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España ha votado

( ... ) Los españoles se han volcado. El afán de acudir a las urnas ha tenido incluso aspectos dramáticos en los que no podían votar porque no estaban en las listas y, sin embargo, trataban vehementemente de hacerlo. La participación de las últimas elecciones generales, las de 1979, se ha rebasado ampliamente. Pero, lo que es más, la ciudadanía ha encontrado el nivel de participación de los mejores y más prometedores momentos de la nueva democracia española, los de la ley de Reforma Política, en diciembre de 1976, que permitió pasar sin romper la legalidad establecida del régimen antiguo al nuevo. Y las primeras elecciones generales, las ilusionadas del 15 de junio de 1977. En Barcelona, tanto ciudad como provincia, por ejemplo, incluso se han batido todos los récords de participación electoral en estos años.La participación ha sido elevada, por lo demás, en casi todas partes. Merece señalarse que incluso en el País Vasco, siempre tan tentado de abstenciones. Ha sido especialmente en las ciudades, y eso en toda España, donde una campaña apasionada y apasionante ha logrado movilizar la opinión pública. Las elecciones han sido el tema de conversación general en los últimos días; pocos se han sentido ajenos a lo que se ventilaba en las urnas.

¿Cuáles han sido las razones decisivas que explican esa participación tan elevada? Creemos que dos. La primera, el deseo de dar a un socialismo crecientemente moderado su oportunidad histórica de gobierno. La segunda, el afán, paralelo y contrario, de evitar esa posibilidad en todos aquellos que, temerosos de las consecuencias de esa novedad histórica -nunca el Partido Socialista, salvo durante la guerra civil, había alcanzado el Gobierno en los períodos democráticos-, han trabajado para ofrecer al electorado una alternativa también nueva.

La posibilidad de un Gobierna, socialista ha tentado a sectores del electorado que solían votar más a la izquierda o más hacia el centro. La teoría del voto últil ha favorecido la opción socialista. Por lo demás, en los discursos de Felipe González, ya con imagen de presidenciable, se ha visto el esfuerzo por sumar los efectos de una concentración de buenos deseos para todos con una cuidadosa y responsable preparación para el inmedíato futuro.

Frente a esta oportunidad socialista, el voto que quería oponerse decididamente a la posibilidad de un Gobierno de tal signo ha tendido a concentrarse en los partidos que en cada sitio ofrecía más claramente las ventajas del voto útil. De un modo especial, la incisiva y ardorosa campaña de Manuel Fraga ha conseguido atraer hacia su partido, que incluso en coalición no contaba más que con una decena de diputados en el Congreso, la atención y la esperanza de quienes en ningún caso -ni solo ni en coalición- querían ver al partido socialista en el poder.

Para evitar cualquier ambigüedad, buena parte del voto de centro ha acudido a reforzar esa opción electoral. El esfuerzo del centro en toda España y de Convergencia en Cataluña ha consistido en ofrecer la mejor resistencia posible en cada caso. Añádase a ello el efecto de la participación electoral de aquellos sectores del franquismo que en anteriores elecciones no habían querido acudir a las urnas. También para la extrema derecha el voto de Alianza tenía la atracción del voto útil.

Tiempo habrá para considerar con atención los efectos de ese cambio, tan importante en el panorama político, como también de analizar otros muchos aspectos de los resultados que van afluyendo. Sobre todo, habrá que examinar con cuidado la situación en nuestra Cataluña, con sus peculiaridades propias. Con éxito, en el caso de Convergencia, Cataluña ha mostrado un equilibrio general. Lo cierto es que no ha habido inhibición. No ha habido encogimiento de hombros. El agotamiento de una fórmula de gobierno consistente en un Gabinete rninoritario, de espíritu, tono y soluciones de centro, era patente. Y, al propio tiempo, era obvio también que España no quería ser gobernada más que con recetas de corte europeo y occidental.

Tal comprobación ha actuado en el partido socialista, dejando el terreno expedito para las aspiraciones de. Felipe González, que siempre se ha inostrado inclinado a ofrecer fórmulas europeas de socialismo democrático. ( ... )

, 29 de octubre.

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