Kohl, el buen hombre del Palatinado
Cualquiera le compraría un coche usado, pero a todos les pone los pelos de punta pensar que tienen que sentarse en una mesa a discutir los problemas del sistema monetario europeo o de la "respuesta flexible" con otros jefes de Gobierno.Helmut Kohl, 52 años, es un hombretón de 1,93 metros de estatura que llegó a Bonn en otoño del año 1976 para ocupar el puesto de líder de la oposición democristiana en el Parlamento federal (Bundestag). Kohl renunció a su puesto de presidente del Gobierno en Renania-Palatinado, donde había realizado una política aceptada por la población del pequeño Estado federado, que tiene una población inferior a la de Madrid.
En Renania-Palatinado todo era familiar y entrañable, el equipo de Gobierno, los colaboradores y el entorno; cuando en una entrevista televisiva en, 1970 le preguntaron si aspiraba a llegar a canciller federal, Kohl respondió que "ese es es un puesto lleno de sobresaltos, o mejor dicho, que implica una frialdad como el hielo y distancia, que carece de toda proximidad y calor humano". Todo esto le parecía horrible a Kohl, pero luego añadió que él se sentía en condición de aspirar al puesto y resulta que lo consiguió. Kohl llegó a Bonn después de una campana electoral en la que consiguió la importante cifra de un 48,6% de votos -el mejor resultado desde la mayoría absoluta de Adenauer en 1957- y recuperó para los democristianos (CDU / CSU) el puesto de primer partido en la República Federal de Alemania, que en las anteriores elecciones le había arrebatado la socialdemocracia, encabezada por Willy Brandt.
Después de rumiarlo mucho, Kohl dejó el puesto de jefe del Gobierno en Maguncia y se sentó en el banco de la oposición en Bonn con la esperanza de que un día le cayera encima la cancillería. En todos estos seis años no se recuerda ningún díscuso importante, casi ni una intervención de Kohl en el Bundestag con una afirmación clara sobre un problema concreto. Las intervenciones de Kohl, después de Schmidt o al lado de Strauss, resultaban penosas, cuando, con cara de buena persona y los ojos elevados al cielo, echaba en cara a Schmidt su .arrogancia intolerable" y hablaba de "estos son nuestros deberes para las gentes de nuestra patria" o de "nuestras familias ahí fuera en este país". Schmidt normalmente ojeaba sus papeles, sin dignarse a dirigirle la mirada o sencillamente dejaba su sitio vacante, lo que provocaba nuevos lamentos por parte del líder de la oposición por la "mala educación del canciller". A los ataques por su falta de precisión y especialización en cualquier tema político o económico Kohl respondió con la frase histórica "yo soy un generalista".
La estrategia de Kohl para llegar a la cancillería fue la de esperar y no decir nada que pudiera comprometerle o dejar al descubierto su ignorancia. La estrategia resultó: Kohl llegó a canciller. El buen hombre del Palatínado ha pasado a gobernar una de las tres primeras potencias industriales del mundo. La paciencia de Kohl tuvo recompensa después de los amargos tragos que le hicieron pasar no sólo Schmidt con su desprecio, sino el líder del partido hermano, la CSU, Franz Josef Strauss. Apenas instalado en Bonn, el año 1976, Strauss puso en marcha la ruptura del grupo parlamentario conjunto CDU / CSU y amenazó con salirse de las fronteras de Baviera y extender la CSU al territorio federal.
Kohl supo resistir el ataque, pero no acertó a parar a Strauss a la hora de designar candidato a canciller para las elecciones federales de 1980. Strauss se adelantó y Kohl tuvo que tragarse el sapo de que su propio grupo parlamen tario eligiese al político bávaro como aspirante a canciller. Kohl aplicó su estrqtegia probada y por aquellos días amargos solía decir: "Yo soy joven y tengo mucha vida política por delante", lo que resultó ser cierto. Kohl, con cincuenta años, podía esperar su oportunidad, mientras Strauss quemaba, a sus 65 años, el último cartucho.
En Bonn, Kohl se mueve todavía como un cuerpo extraño, con su acento provinciano y su aire de lentitud mental, mezclada con su verborrea vacía de contenido. En los debates de los últimos días, cuando un Schmidt acabado políticamente sacaba fuerzas de flaqueza para dar una brillante representación final, Kohl se refugió una vez más en tópicos y vaguedades al explicar su programa.
Rodearse de gente preparada
Sus adictos aseguran que hará un buen papel, "no irá por el mundo dado lecciones de economía, pero se asesorará bien y sabrá rodearse de gente preparada". Kohl nació en Ludwigshafen, una ciudad centro de la industria química al lado del Rin, el 3 de abril de 1930, hijo de un funcionario de Hacienda. El medio familiar era católico, religión que Kohl practica. Su hermano murió en la guerra y Kohl suele sacar a relucir su recuerdo en conversaciones con periodistas e incluso en discursos electorales. El nuevo canciller de la RFA está casado con una protestante, la novia de la escuela de baile, y tiene dos hijos. Su mujer vive en la casa familiar de Ludwigshafen, donde, según las notas biográficas oficiales, "intenta que los hijos no echen de menos al padre". Su mujer dice que cuando está en casa "está de buen humor, siempre presente; es una figura paterna positiva".
La necesidad de un mundo armónico a su alrededor la manifiesta Kohl a la hora de escoger sus colaboradores. El futuro subsecretario en la cancillería federal será un campanero de escuela. Con su actual socio de coalición, Genscher, Kohl mantiene amistad desde hace años y se tratan de tú. Entre Genscher y Schmidt nunca se llegó a esas confianzas. Las cualidades de Kohl para canciller las ponen en duda hasta muchos de los más ardientes democristianos.
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