¿Cuáles son las soluciones de Fraga?
Por las calles, un cartel con un gran retrato de Manuel Fraga proclama: "Es hora de soluciones". ¿Qué soluciones? Porque, como decía con ironía hace pocos días un inteligente amigo mío, "el Fraga de 1977 metería en la cárcel al Fraga de 1982".Ironías aparte, la verdad es que las más importantes propuestas políticas que él hizo durante los años de la transición habrían sido, si hubieran prosperado, unas pésimas soluciones para los problemas de España. También es cierto que todo el vigor que puso en la defensa visceral de sus tesis no fue obstáculo para que luego las fuera dejando de lado hasta llegar al momento actual en que, proclamándose "conservador liberal", ni siquiera las recuerda en su programa electoral, con el que intenta apropiarse de todas las tesis de UCD.
Creo que la erudición, el sentido del humor y la asombrosa voluntad de alcanzar la cumbre del poder que caracterizan la fuerte personalidad de Manuel Fraga han borrado para muchos el recuerdo de sus más famosas actitudes y mutaciones políticas, cuando son éstas precisamente las que marcan la talla de un político. Por eso, al evocar hoy aquí algo de lo olvidado, lo que pretendo es contribuir a la conveniente clarificación de una escena política oscurecida muy fundamentalmente por lo que de un tiempo a esta parte viene, declarando, escribiendo y programando el líder de AP.
1. El 9 de abril de 1977, el entonces presidente Suárez, con la colaboración de su ministro de Justicia, Landelino Lavilla, y atendiendo los requerimientos de las fuerzas democráticas integradas en la comisión negociadora de los diez (en la que yo representaba a los liberales), legalizó el Partido Comunista. Fue una decisión inteligente, de absoluta lógica política, cuya procedencia hoy pocos discuten. Pues bien, Fraga se rasgó las vestiduras ante el hecho, pero pocos meses después era precisamente él quien presentaba a Santiago Carrillo (ya elegido diputado por Madrid) en el Club Siglo XXI.
2. Durante la campaña de las elecciones del siguiente 15 de junio, todas las fuerzas políticas, salvo Alianza Popular, defendieron la tesis de que las Cortes democráticas que resultaran elegidas deberían considerarse constituyentes, y elaborar, como así lo hicieron, una nueva Constitución. Fraga y sus seis famosos aliados se oponían a ello. Proponían una mera reforma de las Leyes Fundamentales del régimen fenecido. Como sólo obtuvieron dieciséis diputados, prevaleció el buen sentido. Hoy, frente a su propuesta, tenemos una auténtica Constitución democrática.
3. El 21 de julio de 1978, el Pleno del Congreso aprobó el primer texto del proyecto de esa Constitución, que inmediatamente sería enviado al Senado para su ulterior tramitación. Fraga había intervenido muy activamente en la discusión de ese texto porque, como representante de su grupo parlamentario, formó parte desde el primer momento de la ponencia que inició su redacción. Pero los aliancistas, en aquel Pleno, se abstuvieron de votar el repetido proyecto. La abstención implicaba, en palabras de Fraga, una esperanza en los trabajos de la alta Cámara, que él no dudaba habría de estar "a la altura de su difícil responsabilidad". Implicaba también, "claro está, lo que diríamos es el propósito de la enmienda" en cuanto a los puntos que Alianza "no puede aceptar en conciencia", ya sea en esta fase, ya sea en todo momento... que las circunstancias electorales así lo permitieran".
Contrastaba esa actitud con la del Grupo Centrista, cuyo portavoz a la sazón, José Pedro Pérez Llorca, decía pocos momentos después: "Los hombres de Unión de Centro Democrático acabamos de prestar sin reserva mental alguna, sin desconfianza, con la más firme y serena de las convicciones, el concurso de nuestro voto afirmativo" a la nueva norma fundamental.
La alta Cámara y la comisión mixta Congreso- Senado, que enmendaron sucesivamente aquel primer proyecto de Constitución, no modificaron, sin embargo, ninguno de los puntos que Alianza decía no poder "aceptar en conciencia". Ello no obstante, en la votación final de 31 de octubre de 1978, Fraga y otros siete aliancistas (Carro Martínez, Fernández-España, López Bravo, López Rodó, Riestra París, Valle Méndez y Vallina Velarde) votaron afirmativamente el texto definitivo de nuestra ley de leyes. Cinco (Fernández de la Mora, Jarabo Payá, Martínez Emperador, Mendizábal Uriarte y Silva Mufíoz) votaron en contra, y otros tres (Fuente de la Fuente, Lapuerta Quintero y Piñeiro Ceballos) se abstuvieron.
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