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Bulgaria y Hungría, dos modelos antagónicos de desarrollo económico

Bulgaria y Hungría se han convertido en los dos extremos del Pacto de Varsovia que se tocan en la necesidad de ir por el derrotero de la reforma económica. Si el primero ha sido durante decenios ejemplo de cautela y ortodoxia pro soviética, afianzando poco a poco la aventura industrial sobre una intensificación de la agricultura, Hungría se lanzaba ya el año 1968 por el camino del experimento de su reforma económica, habiéndose ya convertido en una economía pujante, con un consumo bien abastecido y especial cuidado en fomentar hasta ciertos límites la iniciativa privada.

Pero si sobre Bulgaria pesó la hipoteca de un pasado muy atrasado, típicamente balcánico y sin tradición industrial, Hungría -en su tiempo cabeza del imperio bicéfalo austrohúngaro- acusa también la hipoteca de sus actuales deudas, las más elevadas del Este por habitante. Bulgaria, en cambio, no le debe nada a Occidente, a costa de unos escaparates de Sofía bastante más tristes que los de Budapest. Hungría, por el contrario, tendrá que pagar este año a bancos occidentales 2.000 millones de dólares de los 9.000 que les adeuda en total. Para una población de unos once millones de habitantes y 3.200 dólares per cápita se trata de un lastre apremiante, que reclama buena voluntad por parte de Estados Unidos y los buenos oficios del francés Mitterrand, que acaba de visitar Budapest.Ya en la reciente cumbre occidental de Versalles se trató de la necesidad de aplicar menos rigor financiero con Hungría que con otros países socialistas, como la URSS, Checoslovaquia o la República Democrática Alemana. Espera Budapest conseguir para fines de este año o comienzos del próximo un crédito sustancial del Fondo Monetario Internacional, al que pertenece.

Sofía, en cambio, ha hecho saber que no quiere créditos occidentales porque los intereses son exagerados. Desde 1979 Bulgaria no ha recibido un préstamo de Occidente y tiene superávit en divisas. Pero ortodoxia leninista no quiere decir en Bulgaria falta de pragmatismo, y suelen colocar sus remanentes en divisas a corto plazo en bancos occidentales, en busca de esos intereses leoninos.

Tampoco lo bucólico está reñido con lo atómico para los búlgaros, y esos interminables valles danubianos flanqueados por altas montañas tienen su complemento en el mayor potencial atómico energético de los seis países balcánicos, que garantiza el 25% del consumo. El resto viene en oro negro de la Unión Soviética y, en parte, de países de la OPEP, a los que en algunos casos remunera con productos agropecuarios. Con menos de diez millones de habitantes, la renta búlgara ronda los 3.000 dólares per cápita.

Reducida renta per capita

Pragmáticos sin freno, tras años de haber inflado por prestigio sus índices de PNB, ahora los búlgaros aceptan no tener más que 2.500 dólares de producto per cápita, habiendo ya presentado en Bruselas pruebas al respecto a fin, de conseguir así acceso al tratamiento de país en desarrollo en sus exportaciones agrícolas al Mercado Común europeo.Pero si Bulgaria empieza ahora su reforma de nuevos mecanismos económicos para salir del dulce sueño del desarrollo extensivo y entrar en la dura lid del refinamiento tecnológico y la competencia (descentralización, apertura del abanico salarial y cierre de empresas productoras de pérdidas), Hungría lleva ya nadando en aguas de la reforma desde 1968. Aunque el Estado se reserve el encauzamiento del plan, muchas empresas deciden de sus contingentes destinados a la exportación y de los reservados para el consumo interno.

"Somos como un nadador que con la izquierda avanzara a la braza y con la derecha, a estilo mariposa; pero conseguimos salir a flote por muy difícil que lo parezca", gusta decir un alto funcionario económico húngaro. La braza son las aguas del Comecon (55% del comercio exterior húngaro, contra 75% en el caso de Bulgaria) y el estilo mariposa serían el comercio y los contactos financieros con Occidente.

Mientras que en Bulgaria la actividad privada de particulares es mínima y restringida al sector de servicios -turístico sobre todo-, en Hungría los particulares pueden arrendar turnos de fábricas estatales para producir en sus ocho horas esas pequeñeces que contribuyen tanto a la marcha de una sociedad, desde botones hasta zapatos y modas de inventiva. Aunque sólo el 3% de las tierras está en manos privadas, muchos húngaros alquilan de los fondos sociales las hectáreas que pueden cultivar en sus ratos libres de fábrica u oficina. Como todos los Estados, también el húngaro disfruta recogiendo impuestos.

Si los búlgaros tienen buen recuerdo de la Rusia que los liberó de los turcos, con una estatua del zar Alejandro II presidiendo todavía el centro de Sofía y una ausencia actual de rusofobia, los húngaros llevan muy grabada la tragedia de 1956, que nadie quiere que se repita y que todos desean alejar con gran tacto y prudencia, yendo sin sobresaltos por el camino de la evolución.

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