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PRENSA

El caso Anop, piedra de toque del nuevo orden informativo en Portugal

La aprobación de la nueva Constitución portuguesa y la polémica acerca del cierre de la agencia estatal de noticias Anop relanzan el debate sobre el papel de la información en los Estados deinocráticos. La existencia en Portugal de un fuerte sector de comunicación social del Estado ha sido considerada por los Gobiernos que se han sucedido en Lisboa desde 1976 como un accidente de la historia y no comó el fruto de una opción deliberada. Más aún: para todos los partidos políticos lusos, con excepción del comunista, esta existencla es un mal que es preciso combatir o tratar de remediar.

En efecto, si la televisión nació como órgano de comunicación del Estado y si la actual empresa pública de radiodifusión resulta de la fusión con la estatal Emisora Nacional de diversas radios privadas, con la única excepción de la emisora del episcopado católico (Radio Renascença), una serie de diarios actualmente propiedad del Estado han caído en el dominio público como consecuencia de la nacionalización de los bancos, sus propietarios hasta marzo de 1975.El caso de la agencia de noticias Anop es un poco diferente, ya que fue creada, en 1975, sobre la base de dos agencias anteriormente existentes, Ani y Lusitania, estrechamente vinculadas al régimen salazarista, a pesar de sus estatutos de empresas privadas.

Agencia estatal

Los Gobiernos de orientación marxista en el poder en 1975-1976 no tuvieron dudas acerca del carácter estatal de la nueva agencia, pero tampoco confun dieron a los trabajadores con los antiguos dueños de las agencias de noticias: todo el personal, periodístico y administrativo, de Ani y de Lusitania pasó al servicio de Anop, donde en su mayoría se encuentran trabajando. La filosofía oficial en materia de in formación comenzó a modificar ser paulatinamente a partir de 1976, con la llegada al poder de los socialistas, cuyo secretario general, Mario Soares, es un fervoroso defendor de la Prensa libre.Los Gobiernos socialistas aplicaron al sector una política muy matizada, a cuya elaboración contribuyó poderosamente el hecho de que entretanto había resurgido y estaba desarrollán dose de nuevo una Prensa diaria privada. Y ya que esta Prensa privada, por motivos obvios, dada la situación política del país, era en su aplastante mayoría nítidamente derechista, los socialistas, en el Gobierno, se propusieron establecer desde arriba un equilibrio ecuánime entre el sector público y privado, otorgando a este último ayudas financieras y otras y dotando al sector público de estructuras y de mecanismos destinados a garantizar su independencia en relación al poder político y económico.

De esta época datan la crea ción de empresas públicas autó nomas para la radio, la televisión, Anop y para los diarios del Estado, la legalización de los órganos de control externo (consejos parlamentarios de información para estas empresas públicas) e interno (consejos de redacción fundamentados en la Constitución de 1976, que consa graba, por un lado, la irreversibilidad de las nacionalizaciones, y, por otro, la libertad de información. Es dentro de estos parámetros en que Anop creció, estableció contratos y una red de corresponsales en el país y en el exterior, sin que, hasta muy recientemente, su existencia y su importancia hayan sido cuestionadas por los Gobiernos de centro-derecha entretanto llegados al poder. Como mucho, se hablaba hace meses de la necesidad de reestructurar la agencia estatal para hacerla menos onerosa para el erario público y más adaptada a las necesidades de la Prensa portuguesa. Oficialmente, todo cambia con la nueva Constitución: ésta consagra la victoria de una opción política basada en la iniciativa privada, y si la reversibilidad de las nacionalizaciones no figura en la nueva ley constitucional (por absurdos fetichismos de los socialistas en la óptica de la mayoría parlamentaria), las empresas públicas dejan de ser tabúes inviolables: pueden ser eliminadas, reconvertidas, vendidas -en parte o en totalidad-, entregadas a gestionarios privados en régimen de concesión...

Anop es la primera de las empresas públicas contempladas en la nueva óptica, y el veredicto es fatal: es un lujo insoportable para el depauperado Estado portugués, pero además tiene un papel nefasto sobre el conjunto de la información (que uniformiza) y coloca el poder frente a la permanente y peligrosa tentación de manipular en su favor el más poderoso medio de comunicación después de la televisión.

La sentencia es tan rápida como severa: en Consejo de Ministros, el 30 de julio, el Gobierno decide la extinción de Anop y el cese de sus servicios a la fecha de 1 de agosto. Simultáneamente, se anuncia la creación de una nueva agencia, privada para unos, cooperativa para otros, llamada Porpress, y luego, Noticias de Portugal, con un capital de unos siete millones de pesetas, suscrito por doce empresas públicas y privadas dueñas de los principales medios de comunicación (radio, televisión, Prensa escrita).

El primer acto de los futuros socios de la agencia es pedir dinero al Estado: cerca de doscientos millones de pesetas (Anop pedía trescientos millones), a los que estiman tener derecho por el servicio, eminentemente social, prestado por la información.

Coste social de un cierre

Hechas las cuentas, el negocio parece oscuro: la reducción de encargos, resultado de la sustitución de Anop por la nueva agencia, parece diminuta en relación al coste social de la operación (despido de 253 trabajadores, a indemnizar y a subsidiar en situación de paro por un período probablemente largo, dada la crisis del sector).La dependencia en relación al Gobierno no parece disminuida, ya que la mayor parte del financiamiento de la nueva agencia es, confesadamente, dependiente de las dotaciones presupuestarias del Estado, y que los dirigentes de las empresas públicas socias de la cooperativa, nombrados por el Consejo de Ministros, serán mayoría en la dirección de la nueva empresa.

Algunos medios de comunicación privados, entre los más importantes y situados en posiciones políticas muy diversas, han negado desde el primer momento su participación en la operación: es el caso del semanario de izquierdas O Jornal, a la cabeza de uno de los tres mayores grupos portugueses del sector de la información (con los del Expresso y de O Tempo) y de la emisora católica Renascenga. Varios diarios privados, también muy diversificados políticamente, inicialmente interesados, evidencian crecientes reservas.

Entonces, ¿quién está por detrás de la operación Anop? Es la pregunta que todos los portugueses hacen y a la cual se dan las más variadas respuestas. Cábala política, dicen los más ruidosos, aunque con opiniones diametralmente opuestas sobre los organizadores de la misma. Es así que para el presidente -socialdemócrata- del Gobierno autonómico de Madera se trata de una infamia urdida en el cerco más directo de Pinto Balsemão para perder al primer ministro y su partido.

Al contrario, los trabajadores de Anop, los sindicatos y los partidos de izquierda acusan a Balsemáo de participar en un compló contra la libertad de información, callando la voz objetiva de la Prensa portuguesa, por lo que el primer ministro ha sido objeto de un proceso que acabó con su expulsión del sindicato de periodistas.

Aparte de las inegables habilidades manifestadas por el jefe del Gobierno en todo el proceso, es imposible, para quien conoce mínimamente el pensamiento de Francisco Pinto Balsemão en materia de información, atribuirle tan sólo un gesto arbitrario de prepotencia.

La única explicación que parece aceptable en que el jefe del Gobierno luso haya llegado a la convicción de que la única manera de reordenar, revitalizar y dinamizar el sector de la comunicación social en Portugal era eliminar una serie de rémoras que mantienen en vida medios de comunicación técnica y financieramente fallidos.

Eliminación de diarios

Anop es, de hecho, para la Prensa privada tanto como para la Prensa pública, la más importante y poderosa remora. Permite a los periódicos la existencia con redacciones reducidísimas, y sus servicios, vendidos a precios poco más que simbólicos, constituyen una auténtica subvención estatal a todos estos medios.La desaparición de Anop planteará a corto plazo la eliminación de una serie de diarios privados y el cierre de nuevas empresas públicas de comunicación social ¿Para permitir que estos títulos, algunos de ellos prestigiosos, sean comprados por empresarios privados? Es un rumor que circula en Lisboa, por lo menos en relación al vespertino Diario Popular y a la Radio Comercial.

Pero si de esto se trata, ¿por qué sustituir Anop por otra Anop, llamada Porpress u otra cosa? Como constataba un periodista extranjero de paso por Lisboa, "cuanto más me entero, menos entiende," de lo que pasa en Portugal.

El caso Anop es, en este sentido, paradigmático: ríos de tinta, declaraciones para todos los gustos, gritos y amenazas han brotado hace dos seinanas del asunto Anop, incluido el enfrentamiento entre el Gobierno y la presidencia de la República, que ha advertido al ejecutivo sobre su politica de hechos consumados, pero apenas dos o tres personas parecen saber efectivamente de qué se trata, y, de momento, no están decididas a explicarse.

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