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Reportaje:

Los taponeros vivieron su 'edad de oro' el siglo pasado

El desarrollo de la industria corchera está estrechamente ligado a la sistematización de la elaboración del champán, iniciada hacia 1680 en Occitania, en el sur de Francia. Es entonces cuando se utilizan por vez primera tapones de corcho para asegurar la conservación de los vinos; espumosos.La búsqueda de materia prima desplazó a la nueva industria a la zona fronteriza, rica en grandes bosques de alcornoques, echando raíces inicialmente en Ceret, La Jonquera, Darnius, Agullana y Maganet de la Selva. La buena perspectiva del negocio, dirigido desde los primeros momentos al mercado exterior, facilitó la expansión y consolidación de la industria corchera por las localidades del Baix Empordà y La Selva, que explotaron los frondosos bosques de de Les Gavarres, productores de una materia prima de excelente calidad.

Hacia 1730, Sant Fellu de Guixols, que ya conoce la técnica de Dom Perignon, inicia su exportación de tapones a la región de Nimes y seguidamente a la Champagne, empezando así la trepidante carrera de conquista de un mercado en el que los industriales gerundenses ocuparon pronto una posición privilegiada.

Los cien años siguientes son de franca expansión. La Bisbal, Palamós, Palafrugell, Calonge, Begur, Caçà, LLagostera i Sant Feliu conocen la implantación progresiva de nuevas factorías, que emplean ya a unos 8.000 trabajadores.

Durante las últimas décadas del siglo pasado el aumento de la capacidad productiva es fulgurante. La práctica totalidad de la población de las comarcas del Baix Empordá y La Selva participa de una forma u otra del gran despegue económico que conlleva la manufactura del corcho. Un nuevo mundo industrial se abre paso en una región donde las únicas actividades de importancia eran la agricultura y la pesca. En 1900, momento de máxima expansión, el sector cuenta en la región con más de seiscientas factorías que emplean a cerca de 14.000 operarios.

Luz de gas y trenes de vapor

El historiador Pere Campistol describe con detalle las consecuencias de esta floreciente expansión industrial conocida como "la de oro de los tapers". "Palamós y Sant Feliu de Guixols inauguran la luz de gas en 1882. El mismo año se instala el telégrafo en Sant FeIiu. En 1887, un año después de la creación de su Cámara de Comercio, Palamós enlaza con Flaçà mediante un tranvía de vapor que pasa por Palafrugell y La Bisbal. En 1882 se inagura el tren de Gerona a Sant Feliu y el 1904 empieza la construcción del puerto de esta última ciudad".Este fabuloso desarrollo industrial fue posible gracias al ingenio de los gerundenses, quienes desplegaron toda su iniciativa creativa para incorporar nuevas técnicas a la industria taponera. Los países industrializados enviaron sus agentes a Cataluña en búsqueda de especialistas para implantar la nueva tecnología a sus empresas.

Así, en 1906, la firma estadounidense The Lacrown Cork Co. Ltd., de Baltimore, contrató los servicios del mataronense Josep Serra Carbó, de Mataró, quien había patentado la corona de corcho aglomerado utilizada para cerrar herméticamante las botellas de bebidas carbónicas, colas y cervezas. El inventor fijó hábilmente las condiciones del contrato y se trasladó con toda su familia a América. Cinco años después regresaba a su tierra con una fortuna, 65.000 dólares y 50.000 francos, la mayor parte en monedas de oro.

Con el nuevo siglo llegó también el capital extranjero, de la mano de la Armstrong Cork, de Pennsylvania, que instaló en Palafrugell una importante factoría que introdujo la mecanización en la producción. Paralelamente se produjeron otras importantes inversiones de capitales franceses, austríacos, suizos y alemanes, pero que nunca representaron una competencia decisiva para la industria autóctona.

Exportación de fábricas

Recíprocamente, los industriales más audaces se trasladaron a la Champagne para emplazar sus fábricas en la región de mayor demanda de tapones. El pionero fue Francisco Oller, de Caçá, quien en 1892 instaló la primera factoría de tapones en Reims. La saga de los Oller continúa hoy, al igual que la de los Prioux, al frente de sus fábricas en la Champagne y en Gerona. Josep Sagrera, de Palafrugell, y Tibau, de Sant Feliu, levantaron posteriormente sendas fábricas en Epernay.La fuerte expansión del sector tropezó con la escasez de materia prima, razón por la que, desde mediados de siglo pasado, los industriales gerundenses iniciaron la extensión de sus actividades hacia Extremadura y Andalucía, regiones cubiertas por amplias zonas de alcornoques que permanecían sin explotar. A principios de siglo, Andalucía contaba con unas trescientas empresas corcheras que daban empleo a más de 8.000 obreros.

La primera guerra mundial y la elevación de aranceles por parte de muchos países importadores marcaron el comienzo del declive de esta industria estrechamente vinculada al comercio exterior. El abandono de la reserva encinar por falta de una política forestal ocasionó un progresivo empobrecimiento de la materia prima, que cada vez de inferior calidad contribuyó a profundizar la crisis del sector.

Este pasará por sus momentos más difíciles en los años de la guerra civil. Esta coyuntura es aprovechada hábilmente por Portugal, primer productor mundial, que con una cautelosa política de protección del sector consigue una rápida penetración en los mercados internacionales.

Posteriormente Portugal ha ido aumentando su cuota de mercado exterior de las distintas manufacturas de corcho, a excepción de los tapones de champán, campo en el que los fabricantes catalanes siguen ejerciendo un importante dominio, puesto que abastecen más de la mitad de la demanda mundial, con una producción de casi 250 millones de tapones. La única competencia seria es la de Francia cuya producción se aproxima a los 180 millones de tapones.

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