Reforma de la curia y finanzas, temas clave de la próxima reunión de cardenales en el Vaticano
Si el papa Wojtyla pudiera, se afirma en algunos ambientes vaticanos, barrería de la curia hasta el último italiano. Y la respuesta, con la clásica ironía romana, es la siguiente: "El próximo Papa tiene que ser uno que no haya nacido más allá de Frascati (el país de los castillos romanos, a quince kilómetros de Roma). Se trata, lógicamente, de bromas. Pero es verdad que existe un cierto malestar entre los viejos elementos de la curia romana italianos. Si una vez el Papa trataba los asuntos más delicados de la Iglesia con los cardenales de la curia, ahora lo hace convocando a todos los cardenales del mundo. Por ejemplo, en la convocatoria, ya hecha, para noviembre, los cardenales van a tratar dos temas de primera plana: la reforma de la curia y las finanzas.
Los viejos cardenales se quejan de que el Papa no les escucha, de que va a las reuniones sin tomar un apunte, que deja el Vaticano demasiado tiempo solo a causa de sus viajes, que escucha sólo a los personajes de la Secretaría de Estado y al equipo de polacos que se ha ido creando a su alrededor. Y llegan a preguntarse si con un Papa así tiene aún razón de ser la curia romana. Por otra parte, parece ser que el Papa se lamenta de que no recibe ayuda de esta vieja curia, que en las reuniones todos dicen que sí a todo. Sólo el difunto cardenal romano Pericle Felici, que fue el alma del nuevo Código de Derecho Canónico, se atrevía a levantar la voz, a discutir con el Papa.Y es curioso que los cardenales de curia que más se quejan del Papa son aquellos personajes que habían estado en la sombra durante el pontificado de Pablo VI y que este Papa les ha vuelto a poner sobre el candelero, como Silvio Oddi, prefecto de la Congregación del Clero; Sebastián Baggio, de la de Obispos; Pietro Palazzini, de la de los Santos. Casualmente se trata de tres cardenales muy cercanos al Opus Dei. ¿Por qué los resucitó Juan Pablo II? "Habría que saber, para poder dar una respuesta, lo que pasó realmente durante el cónclave que le eligió Papa", ha dicho a EL PAÍS un importante personaje de la curia.
Se habla incluso de eliminar algunos de los actuales ministerios de la curia romana, de reducirla a sus exigencias fundamentales. Pero entonces, si la curia cuenta cada vez menos, ¿quién tiene en sus manos el poder del Vaticano? Según informaciones recibidas por EL PAÍS, en torno a Juan Pablo II está naciendo una especie de curia nueva, formada por hombres de su máxima confianza. Fundamentalmente, son todos polacos, empezando por su secretario personal, Dziwisz Stanislaw, que le acompaña en todos sus viajes. Es como el prefecto del grupo polaco, formado por personajes clave metidos por el Papa en cada una de las congregaciones romanas. Este grupo es el que aconseja al Papa, le escribe la mayor parte de sus discursos y documentos, cenan casi todas las noches juntos y nadie puede llegar al Papa de cerca si no pasa a través de ellos, incluso los cardenales.
Por lo que se refiere a su omnipotente secretario, Dziwisz, el hecho no es original en el caso del papa Wojtyla. Fue así con Pío XII con la poderosa sor Pasqualina, la monjita que decidía quién podía ver al Papa; fue así con Loris Capovila, el secretario particular de Juan XXIII, que fue hasta el momento de su muerte su factotum, y lo fue con Macchi durante Pablo VI, el cual, sobre todo en el último período de su pontificado, fue realmente el hombre más potente del Vaticano.
Grupo de consultores
En el caso de Juan Pablo II, esto se explica aún más por el hecho de la lengua. A través de Dziwisz, una persona de la máxima discreción, poco amante de publicidad, el Papa mantiene todos los contactos con Polonia. Lo nuevo es el grupo de consultores polacos que se ha creado. Dicen que es un grupo en el que nadie puede participar. Menos uno. Se trata del sustituto de la Secretaría de Estado, el arzobispo español Eduardo Martínez Somalo. El Papa tiene en él una enorme confanza. Le gusta además su carácter abierto, poco amigo de dramatizar las cosas, concreto y jovial. Jurídicamente, en la curia, el papeI del sustituto es de primera plana. Baste decir que en la última reforma de la curia hecha por Pablo VI, el único cargo de toda la curia que queda en pie a la muerte del Papa, sin necesidad de que el Papa lo reelija, es el del sustituto. Todos los demás cargos, incluido el del secretario de Estado, cesan automáticamente. Fue este el puesto que hizo famosos anteriormente a Montini cuando fue el sustituto con Pío XII, y a Benelli, hoy arzobispo de Florencia y uno de los papables en el último cónclave, que fue el poderoso sustituto con Pablo VI.Pero, además de la fuerza de su cargo, Martínez Somalo posee, en este momento, la fama de ser una de las personas más escuchadas y queridas por el papa Wojtyla, quien sonríe y bromea cada vez que lee en un periódico que le va a mandar a una diócesis importante de España. Aquí se asegura que la última persona a la cual Juan Pablo II renunciaría, después de su secretario, Dziwisz, es a la del sustituto.
Entre ellos existe una especie de simbiosis que no es tanto doctrinal cuanto existencial. Son dos caracteres que encajan divinamente, se afirma en la curia, y el arzobispo español es de los pocos privilegiados que despacha cada día con el Papa personalmente. No lo hace ni el secretario de Estado, el cardenal Agostino Casaroli, otro de los personajes clave, junto con Achille Silvestrini, ministro de Asuntos Exteriores para los países del Este comunista.
Esta es la trinidad que de verdad tiene poder hoy en la curia. Pero, mientras con el sustituto español la afinidad con el Papa es total, con Casaroli y con Silvestrini, que fue quien sucedió a Casaroli en su puesto cuando fue nombrado secretario de Estado, la colaboración es cordial, pero, al mismo tiempo, conflictual ideológicamente. Casaroli y Silvestrini tienen una visión del concilio y del diálogo con el mundo del Este diversa de la del papa Wojtyla.
El factor Casaroli
No es un secreto, por ejemplo, que Casaroli no era visto con buenos ojos por el episcopado polaco cuando actuaba con Pablo VI como encargado de las relaciones entre el Vaticano y los países comunistas. Cuando EL PAÍS preguntó al amigo personal de Juan Pablo II, el polaco Malinski, el porqué lo había hecho secretario de Estado, respondió: "Es lo primero que le pregunté cuando comí con él la primera vez después de ser elegido Papa, pero la respuesta que me dio el Papa no puedo decírsela".Últimamente, uno de los contrastes entre Casaroll y el Papa, aunque muy velado, ha sido el asunto de Paul Marcinkus. El cardenal secretario de Estado hubiera deseado, desde hace mucho, eliminar al banquero del Papa de la curia romana, pero Juan Pablo II le defendió siempre. Cuando, durante los últimos escándalos, el cardenal de Florencia, Giovanni Benelli, concedió una entrevista criticando el hecho de que Marcinkus quedase en su puesto después de lo ocurrido, afirmando que en la Iglesia los puestos no son eternos, el cardenal Casaroli, que jamás concede entrevistas, se hizo entrevistar nada menos que por el semanal L'Expresso.
Benelli daba a entender que el Papa podía no saber nada del asunto. Y afirmaba que, cuando estuvo con él en la Secretaría de Estado, como sustituto, nunca logró saber cómo estaban las cosas de las finanzas. Casaroli, en su respuesta, daba a entender, al revés, que el Papa podía saber cómo estaban las cosas, aunque añadía que, en la hipótesis de que Marcinkus hubiera dado dinero al sindicato polaco Solidaridad, no por eso el Papa se iba a dejar condicionar.
La entrevista, que fue publicada al lado de uno de los artículos más críticos contra el papa Wojtyla, escrito por el redactor jefe y experto religioso Sandro Magister, fue interpretado como el deseo de querer tomar las distancias de lo que estaba pasando alrededor del Papa en el asunto de Marcinkus. De los actuales personajes italianos, el cardenal Casaroli, junto con el jesuita Martini, arzobispo de Milán, y el cardenal Benelli, arzobispo de Florencia, es considerado hoy como uno de los más papables en un próximo cónclave. De él se dice, aunque sin probarlo, que últimamente ha caído en la tentación de acercarse al Opus.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.