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Comienza en Portugal el juicio del sacerdote integrista español que atentó contra el Papa

Juan Fernández Krohn, el sacerdote madrileño de 33 años acusado de intentar asesinar al Papa con una bayoneta el pasado 13 de mayo, en el santuario de Fátima, prepara, desde una celda de la prisión portuguesa de Teiria, su defensa ante el tribunal que le juzgará mañana en la pequeña localidad de Vilanova de Ourem. El sacerdote puede ser condenado a 24 años de cárcel si se prueba que intentó matar a Juan Pablo II

Empero, fuentes próximas al acusado aseguran que Juan Fernández Krohn no se encuentra preocupado por la magnitud de la sentencia que sobre él puede recaer. Más bien, su inquietud se orienta a demostrar las razones de su acción, de la que, hasta el momento, no ha exteriorizado arrepentimiento.Todo permite indicar que el sacerdote español, ordenado por el arzobispo integrista Marcel Lefebvre en 1978, se defenderá sólo, sin recabar de su abogado, designado de oficio, José María López Perdigueiro, de 83 años, más que pequeños detalles técnicos y procesales de la jurisdicción portuguesa.

Durante los pasados cinco meses, transcurridos desde los hechos que han llevado a Juan Fernández Krohn a la cárcel, éste, que es licenciado en Derecho y Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid, ha preparado con minuciosidad cada uno de los argumentos a emplear en su defensa ante los jueces. Incluso ha aprendido el portugués a marchas forzadas, con una aplicación extraordinaria.

Se baraja como muy probable la posibilidad de que el joven madrileño entable una defensa teológica de sus actos de Fátima, con argumentos contra la legitimidad de la línea doctrinal inaugurada por la Iglesia católica con el Concilio Vaticano II, que Fernández Krohn, en línea con la mayor parte del clero integrista denosta con extremada dureza.

No parece probable, por el contrario, que el procesado muestre contrición por los hechos protagonizados por él en Fátima el pasado mes de mayo y que atemorizaron nuevamente a la grey católica de todo el mundo, justamente un año después de que un extremista turco, Mehmet Ali Agca, disparara a quemarropa contra el pontífice y le hiriera muy gravemente.

En el caso actual no se dan las mismas circunstancias que en aquel atentado. Juan Pablo II, aparte de la afrenta, no sufrió daño físico directo alguno, sino sólo el sofoco de saberse amenazado. Incluso se duda de esto. Según algunos, el Papa no conoció el alcance real del percance hasta poco después de que Fernández Krohn fuera reducido.

Todavía los jueces italianos no descartan la posibilidad de que Mehmet Ali Agca actuara dentro de una conspiración preparada concienzudamente por alguna corporación, con móviles inconfesables. Sin embargo, si bien serán los jueces lusos los encargados de determinar ahora si Juan Fernández Krohn actuó en solitario o inducido por algún grupo, la tosquedad de la supuesta agresión contra el Papa en Fátima inclina a los observadores a creer que el procesado actuó sólo.

La singularidad de este juicio estriba no sólo en los perfiles de sombra que envuelven todo intento o presunto intento de magnicidio, acentuados todavía más por ser su supuesto objeto la figura de un pontífice de la Iglesia católica. También se ve sesgado por la trayectoria de su supuesto agresor, su personalidad vehemente, las convicciones religiosas tradicionalistas que muestra y por la proximidad de la visita de Juan Pablo II a España.

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