El Cuerpo Diplomático y la ayuda a los ciudadanos
Somos algunos de los padres de los niños españoles abandonados en Edimburgo, de los que dio puntual noticia el diario de su dirección, de fecha 30 de julio de 1982. Hemos tenido acceso a la carta que el agregado de Información de nuestra Embajada en Londres, Amado Jiménez Precioso, envió a la atención del corresponsal de EL PAIS, que dio la noticia, y a tenor de su contenido, y para dejar los hechos en su sitio exacto, queremos manifestarle, señor director, que dicha carta sólo puede obedecer a la obligación del señor Jiménez Precioso de intentar paliar los errores que el ente a quien sirve comete.No sólo no es exacto lo que el señor Jiménez Precioso dice en su carta, incluyendo la fecha, sino que nos referimos y nos reafirmamos, una vez más, en dos puntos fundamentales de la cuestión:
1. El martes 27 de julio pasado, sobre la siete de la tarde, llamamos a nuestra Embajada en Londres (07-44-1-235 55 55) para recabar ayuda para nuestros hijos.
La señora o señorita que atendió la llamada se negó en todo momento a pasarla a cualquier responsable de la Embajada. Cuando se le invocó unas circunstancias de tipo familiar par poder comunicarnos con el embajador, se negó también a ello, y cuando se le volvió a insistir que se trataba de que a 36 niños españoles, al día siguiente, les iban a poner en la calle en Edimburgo, abandonados a su suerte, nos contestó textualmente: "No sé si en España pasará eso, en Inglaterra" desde luego, no". Y ante nuestra insistencia, volvió a responder: "No se preocupe del caso, alguien se ocupará de ellos".
Independientemente de quedar reflejado un aspecto del funcionamiento de nuestra Embajada en Londres, creemos bien definido el patriotismo (si es española) o la fidelidad a la empresa que la paga (si no es española) de la telefonista, recepcionista, secretaria o lo que sea que atendió nuestra llamada.
2. Una hora después, conseguimos ponemos en contacto con el
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cónsul general de España, Eduardo Aranda, en su domicilio particular, y fue este señor quien, de motu propio y en aquel momento, resolvió el problema, llamándonos .a la media hora para decimos que todo estaba resuelto, que ya había hablado incluso con los niños. Acciones como ésta son las que justifican nuestro servicio exterior, y no las de la telefonista o las del señor Jiménez Precioso.
Independientemente de esta carta, que envió el señor Jiménez Precioso, me gustaría recibir otra, de quien proceda, con el nombre y apellidos de la señora o señorita del teléfono y -con una justificación - si es que pueda haberla- de su conducta; si esto sucediese, los padres de los niños afectados podríamos matizar y decir: "La Embajada española en Londres no pudo actuar porque su telefonista nos bloqueó las llamadas".
Mientras tanto, y lamentándolo, tendremos que seguir afirmando que la Embajada española se inhibió en este asunto, aun siendo preceptivo, y que gracias a la intervención personal del cónsul general, Eduardo Aranda, con quien siempre estaremos en deuda, ser esolvió el problema. / y seis firmas más.
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