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Tribuna:TEMAS PARA DEBATE / LA MÚSICA JOVEN
Tribuna
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Entre el sudor y la lágrima

La crisis que afecta desde hace varios años a la industria fonográfica, con carácter mundial y en distintos niveles según el grado de saturación de cada mercado, no es el fruto de un problema intrínseco y, concreto, sino la confluencia de muchos factores endógenos y exógenos al hecho discográfico.De un lado, es fácil reconocer en el contexto fenómenos adversos. El quebranto de las economías y el aumento del paro no contribuyen precisamente a construir el estado más propicio para el dispendio relajado de tiempo y dinero, afectando de modo especial a la capa más joven de la población, la más proclive al consumo de música en todas sus formas.

El envejecimiento tecnológico del soporte, especialmente en su versión casete, facilita su vulnerabilidad vía rapiña-bricolaje. Así, se estima que el 50% del mercado generado por la industria de la música grabada, a nivel mundial, es canalizado por la piratería de todo tipo y la copia casera.

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Esta es una industria joven, a la que le han crecido los enanos antes de montar la carpa, de modo que la defensa legal de los intereses de autores, intérpretes y productores de música grabada contra toda la gama de uso, suplantación y apropiación indebidos, tropieza a menudo con una legislación insuficiente y una aplicación de la misma poco informada y escasamente sensibilizada ante este género de expolio.

Sumando negativos, la oferta alternativa ha crecido ostensiblemente en el universo del entretenimiento, mientras que el mercado global se ha mantenido o crecido con timidez.

La explosión del vídeo, los vídeo-games y los juegos electrónicos son una parte de esta nueva concurrencia, que se apropia lícitamente de una parte del mercado a costa de los medios tradicionales de entretenimiento, en un campo donde la novedad es ventaja por definición.

Curiosamente, al tiempo que expansión en soporte discográfico, el consumidor goza de más música que nunca, sin pagar por ella directamente y a veces gratis. Hoy, la música se ofrece como parte del paisaje en aeropuertos, pubs, discotecas, discobares, etcétera, sin generar derechos (o insignificantes) para, una vez más, los autores, intérpretes y editores propietarios de la grabación.

Aún más, la comunicación del nuevo talento creador al consumidor final carece de agilidad, en la música grabada ve frenada sus ocasiones, por la aparición de una cierta esclerosis en la cadena comunicante. Con excesiva frecuencia, la filosofía de programación de todos los que estamos en el proceso: compañías de discos, emisoras de radio, televisión, Prensa y locales de directo, cultiva el precedente y evita, con lógica tan humana como discutible, la práctica arriesgada.

Hay excepciones y muchas. Pero no las suficientes como para desarrollar un ambiente donde la sorpresa positiva sea dato y no anécdota.

Pero, con todo, como soporte de un hecho creativo, la llamada crisis discográfica tiene su raíz en la sustancia: la inexistencia de una corriente, amplia y profunda, de nuevo talento creativo. Y si existe, no se conoce, lo que es equivalente a talento susceptible de transportar al disco, capaz de golpear de nuevo las emociones o la mente de las gentes, recuperando el protagonismo en la galaxia del entretenimiento.

Porque el mercado existe. Y es más grande que nunca, como lo demuestran constantemente los grandes artistas establecidos, que alcanzan hoy récords jamás rozados antes, o las pocas pero esperanzadoras y fulminantes incursiones de nuevos artistas en los últimos meses.

Todo avance tecnológico hacia un nuevo soporte, más apto para un nuevo consumidor, será crucial. Mañana tendremos el disco compacto pasado, vía ordenador central-terminal familiar; entonces, la industria de la música grabada sufrirá un proceso parecido al de la industria del cine en relación a la televisión, pasando a vender derechos de reproducción en lugar de discos.

El desarrollo de un mejor soporte legal para la protección de esta forma de la propiedad intelectual y empresarial no puede ser olvidado, en orden a garantizar sus legítimos derechos a intérpretes, autores y productores.

La revisión y adaptación a las nuevas reglas del juego, de las estructuras encargadas de la comunicación, vendrá vía selección natural y sobrevivirán las que mejor satisfagan las necesidades de la comunidad. Cuestión de tiempo y navegar.

Pero entonces y ahora, la única forma de mantener vivo el interés de la oferta de música grabada, estimulando un mercado que siempre está ahí, ávido de seducción, pero exigente de trapío, es la ardua tarea de búsqueda, desarrollo y comunicación constantes de nuevo talento y el mantenimiento fanático de los artistas establecidos. En esto se debe ir nuestro sudor, aunque no siempre (casi nunca) aparece el filón al final del valle.

Si estas modestas reflexiones contribuyen mínimamente a que la crisis haga crisis, para evitar ir a la crisis por pasarnos el día llorando sobre la crisis, habrá valido la pena el riesgo de la pedantería.

Porque lo que sí está claro es que las lágrimas no son una forma de sudor.

José María Cámara es director general de Ariola.

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