Recepción en la Nunciatura Apostólica a los embajadores acreditados en Madrid
Era como una procesión lenta y majestuosa. Los embajadores de todos los países del mundo acreditados en Madrid iban entrando en sus flamantes coches oficiales a los jardines de la Nunciatura Apostólica. Los diplomáticos iban a ser recibidos en audiencia especial por Juan Pablo II, que llegó sólo con diez minutos de retraso, a las 12.30 horas, en el vehículo acristalado.
Al lado de Juan Pablo II, sonriente, el sustituto de la Secretaría de Estado, el arzobispo español Eduardo Martínez Somalo, alma de este viaje del Papa a España. Los embajadores, enfundados en sus trajes de ceremonia, iban acompañados por sus respectivas esposas, sobrias pero elegantísimas.
A los embajadores, Juan Pablo II les recordó en un discurso oficial su misión diplomática de "constructores de la paz entre los pueblos". Pero una paz, les dijo el Papa, que se construye "trabajando por la justicia y por el bien común".
La Iglesia, por su parte, quiso subrayar el Papa a los diplomáticos, ejerce un ministerio "orientado a establecer en los corazones no sólo la aspiración, sino la voluntad decidida de colaborar denodadamente en la realización de la justicia de una fraternidad solidaria y de un bienestar difundido y justamente repartido".
Fuera, el grupo de jóvenes y monjitas gritaban: "Queremos ver al Papa", y ante el rumor de que se iba a asomar a una ventana de la Nunciatura o a la valla del jardín, cantaban rimándolo: "Que sale, que sale, que sale".
Solidaridad contra el odio, el egoísmo y la injusticia
Pero el Papa, dentro de la Nunciatura, estaba diciendo a los representantes de todos los Estados del mundo que no debían dejar a España fuera de sus intereses, ya que, afirmó Juan Pablo II, hoy todos los problemas tienen una repercusión mundial, planetaria, y resulta "peligroso para todos y cada uno de los países situarse fuera de esta visión universal articulada". Se impone pues, ha concluido el papa Wojtyla, una solidaridad entre todos los pueblos, "capaz de destruir los fundamentos del odio, del egoísmo, de la injusticia, erigidos con demasiada frecuencia en principios ideológicos o en ley esencial de la vida en sociedad".Después, el Papa se entretuvo informalmente saludando y conversando con los embajadores de los diversos países. Esta vez, los informadores de la Prensa escrita no pudieron captar si el papa Wojtyla se entretenía más o sonreía menos, o estaba serio o tenía alguna ocurrencia con el embajador soviético o el americano, o el libanés o el francés. No pudieron registrarlo, sencillamente porque la Prensa quedó excluida del encuentro.
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