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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La crisis bancaria

La nueva época de la banca española se inició en 1974 con la puesta a punto de la liberalización emprendida por Barrera de Irimo, cuyo destino era la adaptación de la actividad bancaria a los cambios que se habían sucedido desde la promulgación de la ley de Bases.Durante los tres primeros años de este nuevo período, el negocio bancario, en aparente oposición con la economía nacional, estuvo sometido a una permanente e intensa expansión, lo que condujo a que por aquellas fechas no faltaran voces que hablaran de la inmunidad bancaria respecto a la crisis.

El devenir se encargó de refutar tales aseveraciones. A partir de 1977, la hasta entonces irresistible ascensión de la banca sufrió un auténtico revés, terminando por aparecer también en ella el fantasma de la crisis, debida, básicamente, a la incidencia de la recesión general, agudizándose con el, aunque excesivamente parco, proceso de liberalización. Uno de los casos en el que se ha plasmado tal incidencia ha sido la desmesurada liquidez bancaria por la contracción de la demanda del crédito (en 1981, pese al endurecimiento del mercado exterior, la inversión en relación con los recursos había descendido al 92,29%, frente al 94,64%. de 1975), problema que se ha visto agravado por la tendencia, aparecida también en 1977, a colocar a plazo fijo el dinero depositado, encareciéndolo aún más (si en 1974 el 37,2% del total de los recursos ajenos se hallaba situado a un plazo superior a un mes, siete años filas tarde tal porcentaje se había elevado al 51 %).

Lo enunciado puede interpretarse como que la banca, pese a las peculiaridades que le otorga su ventajosa situación, no ha podido divorciarse del hado de la economía nacional, quebrantando el principio de interdependencia que caracteriza a la realidad, en este caso, económica.

La caída de la rentabilidad

La inviolabilidad de tal principio se volvió a poner de manifiesto en 1980. A partir de esta fecha, y en directa relación con los acontecimientos internos y con las medidas adoptadas por el sector para combatir la crisis, el negocio bancario ha empezado a mostrar una tendencia recuperadora, plenamente confirmada en el siguiente ejercicio, que se ha materializado en una rentabilidad superior a la de los años anteriores, aunque todavía por debajo de la obtenida durante la fase expansiva que siguió al comienzo de la liberalización.

Ha sido precisamente esa ventajosa situación disfrutada por la banca lo que explica, en buena medida, las peculiaridades que en ella va a adoptar la recesión, cuyo rasgo más significativo no es tanto la demora con la que ha surgido respecto a la economía nacional como el contenido de la misma.

En el caso de la banca, salvo muy raras excepciones, generalmente vinculadas a entidades aparecidas al calor del boom de 1974, no hemos presenciado ejercicios deficitarios, sino únicamente una reducción de la rentabilidad (los beneficios netos en relación con los recursos totales pasan de ser 1,54% en 1974 a 1,21 en 1980), en la que el mayor descenso ha correspondido a la banca local (1,63% y 0,86%, según los ratios y fechas anteriores), seguida de la nacional, que presenta unos resultados iguales que el total.

Los efectos de la recesión no se hicieron esperar. Dejando a un lado la fuerte reducción en el ritmo de ampliación del número de oficinas operado a partir de 1977, el bache del negocio bancario ha tenido, entre otras consecuencias, la de agudizar la tendencia a la concentración y centralización, de por sí intensa en esta actividad, plasmándose en la absorción de siete bancos (1977: Mercantil e Industrial y Gijón; 1978: Coca e Ibérico; 1980: Mercantil e Industrial de Manresa; 1981: Nuevo Banco y Rural y Mediterráneo) y en la desaparición del Banco de Navarra (1979), y del Banco del País (1980).

La recesión ha golpeado a la banca local

En definitiva, la recesión ha golpeado con más fuerza a aquella banca, la local, que intentó paliar su debilidad desarrollando una mayor agresividad durante la fase expansiva. Simultáneamente ha consolidado el carácter oligopólico del sector y reforzado la hegemonía que dentro de los siete disfrutan el Central, Banesto e Hispano.

La condición marcadamente oligopólica se ha convertido de esta forma en una de las claves que explican la diferente evolución seguida por las entidades bancarias desde 1977, al tiempo que hace necesario un análisis más pormenorizado de esa elite.

Atendiendo a la evolución de los depósitos -aunque este indicador no sea el más idóneo, ya que en el momento presente la batalla no se centra de un modo exclusivo en acaparar recursos, sino también en el terreno del margen de intermediación-, se observa que en el período 1974-1981, mientras el total de la banca incrementó sus recursos ajenos en un 232,2% los siete grandes lo hicieron en un 234,7%. Si bien hay que señalar que tal grupo ha visto descender su ritmo de expansión desde 1978, razón por la que al finalizar el período acaparaba únicamente 0,5 puntos más del total de los depósitos que en 1974. Algo semejante sucede con el triunvirato: el 34,5% del total de los recursos ajenos que le pertenecían en 1974 se había elevado en 1981 al 35,2%.

Como acabo de indicar, el caballo de batalla desde 1977 no es la captación de los recursos, sino la rentabilidad, dado que al coincidir una excesiva liquidez con unos intereses elevados se ha forzado un margen de beneficio en descenso. Examinemos estas partidas.

Excesiva liquidez

En lo referente a la relación inversiones/recursos totales, si la media de la banca se ha reducido durante estos siete años, la disminución en la elite ha sido aún mayor (de 96,37% en 1974 ha bajado a 84,76 en 198 l). Con una peculiaridad: mientras en 1975 tal relación le era claramente favorable, en el pasado ejercicio todos los bancos del grupo dirigente se hallaban por debajo de esa media, mostrando los tres de cabeza una curva descendente más pronunciada que el resto de sus compañeros.

La preocupante situación que de ello podía derivarse se ha visto parcialmente atenuada por la colocación de los recursos ajenos depositados a un plazo superior a un mes. Aun cuando la gran banca ha experimentado en este renglón un crecimiento durante la etapa analizada de un 46,2%, frente al 36,7% con el que lo ha hecho la media total, en 1981 la elite seguía mostrando unos resultados (47%, si exceptuamos el Hispano, con un 51,4%) inferiores a la media (51%).

Así pues, excesiva liquidez y aumento incesante de los depósitos a plazo han sido dos factores que han presionado decisivamente para que este grupo tampoco haya podido escapar al descenso de su rentabilidad desde 1977.

Las respuestas por parte de la banca han sido varias. Posiblemente las más significativas sean el intento de neutralizar la crisis mediante la disminución de los costes de transformación, uno de cuyos más fieles exponentes ha empezado a ser la reducción de personal, algo insólito en la historia de nuestra banca; una mayor inclinación hacia operaciones comerciales, en detrimento de la actividad productiva, y, finalmente, una intensificación de los esfuerzos por la conquista del mercado exterior.

Antonio G. Temprano es profesor adjunto de Estructura Económica de la Universidad Complutense de Madrid.

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