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Las grandes empresas inversoras buscan el ahorro privado con nuevos instrumentos financieros

La Empresa Nacional Hidroeléctrica del Ribagorzana (ENHER) ha sido la primera en decidirse a salir al mercado en busca del ahorro privado a través de los llamados bonos eléctricos, equiparables a todos los efectos a los bonos de los bancos industriales o comerciales, que ya tienen una cierta tradición en el mercado español. En los próximos meses, otras empresas relacionadas con la energía y las grandes sociedades inversoras seguirán por ese camino.

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Estas emisiones de bonos eléctricos, hasta ahora desconocidas dentro del tradicional mercado financiero, y los demás instrumentos que saldrán en las próximas semanas, tratan de evitar los cambios bruscos en los tipos de interés que tienen que pagar las empresas inversoras por los recursos ajenos que obtienen y con los que ponen en marcha buena parte de sus nuevos proyectos.La estabilidad en el precio del dinero que las grandes empresas tienen que pedir prestado, sea a instituciones financieras sea al ahorrador privado en particular, es uno de los objetivos básicos que persiguen los equipos financieros de estas empresas.

Todo ello, dentro de la política de lograr los precios más bajos posibles para cada una de las operaciones que ponen en marcha y de la necesidad de diversificar los distintos mercados, siguiendo en definitiva la máxima de "no poner todos los huevos en la misma cesta".

Recortar la operativa bancaria

La opinión extendida sobre este nuevo tipo de actuaciones de las empresas no financieras es que recorta en cierta medida la operativa de la banca, al lograr parte de los fondos que necesitan las empresas sin pasar por el tamiz de las oficinas bancarias. Sin embargo, quienes apoyan la creación de estos nuevos instrumentos financieros señalan que no hay ninguna razón que avale estas tesis.En un primer momento, cuando la banca extranjera se decidió a poner en marcha el mecanismo de las letras negociadas en Bolsa, se afirmó que era quitarle cuota de mercado a la banca nacional. El tiempo que ha transcurrido desde que se negoció la primera letra hasta la actualidad ha mostrado lo contrario; la banca nacional, introduciéndose en este nuevo mercado, negocia un volumen de letras muy similar al total de importancia que tiene dentro del sistema financiero; la banca extranjera participa, eso no lo duda nadie, pero a niveles no comparativos con las instituciones nacionales.

Mientras que para las empresas privadas no financieras se trata de conseguir dinero a tipos de interés lo más bajos posibles, y para ello se ponen en marcha operaciones como los bonos eléctricos o los pagarés a la orden, para las instituciones financieras que colocan estas emisiones o las aseguran, el beneficio que se obtiene viene de la mano de las comisiones cobradas por el servicio de colocación y por la no disponibilidad de líneas de crédito cuyo volumen coincide con el total de la operación que se pone en marcha.

De esta manera se obtiene una mayor rentabilidad del negocio financiero, sin que ello signifique un incremento importante del pasivo de los bancos para lograrlo. Las empresas, por su lado, en el caso de los pagarés a la orden, logran financiación a corto plazo para operaciones de inversión a largo plazo, lo que, según la ortodoxia bancaria, es el objetivo que se debe perseguir.

La financiación a corto plazo

Las grandes empresas con elevados proyectos de inversión no se atreven en la actualidad a endeudarse en el exterior por los elevados tipos de interés vigentes y por el riesgo de cambio de la peseta frente a las demás monedas. En el mercado interior, durante los dos últimos años se han hecho muchas operaciones a largo plazo, entre cinco y diez años, creciendo de forma importante el mercado de créditos sindicados, fueran éstos a tipos de interés fijos, variables o utilizando fórmulas mixtas. Se trata ahora de romper la financiación bancaria, llegando al ahorrador privado, directamente, acortando al tiempo el plazo de amortización para hacer más atractiva la compra de títulos por los particulares.Los bonos eléctricos tratan de dirigirse a los ahorradores privados en los que el plazo no cuenta demasiado, salen a tres o cinco años de amortización, pero a cambio cuentan con un tipo de interés fijo y el beneficio derivado de la posibilidad de desgravar fiscalmente el 15% en el impuesto sobre la renta.

Los pagarés a la orden, que van a ser puestos en circuvalación en las próximas semanas, son títulos a corto plazo -entre seis y dieciocho meses- que sacan las grandes empresas y se negocian en Bolsa. El tipo de interés al que salgan dependerá de las condiciones concretas del mercado de pagarés en esos momentos y, al tener un período de amortización tan pequeño, no contarán con desgravación fiscal. La rentabilidad para los inversores vendrá dada por los tipos que rijan en cada una de las operaciones.

Ventajas comparativas

Para las empresas que los emitan, este tipo de títulos tiene dos ventajas comparativas; al ser a corto plazo y tener detrás como cobertura una línea de crédito concedida por bancos, permite a las empresas emitir el volumen justo de pagarés que necesiten en cada momento. De esta forma, los costes finales son menores, al irse retrasando la salida al mercado de dichos pagarés.Por otro lado, al poder utilizar o fondos obtenidos a partir de los pagarés o en el mercado financiero puro, las empresas pueden decidir en cada momento cuál es el que resulta más barato. Con este doble mecanismo se tiende a que se produzca una estabilidad en los distintos tipos de interés.

Los bancos, al final, obtienen beneficios por proporcionar un servicio -la colocación de dichos pagarés- y por las comisiones de no disponibilidad de la línea de crédito en el período de tiempo en que no se utilice ese dinero. En el caso de que el crédito fuera manejado, el beneficio vendría dado por el diferencial existente entre el precio que se ponga a ese crédito y el coste para las instituciones financieras que lo proporcionen.

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