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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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La gallofa

Dorada gallofa, infame olimpo, violenta turba, hermosa gente del arte, de la creación, de la belleza, criaturas afortunadas de la luz, de la sombra: los artistas. El Rey les ha dado oro a los artistas.Antonio Saura, siempre en la investigación rigurosa de una contraexpresividad moderna, apoyado sólo en su bastón para crear un museo de Arte Abstracto en Cuenca, dejando por las capitales del exilio y el dolor el paso breve de su bastón, junto a sus pasos (aunque ahora no le guste el Guernica). Palazuelo, cuyos libros de arte, ya que no su arte -ay-, tengo en mi refugio de las afueras, y me sirven para trocar el lirismo dominical, entre anacreóntico y hortera, en un estilizado concierto nada grosso del mirar, salvándome de la melancolía por la geometría. Luis Berlanga, maestro de barbaries nacionales en quien hemos aprendido todos los que queremos ir de bárbaros del sur, en la creación, y que me arrima estufa, cuando me echa de comer, pendiente de mis fríos como de mis hambres, lo cual es más de agradecer, esto del frío y la estufilla, pues que el tener frío es una facultad del alma (como la sintaxis para Valéry, y para mí). Alicia Larrocha y Teresa Berganza, dos voces que nunca escuchará mi pecho de piedra sorda, pero que han puesto en las "óperas de incógnito" (primer Guillén) los manantiales impares de su voz. Y Mary Carrillo, medalla de oro al Mérito en las Bellas Artes, hoy excelentísima señora, cuando excelentísima había sido siempre en el corazón en sombra de los públicos.

Esta sí que me hizo un personaje femenino en la tele, siendo yo véneto/ novísimo (que entonces uno se atrevía con todo), y mi convencional criatura parecía de cuerpo, hecha por Mary.

Gregorio Prieto, de esa estrecha estirpe de artistas que da la ancha Mancha: Antonio López, Eladio Cabañero, Paco Nieva, Palencia, Pavón y así Maruja Mallo, como una Nadja pasada del alabastro surrealista al barro botijero y madrileño, como la hija pintora de Ramón y Solana, nacida de sus cuadros tanto como a la inversa. Sert, uno de los primeros catalanes del siglo que se internacionaliza. Fernando Rey, el rojo de Cifesa, el malo del folletín imperial del cine, el actor del mundo, que todavía se pasea de guantes y foulard, en un aura beige, por mi barrio, como un falso caballerazo de derechas. Y Carlos Lemos, que ha sido tantas cosas, pero, sobre todo, el Max Estrella de Valle-Inclán, y sí algo se le dio a Valle, de manos reales, algo había que darle al maudit de la Puerta del Sol, Estrella/Sawa/Valle (qué saben de malditos los críticos que se mueven entre la solapa del libro y la solapa, con fideos de su chaqueta, corto espacio mental).

Max Estrella es la intelectualidad ciega e irrenunciable de España, el que da (Valle-Inclán) los más crudos gritos en la noche injusta de "un Madrid absurdo, brillante y hambriento".

Dorada gallofa, infame olimpo, violenta turba, hermosa gente, censo atroz del arte, de la creación, de la belleza, criaturas afortunadas de la luz o elegidos de la. sombra.

No es que el oro metafórico de: un reinado vaya a estofarles de perennidad, sino que el oro -más una metáfora que un metal- es el. lugar de encuentro, como se dice ahora, un poco redicho, para que: lo monarco-democrático y lo democratamonárquico se repartan, de verdad entre lo más paridor, abridor y creador de la gente española.

El Estado, así, no se vampiriza, sino que se comulga. Los españoles descubren, al fin, un pueblo desconocido: otros españoles. Recuerdo las palabras de Tàpies, el año pasado, en semejante caso: "Yo no vengo a por medallas, sino a estrechar la mano de este hombre". El Rey. Eso: que al fin nos conozcamos todos.

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