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La utópica reduccion de impuestos de Reagan

El Estado federal es un monstruo burocrático que se come todo lo que le echen, vino a decir a sus electores el candidato Ronald Reagan cuando planeó conquistar la Casa Blanca. Para vencer a la fiera, Reagan se propuso descentralizar un Estado ya federal, devolviendo mayor poder a los Estados regionales, junto con una reducción de impuestos directos para los norteamericanos.La receta, junto con otros factores, dio éxito, y Reagan se instaló triunfalmente en la Casa Blanca en enero de 1981. Reagan cumplió su promesa y redujo el 25% de impuestos directos en tres años, con la finalidad de estimular el ahorro y favorecer la inversión.

Hoy, los americanos ahorran más que nunca, pero por el temor a la pérdida del desempleo, más que por los beneficios de unos recortes impositivos cuyas escalas favorecen sólo a las personas con ingresos muy altos.

La trampa de Reagan en su promesa de reducir impuestos es que no la acompañó de una moderación en el gasto público. Cortó éste sólo en los programas sociales, al tiempo que aumentó espectacularmente el gasto para la defensa militar. El desequilibrio surgió desde el primer día, con déficit para el año en curso de 109.000 millones de dólares.

Presionado por sus consejeros del Congreso, Reagan debió aceptar durante el pasado mes de agosto la creación de nuevos impuestos indirectos, para corregir en lo posible el gasto público, comiéndose la Administración Reagan las prometidas ventajas de una reducción de impuestos que, teóricamente, debía funcionar.

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