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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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La leva

A mí lo que más me flipa literariamente, como columnista, es la manera de hacer política que tiene Adolfo Suárez. Se ve que no viene de la democracia (aunque nuestra democracia venga de él), y sus procedimientos, su ética y su estética son más del Romancero que de Abraham Lincoln.

Esto, aclaro innecesariamente, no es meliorativo, ni en lo político ni en lo moral, ya que el Romancero mismo, de verdad, fue mucho más sucio que sus versos, como vagamente le insinué una tarde a don Ramón Menéndez Pidal, en su huerto de los olivos laicos. Cuesta del Zarzal que hoy lleva el nombre del maestro. Adolfo Suárez, pechero de Avila, empezó de personaje de Foxá -Madrid, de Corte a cheka-, luego se hizo a sí mismo un personaje de Balzac, y ahora, siempre hacia atrás en la literatura, como los buenos autodidactas, es ya, más que un Duque, un hidalgo medieval, un señor feudal, uno de los doce que iban con el Cid, sin saber muy bien a dónde. Más que un partido, ha organizado una leva.

El mismo lo dijo:

-Queda abierto el banderín de enganche.

Creíamos que no se iba a enganchar nadie. Pero de las provincias, de las regiones, de las nacionalidades, de las autonomías, de las Españas, emergen gobernadores civiles, se ponen en pie héroes locales, se avivan las fuerzas vivas, reviven las fuerzas muertas, todos por Adolfo Suárez. Gobernadores que dejan sus gobiernos. ¿Cuándo se había visto eso? ¿Qué ven, qué esperan de Adolfo Suárez? No creo que esto sirva, en absoluto, para ganar unas elecciones generales, pero Adolfo Suárez está ganando sus elecciones personales.

Me llaman de Holanda para traducir mi libro La bestia rosa. Ofrecen unos miles de florines. Estoy por entregar el asunto al bufete de Suárez, que sacará muchos más florines. Su manera de hacer la política no tiene precedentes. Lo consuetudinario es que, cuando se tiene una basca ideológica alrededor, uno organice un partido para aprovechar esa basca.

Suárez se lo monta en solitario, cuando todavía le están dibujando el pictograma, y toda una leva de españoles coge su cruz y le sigue. Los analistas no tienen claro el tema Suárez, ni el espacio político que el Duque populista pudiera ocupar. Yo, sí. Los hombres de la ucedé, del poder y del Gobierno, con ser deudos o colaterales de Franco, como les recuerda todos los días la Prensa extranjera, se han olvidado del franquismo, es decir, del populismo paternalista. El paternalismo es lo que tenía ya cabreado al personal adulto. Pero el populismo, en cambio, es un socialismo de clases; medias bajas que no han leído a Pablo Iglesias, y si el que lo ejerce resulta ser un hombre de nuestra generación (fuera de paternalismos), en quien nos contemplamos como en un espejo cortefiel, van y le votan. En una democracia añosa y sin coños de investidura, Suárez sería un socialista conservador o un socialdemócrata con marcha. Pero ha descubierto el socialismo a los cincuenta años y ya de Duque.

Es víctima, pues, como todos los españoles, de una larguísima era imaginaria de desinformación política. El otro día vino a casa a entrevistarme Luis Herrero, hijo de Herrero Tejedor, y se lo dije: "Franco, que no era precisamente un caso cultural, había muerto culturalmente diez años antes de morir". O sea, mediados los sesenta, con el final de la posguerra y la primera generación europeísta, que passaba del tema. Pero eso a Suárez le cogió tarde.

Suárez, aparte su originalidad personal y política, es beneficiario de ese sub/socialismo de países políticamente en vías de desarrollo que es el populismo, herencia de dos sistemas militares: Primo de Rivera y Franco. Suárez es la rebelión del populismo contra sus padres históricos: los dictadores.

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