El anciano Wehner no se presentará a diputado en el futuro Bundestag
A los 76 años y por su quebrantada salud, el jefe del grupo parlamentario socialdemócrata en el Parlamento federal (Bundestag), Herbert Wehner, ha renunciado a presentarse como diputado en su distrito de Hamburgo en las elecciones federales del 6 de marzo."No me corresponde imponer órdenes a los compañeros y compañeras. Yo pido de corazón que comprendan mi decisión de poner fin de forma decente a 34 años de trabajo". Con estas palabras, el viejo Wehner pide a su distrito electoral, donde fue elegido en 1980 por el 59,2% de votos, que, se comprenda su renuncia a seguir en la política.
Para muchos, Wehner y el canciller Konrad Adenauer son los políticos más importantes de la historia de la República Federal de Alemania. De Wehner dice el actual candidato socialdemócrata a la Cancillería, Hans-Jochen Vogel, que "tiene en la punta de los dedos más capacidad política que cualquiera de nosotros". En los años veinte, durante la República de Weimar, Wehner perteneció al Partido Comunista Alemán (KDP) y antes de Hitler fue diputado comunista en el Parlamento de Sajonia. Con la llegada al poder de los nazis, Wehner pasó a la clandestinidad y reapareció en Moscú, en la ejecutiva de la Komintern. Allí, Wehner pasó meses en el hotel Lux, donde desaparecían muchos camaradas víctimas de las purgas estalinistas. Detenido en Suecia, donde trabajaba ilegalmente por encargo de la Komintern, rompió con el comunismo.
Después de la guerra, Wehner entró en el SPD y desde la primera sesión constitutiva en 1949 perteheció al Bundestag. Su pasado comunista fue siempre sacado a relucir por sus enemigos políticos. La ultraderecha y parte de los democristianos alemanes hablaban con frecuencia de Wehner como "el espía".
Dentro de la socialdemocracia, Wehner era temido y admirado. Los diputados temblaban como niños ante sus ataques de ira y sus gritos, que muchas veces eran controlados y dirigidos hacia la galería, con su boca torcida y sus frases entrecortadas por la furia.
Con disciplina férrea, Wehner aguantaba en su escaño del Bundestag, cuando los bancos estaban vacíos. De cuando en cuando levantaba el pupitre para comer, ya que la diabetes le obligaba a hacerlo a menudo.
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