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Un juez ordena la captura de un constructor, acusado de facilitar la huida de Roberto Calvi de Italia

Juan Arias

Por ahora son tres los personajes que han hecho posible materialmente la fuga de Italia de Roberto Calvi. El número uno es un importante constructor de Cerdeña, Flavio Carboni, que al parecer había recibido últimamente como regalo de Calvi la minucia de trescientos millones de pesetas. Viene después Emilio Pellicani, el consejero financiero de Carboni, y, por último, Silvano Victor, contrabandista de Trieste.

De estos tres personajes, el que podría explicar mejor que nadie el misterio Calvi que está intrigando internacionalmente es Carboni. El magistrado romano Doménico Sica ha dado orden de detención, acusándole de haber organizado la fuga de Calvi. Pero el constructor sardo ha puesto los pies en polvorosa y hoy resulta fugitivo.Los otros dos: Pellicani y Victor están ya en manos de los jueces, que les están interrogando. Según Pellicani, Carboni encargó al contrabandista prepararle un piso en Londres para Calvi. De las declaraciones de Victor no ha sido posible aún saber nada, pero se asegura que fue él quien acompañó al difunto presidente del Banco Ambrosiano primero a Austria, donde se hospedó con el rico comerciante Stefen Kleinszig en Klagenfurt. Permanece aún el misterio de Londres: dónde y con quiénes estuvo Calvi antes de su suicidio-homicidio.

Mientras tanto ha sido identificado también el personaje con que Calvi cenó en Pordenone antes de su huida final. Se trata del comercialista Aldo Romanet, condenado el año pasado a cuatro años y ocho meses de cárcel por la estafa del Vajont. En el frente vaticano sigue el silencio. No ha habido siquiera la respuesta del no comment a la carta de los periodistas acreditados ante la Santa Sede.

Todo hace prever que la única respuesta por el momento será el silencio. Dentro se está estudiando, sin embargo, la forma de defenderse ante posibles hechos indiscutibles de operaciones ilegales cometidas por el banco vaticano. Sería el siguiente: el Instituto Obras de Religión (IOR), que recoge todo el dinero que llega al Papa de todo el mundo como beneficencia, sobre todo de Estados Unidos y de la RFA, no puede identificarse con el Banco Vaticano. Y esto porque el banco trabaja también con capitales que no son del Vaticano ni del Papa. Por tanto hay que distinguir, dicen, entre IOR, Santa Sede y Banco Vaticano. Por eso si existen ¡legalidades cometidas por el banco no se pueden achacar al Vaticano como tal, sino a los directos responsables. De hecho, se recuerda que el director general de este banco, Luigi Mennini, estuvo el año pasado en la cárcel por el asunto de la quiebra del banco de Michele Sindona.

Pero todas estas distinciones no convencen ni siquiera a muchos obispos y cardenales, que piensan que es imposible separar todas estas actividades sin comprometer la imagen de la Santa Sede.

Ni tampoco convencen al Banco Central de Italia que, según informaciones recogidas por EL PAIS, está dispuesto a pedir al Vaticano una clarificación de todo el funcionamiento del IOR. En caso contrario, se afirmaba ayer en ambientes de este banco, se verían obligados a examinar y públicamente todas las actividades financieras realizadas en Italia por el banco del Vaticano.

Y la pregunta que todos se hacen es si el Papa en estas circunstancias podrá hacer cardenal al arzobispo Paul Marcinkus, presidente de la banca vaticana, como al parecer había sido ya decidido.

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