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Entrevista:

Rudolf Bahro: "Todos los partidos establecidos en la RFA son anacrónicos"

Sobre esta evolución y sus más recientes propuestas incidió Bahro en la conversación mantenida con EL PAIS en el curso de su reciente visita a España para participar, entre otras actividades, en la Semana de Desarme desarrollada en Madrid. El traductor de la última obra de Bahro, Cambio de sentido, Juan Gutiérrez, medió en el diálogo entablado en San Sebastián tras la intervención de Bahro en un debate organizado por Euskadiko Ezkerra (Izquierda para el Socialismo)."La emancipación del hombre sólo está presente en un manifiesto ecologista". La afirmación de Bahro enuncia también la filosofía política de los fundamentalistas, la corriente más radical que dentro de los verdes encarna Bahro. Contrapuesta en sus concepciones a las tendencias reformistas expresadas en el partido ("por parte de sectores favorables a un compromiso con la socialdemocracia y los que quieren que asumamos el papel, alternativo del partido liberal"). Ambas corrientes esperan decantarse en el congreso del Die Grünen convocado para el próximo enero.

Pregunta. Tras su presentación en los comicios del Estado de Baviera, en los que no alcanzó el 5% de los votos necesarios para obtener representación parlamentaria, el partido verde consiguió nueve diputados en la Cámara de Hessen. Ante esta experiencia, ¿qué significa para usted la presencia del nuevo partido en el mapa político de la RFA?

Respuesta. Teniendo en cuenta que con el cambio de Gobierno el partido liberal (FDP) ha quedado destrozado y la socialdemocracia (SPD) se encuentra en un proceso de declive, en estos momentos se puede constatar un ascenso de los verdes en el plano electoral de los distintos Estados de la RFA. Sin embargo, en mi opinión, el surgimiento de un nuevo partido en estas democracias que están tan orgullosas de ser pluralistas no es tan interesante como el hecho del propio ascenso de un partido que no deposita demasiadas esperanzas en el parlamentarismo y que no quiere ocupar un espacio en el arco político de los partidos políticos existentes hasta ahora. En este contexto se puede afirmar que los partidos políticos establecidos en la RFA, en el sentido histórico, son todos anacrónicos.

P. Ese anacronismo que usted afirma, ¿se refiere a las propuestas políticas o al propio modelo de partido?

R. Hasta ahora había cuatro partidos en la RFA: el liberal (FDP), el socialdemócrata (SPD), el democristiano (CDU-CSU) y el comunista (DKP). Todos ellos representan distintos aspectos de una situación derivada de la posguerra y de la reconstrucción del país bajo el signo de la división de Europa en dos bloques militares. En 1968 se daban los primeros síntomas de que ese sistema de partidos empezaba a hacerse caduco. Por eso, lo que actualmente tiene verdadera importancia en Alemania Occidental es que a través de los verdes han surgido los movimientos ecologistas y en favor de la paz, de las mujeres..., de forma que el partido verde es la expresión más convencional de esa amplia conjunción de Ios nuevos movimientos.

P. ¿Convencional porque actúa en el marco institucional?

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R. Sí, fundamentalmente por el hecho de que acuda a los parlamentos y el riesgo que conlleva en el sentido de que se vuelva a propagar la ilusión de que sólo allí se deciden las leyes. Aunque, por otra parte, nuestra mera presencia en las instituciones demuestra todo lo contrario, como lo puede observar a través de la televisión cualquier ciudadano consciente.

Afortunadamente, en el partido verde existe una resistencia suficientemente fuerte contra una simple política de atrape de votos. Consecuentemente, nos arriesgamos a plantear a la sociedad alemana -en términos relativos, la más conservadora- la idea de que la RFA deje de jugar un papel preponderante en el mercado internacional que nos puede privar el 5% de los votos en las elecciones generales del próximo año. En este sentido, creo que merece destacar algunos aspectos apenas conocidos en el extranjero respecto al porcentaje.

La significación del porcentaje de votos (4,6%) alcanzados por el partido en Baviera es mucho más importante que el 8% obtenido en Hessen. Baviera es el feudo tradicional de Franz Josef Strauss y su populista CSU, que hasta ahora se llevaba el 60% de votos. Esto nos lleva a pensar que estamos en el umbral de la posibilidad de realizar una política oficial eficaz y que hemos levantado la bandera de un verdadero cambio.

P. Sin embargo, paralelamente, se vienen produciendo en la esfera política europea otros cambios, como es el hecho del acceso de los partidos socialistas al Gobierno de distintos países. Es el caso de Francia, Grecia y, el más reciente, España.

R. Para mí este fenómeno refleja el retraso relativo de los países del Sur. Dejando fuera el caso de Francia, ya que no entiendo muy bien lo que pasa en ese país -no comprendo, por ejemplo, que en un país donde se produjo el Mayo del 68 pueda funcionar doce años después el mitterrandismo-. Por lo demás, considero que los socialistas españoles han levantado la bandera de la democracia y no la del socialismo, con la inconsecuencia que supone plantear la democracia sobre estructuras fácticas heredadas del pasado. Cuanto más separado se encuentra un país del centro del sistema, más catastróficos resultan los esfuerzos por igualarse. Mi contacto con España me hace pensar que existe aquí un conjunto muy complejo de intereses en juego a la hora de encontrar un camino propio, capaz de dar una respuesta a la altura de la historia, a escala global.

P. La idea que ha expresado en tomo a la caducidad de ciertas fórmulas políticas conlleva un paralelismo con la tesis desarrollada en La alternativa, según la cual ambos modelos de sociedad, socialista y capitalista, serían continuadores de la vieja civilización, ¿dónde sitúa las pautas reveladoras de ese envejecimiento?

R. Hablando en términos helenísticos, las sociedades industriales han pasado ya las dos guerras del Peloponeso, aunque históricamente el proceso de envejecimiento se inició con la primera guerra mundial. Sin embargo, esto no quiere decir que la civilización de los países industrializados ha tocado a su fin, ya que el movimiento ecológico, por ejemplo, no tendría futuro si no fuera pensado en el proceso de regeneración de esas sociedades.

De hecho, Europa occidental y, en cierta medida, Europa oriental se han reconstruido a partir de la segunda guerra mundial. La demostración definitiva de que nos hallamos al límite de ese proceso de civilización es, sobre todo, la contraposición del carácter expansivo de las fuerzas productivas de Europa, América y Japón, y el hecho de que la superficie de la Tierra sea limitada. Este fenómeno prueba que de no haber existido una expansión material, la civilización europea no sería la que conocemos. Desde las cruzadas los europeos hemos sido conquistadores y hoy, aunque sea vistiendo un mono de montador, se sigue siendo conquistador. Si se acaba con la expansión, lógicamente tiene que haber una inversión en un nuevo tipo de civilización.

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