israelíes.

Philip Habib, el enviado especial del presidente Reagan para las negociaciones del Próximo Oriente, se encuentra otra vez en Washigton, donde participará el jueves en la reunión que celebrarán en la Casa Blanca los presidentes Reagan y Mubarak.

EE UU tampoco cuenta con la posibilidad de una entrada inmediata del rey Hussein de Jordania en la mesa de negociaciones mientras no haya progresos en el asunlo de Líbano, así como en la cancelación de los planes israelíes de establecer nuevas colonias en los territorios de Cisjordania.

El plan de paz propuesto por el presidente Reagan el pasado 1 de septiembre proponía el fin de la creación de colonias israelíes en los territorios ocupados desde 1967, el reconocimiento mutuo de Fronteras seguras y el establecimiento de un Estado palestino, bajo soberanía de Jordania, en la zona de Cisjordania hoy ocupada nor Israel.

A pesar de las recientes visitas a Washington de Beguin, Hussein y ahora Mubarak no parece que hay posibilidad de progresos inmediatos en el programa de paz de Ronald Reagan.

Para intentar presionar a Tel Aviv, la Prensa norteamericana filtró la posibilidad del fin, o el embargo, del envío de armas norteamericanas a Israel, calculadas en un valor de 2.000 millones a 2.500 millones de dólares anuales. Pero portavoces de la Casa Blanca desmienten tal eventualidad diciendo que "no hay cambio en la política de EE UU hacia Israel".

Por otra parte, los potentes grupos de presión judío-norteamericanos no ocultan su descontento por el nuevo cariz de la política estadounidense hacia Oriente Próximo, cuyo cambio aducen a la llegada al Departamento de Estado de George Shultz, considerado como más proárabe que su antecesor, el general Alexander Haig.

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