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Fernández Krohn: "El papa Wojtyla es fruto de un pacto entre el KGB y el Vaticano

La distancia entre su mirada y su sonrisa es grande. Tras una barba negra se oculta parte de un rostro lleno de expresión, cetrino, con los ojos marrones que miran en diagonal hacia adelante. Embutido en un llamativo sayal verde, con una cruz roja sobre el pecho, el aspecto de Juan Fernández Krohn impresiona. Sólo hay un cuarto de hora para conversar con él. Minutos después abandonará la prisión de Leiria, donde ahora se encuentra, para ser conducido al juzgado de Vilanova de Ourem. Ante el tribunal habrá de responder de las acusaciones de intento de asesinato del Papa, en la noche del 12 al 13 de mayo, en Fátima.

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ENVIADO ESPECIALPregunta. Con frecuencia ha dicho usted que el Papa es un agente comunista infiltrado en el Vaticano para destruir a la Iglesia católica ¿Continúa pensando lo mismo?

Respuesta. Desde el pacto entre el cardenal Wiszinski y los soviéticos en 1950, las fronteras entre el Comité Estatal de Seguridad de la URSS (KGB) y la jerarquía del Vaticano no existen. Karol Wojtyla es el producto de aquel pacto.

P. Sin embargo, la gente no piensa lo mismo que usted. Hay incluso personas que aseguran que de haber culminado con éxito su intento de agresión al Papa en Fátima, más de un dirigente comunista se hubiera frotado las manos de satisfacción, al haber quedado eliminado un importante rival ideológico del comunismo.

R. No. Tengo pruebas de que cuatro días después de lo sucedido en Fátima fui muy duramente criticado desde los periódicos Izvestia y Pravda, porque pude haber arruinado sus planes.

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P. Resulta muy difícil creer eso. Juan Pablo II no es lo que se dice un Papa de izquierdas. La mayor parte de los observadores lo definen como un hombre "kennedyano" en sus actos de masas, en sus modos. Tal vez Pablo VI podría ser asemejado a un intelectual progresista...

R. Montini era un Papa no querido, pero a Karol Wojtyla se le quiere. Esta es la única diferencia entre ambos. Pero uno y otro son lo mismo. El papado, con ellos, ha pasado de ser un reino de la luz a ser ahora un reino de las tinieblas. Ahí reside el motivo de mi lucha Quiero acabar con el proceso de destrucción y de demolición de la Iglesia católica que se lleva a cabo desde que cristalizó el Concilio Vaticano II.

P. Da la impresión de que existe una gran desproporción entre los fines que usted asegura perseguir y. los medios que emplea para lograrlos.

R. El demonio adopta muchas formas. Antes yo creía que el enemigo principal era la Unión Soviética. Yo creo en el peligro soviético, pero lo entiendo como un instrumento de la Providencia, que lo emplea para demostrarnos a todos que en Roma, en la Sede de Pedro, habitan las tinieblas y no la luz.

P. Sus palabras son muy difíciles de probar...

R. Está bien claro. Cuando estuve en Polonia casi me vi obligado a huir del seminario de Varsovia. Temí por mi vida, ya que me odiaban al enterarse de que yo era profundamente anticomunista.

P. Pero si las condiciones eran tan duras en Polonia, ¿como pudo recorrerla usted de cabo a rabo con libertad de movimientos?

R. Aquello fue fruto de la lucha que los trabajadores polacos desarrollaron aquel verano...

(Una suerte dé melancolía le ha ido invadiendo a lo largo de nuestra conversación.)

... Yo soy hijo del Mayo de 1968, pero un hijo disidente. En la facultad de Económicas de Madrid fui odiado, tratado como un confidente de la Brigada Social o de la PIDE portuguesa. Pero yo nunca fui confidente de nadie.

P. Aquel tratamiento por parte de algunos estudiantes, del que usted se queja, pudo ser el fruto de esa especie de dogmatismo que todos, e incluso usted mismo, atravesamos en una fase de inseguridad como la adolescencia..

R. No. Había algunos que querían matarme. Tuve poco menos que huir de Madrid.

P. Los que le conocen temen que usted se atribuya más; hechos y más graves de los que realmente le corresponden. ¿Qué piensa hacer?

Su respuesta es una sonrisa lejana, enigmática. Como una flecha se ha puesto de pie cuando el vigilante de la prisión de Leiria nos dice que el tiempo se ha terminado. Con sus 81 kilos de peso, su sotana verde y su gesto insondable, Juan Fernández Krohn abre su mano, me saluda y abandona el locutorio de la cárcel.

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