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Aburrimiento con 'El mágico prodigioso'

Con la presentación de la obra Elmo, del chileno César Aguilera, por el Teatro Latinoamericano de Colonia, se inauguró el pasado viernes el Festival Internacional de Teatro de Sitges. Poco público, unas veinte personas, acudieron al Retiro para presenciar el primer espectáculo del festival, el cual empezó con algo de retraso. Por la noche, se estrenó un aburrido Calderón, El mágico prodigioso.

El Teatro Latinoamericano (TELA), se creó en septiembre de 1979 en la ciudad alemana de Colonia, fruto de la iniciativa de un grupo de actores de diferentes países de América Latina residentes en Alemania.

Terminada la función de la tarde, asistimos, en el teatro Prado, al montaje del Teatro Estable de Valladolid sobre El mágico prodigioso (1637), de Calderón de la Barca. El teatro ofrecía un buen aspecto: tres cuartos de platea. Pero, a medida que iba avanzando el espectáculo, una parte del público, unas setenta personas, optó por salirse. A falta de un buen programa de mano, en el que se diese una mínima información sobre las peripecias del drama religioso de Don Pedro, el público se vio sorprendido por la apabullante retórica de Juan Antonio Quintana (Cipriano) y Ramón Serrada (El Demonio), a lo que hay que añadir, para colmo, una banda sonora que hacía aún más trabajosa la digestión del texto. En cuanto al personaje de Justina, la ejemplar virgen cristiana, al ver aparecer al diablo preso en los hielos -aunque la escenografía mejor sugiere unos cristales de cuarzo-, tras la invocación del fáustico Cipriano, uno no sabía si aquello era la primera manifestación del Calderón-discoteca, con su bonito juego de luces, o una parodia del viejo filme del monstruo del doctor Frankenstein.

Para terminar, a la media noche, como Dios manda, el Grup Bululú nos ofreció, en la carpa instalada en el paseo de Mar, Las galas del difunto (1926), esperpento de Don Ramón María del Valle-Inclán. Representación escolar, con una bruja (Marori Navarro Marco) decidida a mostrarnos que sacó nota en la clase de expresión corporal, con una Daifa (Beatriz Miranda) que confunde, alegremente, la farsa con el esperpento y un Juanito Ventolera cargado de buenísimas intenciones, pero sin interés. El tinglado parecia agradar. El público, joven, mucho BUP y mucho COU, se reia con los cómicos.

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