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Visita de Juan Pablo II a España

El Papa critica ante 250.000 jóvenes el 'pasotismo', la violencia y el sexo exasperado

"Ante la manipulación de la que puede sentirse objeto mediante la droga, el sexo exasperado, la violencia, el joven cristiano no buscará métodos de acción que lo lleven a la espiral del terrorismo; éste lo hundiría en el mismo o mayor mal que critica y depreca; no caerá en la inseguridad y la desmoralización ni se refugiará en vacíos paraísos de evasión o de indiferentismo. Ni la droga, ni el alcohol, ni el sexo, ni un resignado pasivismo acrítico -eso que vosotros llamáis pasotismo- son una respuesta frente al mal". Estas palabras de Juan Pablo II resumen el discurso que pronunció ayer ante los alrededor de 150.000 jóvenes católicos -casi 100.000 más se quedaron en el exterior- que se congregaron en el estadio Santiago Bernabéu, de Madrid. El Papa habló durante cuarenta minutos y fue interrumpido por aplausos cuarenta veces.

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El estadio Bernabéu no pudo acoger a la cantidad de jóvenes que intentaron ver en persona a Karol Wojtyla. La asistencia fue controlada por los vicarios generales y diocesanos. Alrededor de un tercio de las entradas lo distribuyó la Federación Española de Religiosos de la Enseñanza (FERE), núcleo de la patronal docente, entre los colegios religiosos y el resto se repartió a través de las diócesis, según fuentes de los organizadores del acto. Por tanto, muchos jóvenes que pretendieron ir por libre tuvieron que quedarse fuera y conformarse con el video y los esporádicos aplausos de solidaridad que, desde la megafonía del estadio, se pidieron para ellos.El Bernabéu aparecía engalanado con pancartas de las frases que ya son habituales en las recepciones al jefe del Estado vaticano: ¡Viva España católica', Totus tuus, No tenemos miedo. También había una en polaco, que, traducida, de cía Felicidades. Toda esta multitud te da la bienvenida. En el cielo, un zepelín rojo daba un ¡Viva! al jefe de la Iglesia católica.

Pasodoble

Los jóvenes presentes, adolescentes en su gran mayoría, de colegios de secundaria, scouts católicos, montañeros de María y otros grupos, llevaban ya más de cuatro horas sentados y habían ensayado varias veces el pasodoble de Manolo Escobar ¡Que viva España!, adaptado a las circunstancias, -"La gente canta con ardor, el Papa es lo mejor"- cuando apareció por el monitor la figura de Juan Pablo II llegando al estadio y éste se llenó de vítores a su persona. Luchando contra el ritmo del pasodoble, las miles de voces presentes le dedicaron, de nuevo, el ¡Que viva el Papa! mientras Wojtyla daba la vuelta al interior del estadio, acompañado por Tarancón, en coche descubierto. Algunos cohetes luminosos, el flamear de banderas españolas y papales, globos y la suelta de una paloma acompañaron el paseo.

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El Papa subió al escenario y dio varias vueltas por él: primero, con las. manos levantadas; luego, a lo largo del cuerpo; siempre, parándose a saludar en el momento preciso, cuando más arreciaban los Totus tuus o eran mayores los gritos de Se siente, se siente, el Papa está presente. Si por la mañana les dijo a los universitarios que conocía sus problemas por experiencia personal, podría pensarse que también dejó en él huella profunda la otra carrera que ejerció y que un día pensó elegir.

Después de la canción litúrgica Pescador de hombres, que Wojtyla conoce de Polonia y cuyo letra siguió en español, -mientras la megafonía avisaba: "El Papa canta"-, el cardenal arzobispo de Madrid introdujo el saludo de tres muchachos, en representación de los jóvenes católicos. Le hablaron de que "la marginación, la droga y el paro" hacen que "en nuestro caminar esté el desencanto" y llegaron a espetarle: "Tú hoy no sales de aquí sin darnos testigo de esperanza". Después, entre gritos de ¡Viva el mensajero de Dios!, Juan Pablo II comenzó su discurso, tres minutos antes de las ocho de la tarde.

"Queridos jóvenes", empezó el Papa, "es éste uno de los encuentros que más esperaba en mi visita a España y que me permite tener un contacto directo con la juventud española, en el marco del estadio Santiago Bernabéu, testigo de tantos acontecimientos deportivos". Entre los aplausos de los congregados, que se reprodujeron párrafo a párrafo, cada vez que el Papa hacía una sabia pausa o se paraba en una frase, Juan Pablo II dijo que en todas sus visitas quiere reunirse con los jóvenes, por "la gran estima que nutro hacia vosotros y porque sois la esperanza de la Iglesia, no menos que de la sociedad. Ellas, en efecto, dentro de no muchos años descansarán, en gran parte, sobre vosotros".

El Papa explicó, "como una confidencia que se hace al amigo", que se emocionó al saber, cuando aún estaba en Roma, que hubieran querido asistir al acto de ayer muchos jóvenes más y añadió que, en alguna ocasión, se había preguntado: "Los jóvenes españoles ¿Serán capaces de mirar con valentía y constancia hacia el bien? ¿Ofrecerán un ejemplo de madurez en el uso de su libertad o se replegarán desencantados sobre sí mismos?". Estas y otras preguntas del Papa fueron respondidas con estruendosos sííííí o noooo y fuertes aplausos cuando les manifestó que "no me habéis desilusionado" y "cuento con vosotros para difundir un sistema nuevo de vida. Ese que nace de Jesús, hijo de Dios y de María, cuyo mensaje os traigo".

"Jóvenes amigos", habéis de ser vosotros mismos, sin dejaros manipular; teniendo. criterios sólidos de conducta. En una palabra, con modelos de vida en los que se pueda confiar, en los que podáis reflejar toda vuestra generosa capacidad creativa, toda vuestra sed de sinceridad y mejora social, sed de valores permanentemente dignos de elecciones sabias. Es el programa de lucha para superar con el bien el mal. El programa de las bienaventuranzas que Cristo os propone".

Al final del discurso, varias parejas de jóvenes le entregaron regalos, entre otros un capote torero "traído de la misma casa de Antonio Bienvenida", según dijo el animador; una guitarra, un casco deportivo, una cesta de pelota vasca y una cesta con "naranjas, simplemente naranjas", en frase salida por la megafonía.

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