Mr. Hyde y el doctor Jekyll, las 'dos caras' de Manuel Fraga ante el electorado
En uno de los muchos días madrugadores de la campaña electoral que ha protagonizado el líder de Alianza Popular Manuel Fraga, éste, desayunando en el aeropuerto de El Prat con los informadores, dijo que en cada persona había dos personas. Comentaba Fraga esta apreciación a propósito de Pío Cabanillas, y lo decía con cariño. Probablemente conoce muy bien Fraga lo que debe ser coexistir desde la cima de una nación con un lobo estepario dentro, pero sin el alivio que debió sentir Hermann Hesse cuando escribió el libro sabiendo que de él no dependía el futuro de un país.
Un periodista de los cuatro que le entrevistaron en televisión se lo preguntó. Y Fraga fue rápido en su respuesta: "Yo no soy Mr. Hyde y el doctor Jekyll". Sin embargo, durante los veintiún días que ha durado la campaña electoral del líder de Alianza Popular-Partido Demócrata Popular, no ha sido posible despejar la cluda sobre la veracidad de tal afirmación. ¿Cómo se puede comprender a un señor que niega rotundamente haber pronunciado la famosa frase de "La calle es mía" cuando consta en las grabaciones del archivo de Radio Nacional?¿Cuál es el verdadero Fraga?
Cabe preguntarse si el verdadero Fraga es el que comprende a los golpistas o el que pide la pena de muerte para quienes quebranten seriamente la disciplina militar. Y también hay otros datos aparentemente contradictorios: Fraga admite en su seno y busca los votos de la ultraderecha antidemocrática, convierte a su partido en el único que inserta publicidad ele ctoral en El Alcazar y se apresura a aclararle a su director que él no se refirió -como así fue- al cierre de este polémico diario; pero al mismo tiempo da órdenes a su secretario general, Jorge Verstrynge, para que sanee el partido de antidemócratas, se agarra del brazo de Marcelino Camacho un 27 de febrero y le planta cara a Tejero, la mañana del día 24, en el Congreso de los Diputados.
En un terreno algo más alejado de la política, hemos podido ver, a lo largo de estos veintiún días, cómo Fraga se reía a carcajadas cuando Peridis le dibujaba en plan misil y sus colaboradores juraban en arameo ante lo que consideraban una puñalada trapera contra el líder. El se reía, se reía de sí mismo con espontaneidad y encajaba con admirable sentido democrático las críticas, en ocasiones feroces, emitidas desde las emisoras de radio o los periódicos. Pero a la vez llamaba mentiroso en público a un periodista que contó que en uno de los actos previstos en Sevilla había asientos vacíos, hecho que todos pudimos comprobar.
Se lamentaba de corazón, así lo dijo, cuando se enteró de las inundaciones en el Levante español. Sin embargo, no corrió a ver en el sitio el dolor de aquella gente, porque para él, también lo dijo, "los mítines de Barcelona y Palma de Mallorca son irrenunciables". Después, en las tierras de la catástrofe, se llenó de fango hasta más encima de las rodillas para comprobar personalmente los trágicos efectos de las lluvias, sin olvidar pronunciar dos mítines exclusivamente electoralistas, ese mismo día, en Alicante y Castellón. Estas apreciaciones podrían convertirse en una especie de historia interminable, pero las mencionadas tal vez hayan sido las más significativas.
Valentía y capacidad de trabajo
Por lo que se refiere a la campaña electoral, hay algo que sobresale en el líder aliancista: su valentía y su capacidad de trabajo. Manuel Fraga ha viajado prácticamente solo. José y Eduardo, sus dos escoltas, no le han quitado el ojo de encima y le han resguardado con admirable profesionalidad en todos sus desplazamientos. Pero Fraga parece no temer a nadie, y cuando visitó San Sebastián y Navarra lamentó profundamente que los periodistas reflejásemos que habían sido los dos únicos lugares donde el líder aliancista no había recorrido las calles. Manuel Fraga se sacó la espina en Bilbao, al final de la campaña electoral y en un viaje improvisado, paseando por el centro de la capital vizcaína y metiéndose de lleno en los mercados y en los barrios obreros de Baracaldo.
Miedo en Bilbao
En Bilbao hubo una señora que, pese a simpatizar con el líder, no quiso fotografiarse con él por temor a que luego tomaran represalias contra ella. Fraga no olvidó este detalle, y a partir de ese momento no desaprovechó ninguna
Mr. Hyde y el doctor Jekyll, las 'dos caras' de Manuel Fraga ante el electorado
oportunidad de contar el incidente y comprometerse a "restablecer las libertades en el País Vasco". Recordaba Manuel Fraga con emoción el riesgo que habían corrido miles de vascos al asistir a sus mítines y tuvo que cubrirse el rostro en Bilbao, desbordado por los acontecimientos, cuando varios centenares de personas, en su mayoría mujeres, le acompañaron y le aclamaron por la Gran Vía hasta su coche.Ni un sólo asesor de imagen ni otro líder de repuesto le han acompañado en sus viajes. Se acostaba tarde, se levantaba pronto y, a sus sesenta años, no suspendió un solo acto por afonía, cansancio o agotamiento. El salvaba, de cara al auditorio, a muchos candidatos provinciales cuyos discursos producían a veces vergüenza ajena, sobre todo los candidatos al Senado, verdaderos fabricantes de perlas cultivadas. Hubo uno, en Cartagena, que llegó a asegurar que, calculadora en mano, había comprobado que no podía ser cierto que en España aborten clandestinamente 300.000 mujeres al año. Otros dos le llamaron regalo de la Providencia y otro, en Campello (Alicante), le comparó con el detergente que lava más blanco, entre otras florituras.
En su fuero interno, Fraga sabe que no va a ganar estas elecciones, pero confía en que todas las fuerzas conservadoras logren obtener la mayoría necesaria para poder formar un Gobierno de coalición. Por esta razón no se oyó, en los mítines pronunciados por Fraga en tierras vascas y catalanas, la más leve crítica a sus antagonistas electorales: el Partido Nacionalista Vasco y Convergéncia i Unió. Aún confía el líder aliancista en conseguir la unión de todas las fuerzas no socialistas y llegar a la Moncloa este mismo año. En una de las conferencias de Prensa que celebraba cada día en todas las provincias que ha visitado se le preguntó si, de confirmarse esa hipótesis, renunciaría a ser presidente del Gobierno: "Haré lo que sea mejor para España", respondió el Fraga gallego.
Respaldo financiero
El despliegue electoral ha sido espectacular, superior con mucho al de pasados comicios: se ha notado que la coalición AP-PDP ha contado con un sólido respaldo financiero de los grandes bancos y los empresarios. La cara de Fraga con la frente cortada era la imagen omnipresente allí donde iba y la cancioncilla del Queremos que..., mas oída que un lanzamiento de Julio Iglesias. Las bases de Alianza Popular, o al menos quienes han asistido a los mítines de Fraga, eran un curioso fenómeno de observación: una mayoría de mujeres -lo que parece confirmar que la derecha continúa siendo, en buena parte, matriarcal-, jubilados, grandes y medianos empresarios y chicos y chicas jóvenes, hijos de los anteriores, con modelitos a la última moda y pelos engominados.
Nadie le ha preguntado a Fraga por qué condenan el aborto y defienden la pena de muerte. Nadie ha levantado la voz para interrogarle sobre cómo es posible que AP sea el partido de los trabajadores, como reza su canción electoral, y sea simultáneamente el partido mimado y apoyado por los empresarios. Sus seguidores han encontrado un nuevo caudillo; ya no se sienten huérfanos, confian en él, le aclaman y harán lo posible por instalarle cuanto antes en la Moncloa.
La extrema derecha que coexiste en AP con una minoría de demócratas convencidos y una mayoría de fraguistas, sin más, no parece preocuparle a Fraga. Confía en su carisma, en su autoridad y en el trabajo de Verstrynge para contenerles. En cualquier caso, dicen los dirigentes aliancistas, todo lo que se haga por integrar a la derecha antidemocrática en el sistema democrático es digno de elogio, siempre y cuando la operación no concluya invertida.
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