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Crítica:MUSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tretiakov, Erojin y la extremada belleza de la música de cámara

Tretiakov y Erojin, al violín y al pianoSonatas para violín y piano de Beethoven, Brahms y Prokofiev.

Teatro Real. Miércoles, 19 de octubre.

El Ciclo de Cámara y Polifonía (Dirección General de la Música) se inauguró el martes con una excepcional sesión de cámara: el violinista Viktor Tretiakov y el pianista Mijail Erojin interpretaron sonatas de Prokofiev, Brahms y Beethoven. El Teatro Real registró una entrada muy alta y el público aplaudió con entusiasmo unas versiones de excepción.

Es sabido que Tretiakov es, no sólo uno de los grandes del violín soviético, sino también uno de los mejores intérpretes contemporáneos. La perfección y ductilidad de su técnica virtuosista, la transparente belleza de su sonido, la tensión de su legato se ponen al servicio de unos conceptos de gran rigor y especial poder comunicativo. Tretiakov (19,46) hace sonatas actualmente con el pianista de Moscú Mijail Erojin, excelente músico de cámara, además de prestigioso concertista.

Identificación interna

Los resultados alcanzan máxima identificación interna y externa, y los dos solistas parecen obedecer a un único imperativo, a un sólo ideal sonoro, a una singular fuerza expresiva.

Cuanto decimos se logró con tres autores que suponen otros tantos estilos.: Prokofiev, Brahms y Beethoven, expuestos en ese orden; es decir, desde lo más próximo a lo más lejano, como Ortega decía que debía explicarse la historia. Estrenada en 1946 por Oïstrakh y Oborine (los maestros de Tretiakov y Erojin), la Sonata en fa menor, op. 80, bastaría para demostrar la capacidad creadora de Sergio Prokofiev, su aliento lírico, su imaginación sonora, su poder de fascinación.

Brahms, en su primera sonata para violín piano (1879), nos muestra, a partir de una intencionalidad efusiva e intimista, su manera de entender la combinación -tan desigual en principio- pia-, no y violín: un continuo desplazamiento de fuerzas de uno a otro instrumento para conseguir un total más que unificado, único y de extraordinaria transparencia. El alma de la obra, su fondo y su talante, se explica desde dos lieder del propio Brahms: Canto de la lluvia y Eco. Tretiakov y su colaborador impregnaron toda la sonata de ese aliento lírico y paisajista.

Como final, la Séptima Sonata de Beethoven parecía reforzar su esplendidez formal y sustancial, después de haber escuchado un futuro que en buena parte se debe al músico de Borin. La versión de Tretiakov-Erojin me recordó un tanto al Beethoven que hacían Dallapíccola y Cassadó: impetuoso, vitalísimo, fuerte de contrastes, agitado incluso. Como una suerte de contradicciones internas domeñadas por el voluntarismo del compositor, fielmente entendido por sus intérpretes de ahora.

En resumen: un concierto difícil de olvidar, que, de un golpe, nos devolvió la sintética y extremada belleza que tiene la música de cámara.

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