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La liberación de Saturnino Orbegozo

Un sargento y seis números de la Guardia Civil rescataron al secuestrado en una choza de Donamaría (Navarra)

"Gracias, muchas gracias". Con estas palabras, seguidas de un fuerte apretón de manos a cada uno de los siete componentes de la Guardia Civil -un sargento y seis números- que participaron en su rescate, Saturnino Orbegozo volvió a recobrar su libertad, aye, en Donamaría (Navarra), después de 46 días de cautiverio. Los dos jóvenes que se encontraban con el industrial guipuzcoano en la borda contemplaron la escena con las manos detrás de la cabeza y sorprendidos por el inesperado desenlace del secuestro.

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46 días de secuestro

La liberación de Saturnino Orbegozo, secuestrado en la mañana del domingo día 14 de noviembre en Zumárraga (Guipúzcoa), al salir de misa, se produjo a las 11.30 horas de la mañana de ayer por la mencionada patrulla de la Guardia Civil, que unos minutos antes había llegado a esta borda (cabaña utilizada para guardar el ganado lanar) distante unos 500 metros de las casas del barrio de Arce de Donamaría.En su intervención, la Guardia Civil no llegó a utilizar su armamento -fusiles de asalto CETME y subfusiles Z-70- ya que las dos personas que se encontraban con Orbegozo salieron detrás de él y con las manos en la cabeza. En el interior de la cabaña, denominada otabro, se encontró, tras un primer registro policial, un zulo o agujero utilizado habitualmente para esconder armamento. Allí se habían depositado varias pistolas, abundante munición, y un fusil ametrallador, aunque este último extremo, no ha podido ser confirmado.

Según versiones recogidas por este periódico en el lugar de los hechos, la Guardia Civil de Santesteban tuvo noticias de la existencia de algo extraño en una borda situada en el barrio de Arce de Donamaría, ya que en su interior había personas que no salían nunca. Con estos indicios el sargento del puesto, acompañado de otros seis números, con quienes había estado hasta las seis de la madrugada recorriendo zonas próximas, ordenó una batida en el lugar reseñado sobre las 10.15 horas de la mañana.

Al llegar a la choza del secuestrado, situada en un pequeño montículo desde el que se divisa la única carretera, comprobaron que no se oía nada. La puerta, así como las ventanas, se encontraba cerrada, lo que hizo sospechar a la Guardia Civil. Según explicaron posteriormente a EL PAIS en Santesteban, es norma que las bordas estén siempre abiertas para que, en casos de tormenta, la gente que se encuentre en el monte pueda guarecerse.

Dos versiones sobre la liberación

Después de golpear varias veces la puerta de entrada y comprobar que ésta no se abría, se optó por enviar a dos miembros de la Guardia Civil a recoger las llaves de la puerta al propietario de la caseta, Gregorio Sagaseta. Antes de que regresaran los dos guardias civiles, uno de sus compañeros se había subido al tejado de la cabaña y abrió un agujero de unos veinte centímetros de diámetro, por el que apreció que el interior estaba perfectamente acondicionado para la residencia de personas. Pasaron unos minutos hasta que la puerta de entrada fue abierta por los secuestradores, sin enfrentamiento alguno. En primer lugar apareció una persona que enseguida se comprobó que era Saturnino Orbegozo: tenía una poblada barba blanca y vestía con un abrigo de pata de gallo, pantalón gris y txapela. Detrás de Orbegozo, salieron, con las manos en la cabeza, dos jóvenes, de edades comprendidas entre los veinte y los veinticinco años, que inmediatamente fueron esposadas.Otra versión señala, sin embargo, que la liberación de Orbegozo se produjo al entrar la Guardia Civil por el tejado (extremo este harto improbable habida cuenta de que el agujero abierto en el mismo, de unos veinte centímetros de diámetro, no permite el paso de un persona) y por la puerta. Los secuestradores, sorprendidos, no reaccionaron, mientras que dos guardias civiles se dirigieron al interior de un habitáculo de madera en donde encontraron al industrial guipuzcoano.

Las tres personas fueron trasladas al cuartel de la Guardia Civil de Santesteban en donde Saturnino Orbegozo habló muy poco mientras bebía un tazón de café con leche. Desde allí habló con el que hasta ayer era delegado de Gobierno en Navarra, Francisco Javier Ansuátegui, a quien comentó que se encontraba bien, pero muy cansado.

Saturnino Orbegozo, salió a las 12.38 horas del cuartel de la Guardia Civil en cuyas inmediaciones le esperaban entre 150 y 200 personas que, nada más verle en el umbral de la puerta, prorrumpieron en fuertes aplausos. El industrial guipuzcoano, con gesto rápido y decidido salió del puesto de la Guardia Civil para introducirse en el asiento trasero de un automóvil Seat 131, azul claro, de matrícula de San Sebastián, en el que viajó a Pamplona, y de allí, en otro automóvil, a su domicilio guipuzcoano.

Una borda singular

La borda, propiedad de Gregorio Sagaseta, había sido cedida, hace ahora tres años, según explicó su propietario, a tres jóvenes guipuzcoanos, al parecer de Rentería, lo que es práctica habitual en esta zona de Navarra. Se ceden gratuitamente las bordas a montañeros y excursionistas a cambio de que éstos realicen algunos arreglos en su interior. Desde que se produjo la cesión, las tres personas, que a veces iban acompañadas de una cuarta, acudían frecuentemente a la borda para pasar fines de semana y cortos períodos de vacaciones.La situación de esta cabaña de pastores es muy privilegiada, ya que desde ella se domina perfectamente todo el valle. Se encuentra rodeada de montes de unos mil metros de altitud que, en esta época del año, se hallan cubiertos de nieve. La temperatura en el exterior es habitualmente muy fría, pero dentro baja aún unos 5 grados. El tejado de la misma no está en muy buen estado, ya que tiene varios agujeros.

Lo primero que se aprecia al entrar en la cabaña es un tabique de madera que separa dos estancias. Junto a la pared de la estancia próxima a la puerta de entrada (cuyo suelo está a medio arreglar, ya que una parte es de losa y la otra de tierra), hay un frigorífico, dos cocinas de butano y una mesa con un escurreplatos y diez platos (de plástico, porcelana y duralex) e igual número de tazas de plástico y de cristal, cubiertos para cuatro personas, cuatro vasos, y en el suelo, una fregona y un cubo lleno de agua.

En la pared opuesta se encontró una mesa de grandes dimensiones encima de la cual había una vieja radio y una caja de puros farias en la que había depositadas unas 250 pesetas, así como unas cartas.

Una mampara construida con conglomerado de madera, sujeta a la cual se hallan varias repisas en las que se depositaban botes de conservas, cajas de arroz y de leche, y pan bimbo cerraba el paso a un habitáculo de dos metros de alto por tres de ancho y en el cual permaneció secuestrado Saturnino Orbegozo. Tras la puerta había cuatro literas de metal, con colchones de espuma, encima de los cuales se encontraron cuatro sacos de dormir, así como numerosas mantas. Junto a las literas, una mesa de camping, dos sillas, un confortable sillón de color azul y el libro Euskadi: la paz es posible.

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