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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Sobre la homosexualidad

En un espacio perdido (estas noticias no acostumbran a publicarse con grandes alardes tipográficos) de EL PAIS del día 27 de agosto, leo el siguiente titular: "La Sala Segunda, del Supremo reitera su opinión sobre la homosexualidad". Antes de leer la semicolumna ya me suponía la opinión de tan venerable institución. "Es práctica obscena" (la homosexualidad), "especialmente rechazada por nuestra cultura y entorno social", condena la mencionada Sala Segunda. Sigue diciendo la sentencia: "Con posturas indecorosas" (refiriéndosé a unas fotografías de una revista, a cuyo director se procesaba), "expresiones como las de el 'placer que llega y estalla'., 'dispuestos ambos para el íntimo encuentro, etcétera, son producto de subculturas que merecen la sanción penal". Títulos de películas de la actual cartelera madrileña: Bacanal en el aniversario de bodas, El precalentador, Magdalena, poseída por la bestia; Con las bragas en la mano, Con el sexo en los colchones... ¡Para qué seguir! ¿Contradicción penal? No. Simplemente, hay manifestaciones que pueden ser susceptibles de atentar contra el orden actual y hay otras que ayudan a envilecer cerebros de muchos posibles rebeldes. Lo primero merece el castigo de nuestra cultura"; lo segundo, la tolerancia más benigna.En una carta. que dirigí a. EL PAIS y que jamás se publicó decía que el más imbécil de los filósofos (o economistas, o físicos, o matemáticos) acostumbra a sentirse miembro orgulloso de este grupo sectario, reducido y privilegiado que se autodenomina comunidad científica. El buen burgués, o el que no lo es pero le gustaría serlo antes de morirse, tiene la misma actitud, de nuestro filósofo: se siente orgulloso componente de la cultura oficial y teme, como el vampiro a la cruz, toda manifestación que ataque a ésta. Así se siente seguro, pero es la seguridad del poder, y el poder no es perpetuo. Es, pues, la seguridad del miedo.

Por cierto, no soy homosexual. /

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