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Lágrimas y risa la presentación de 'E.T', la historia de un niño que sé hace amigo de un enano extraterrestre

La sección oficial del Festival Internacional de Cine de San Sebastián se despidió con dos títulos ya conocidos en otras manifestaciones del año. E.T., el extraterrestre, de Steven Spielberg, con ser un comic extraordinario, se ha convertido en un tópico festivalero iniciado en el último Cannes y prolongado hasta hoy. Tal como ha ocurrido en los demás festivales, también en San Sebastián esta película reunió en la primera sesión de la mañana a gran parte de los críticos más serios de todo el mundo, que no ocultaron, muchas veces a pesar suyo, el entusiasmo por la ternurista aventura de ese niño protagonista y de su amistad con el sorprendente enano extraterrestre que no puede volver a su planeta.

Las lágrimas y la risa de la proyección del último Spielberg contrastaron con la frialdad de Liliana Cavani y su película Detrás de la puerta, que ya había decepcionado profundamente en el reciente festival de Venecia y que, para mayor Inri, se ha anunciado en San Sebastián sin los exigibles subtítulos en castellano.Pero el interés del día no estaba en la sección oficial, puesto que nada original presentaba, sino en las muestras paralelas. La de nuevos realizadores ofreció dos estrenos filmados por desconocidos autores españoles: Iñigo Botas dejó perplejo a buen número de espectadores con su ópera prima Best Seller. La mala calidad de su sonido se acompañó con una excesiva torpeza narrativa, con una improvisada puesta en escena y con una trivial anécdota. Algunos de los presentes murmuraban durante la proyección frases de sorpresa ante la vacuidad de las secuencias que se deslizaban en la pantalla.

Aunque la película dura hora y media, sólo hasta haber transcurrido una buena parte de ella se inicia realmente la acción. Cuando un periodista borracho quiere escribir sobre lo que él cree la verdad de la muerte de John Lennon recibe de una casa de discos un sobre de publicidad en el que, por error, se incluyen algunas escenas comprometidas para un famoso personaje público. Cuando éste quiere recuperar el casete, el periodista cree que en realidad quiere impedirle hablar de Lennon. El absurdo error se mantiene sin interés hasta que la película concluye. El aburrimiento pesa de tal manera que ni el sentido del humor habitual en el actor Félix Rotaeta ni el evidente talento de Cecilia Roth, ya demostrado en Arrebato y Laberinto de pasiones, consiguen superarlo.

Héctor, el rebelde

Por el contrario, la otra joven película española, Héctor, de Carlos Pérez Ferré, sorprendió al ya cansado público el último día. Narra la película el interés de un especulador por comprar las casas ocupadas por viejos campesinos y la cerrazón de uno de ellos que se niega a colaborar. Amenazado, recluido en su soledad, Héctor, el rebelde, recuerda entre los muros de su casa algunos pasajes de su vida anterior, revelando así al espectador las profundas razones de su negativa y, de algún modo también, las miserias vividas en su tenso ambiente rural. Muy bien narrada, con sencillez y efectividad, con dominio de la imagen, Héctor supera con inteligencia la brevedad de su anécdota. Carlos Pérez Ferré es, sin necesidad de exageraciones, la revelación española de los nuevos realizadores de este festival. Apoyado en la seriedad interpretativa de Ovidi Montllor, su trabajo es bueno y prometedor. Merece apoyarse.Este último día del XXX Festival de San Sebastián resume bastante bien lo que ha sido toda su convocatoria: sección oficial muy auspiciada por fiestas y saraos donde se han visto películas sin interés o ya conocidas en otros festivales anteriores y unas secciones marginales, poco auspiciadas, en las que, esporádicamente, han surgido títulos curiosos, muchas veces inadvertidos por el actual tono mediocre del resto.

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